Gustavo Hernández García, uno de los subdirectores de Pemex dio curso para la licitación de campos petrolíferos maduros de Veracruz, Tabasco, Chiapas y Campeche, para poner en manos de contratistas particulares la única riqueza que le queda al país.
El pretexto fue que la paraestatal no está en condiciones de explotar los yacimientos correspondientes por carecer de eficiencia y capacidad financiera.
Reconocer que los obreros petroleros que maneja Carlos Romero Deschamps no saben trabajar y que sólo se trata de corruptas rémoras sindicalistas.
Y lo más increíble es aceptar que los “costos financieros son muy elevados”.
Admitir que en Pemex no hay transparencia y productividad. Que no hay moral en las oficinas públicas, con su opacidad proverbial, burocratismo, corrupción e incapacidad. Que la austeridad sólo existe como un buen propósito. Urge una reforma que ponga fin a los cotos de poder de los líderes sindicales y que termine con la ineficiencia y la falta de discrecionalidad de la forma como operan los funcionarios públicos.

Ocultan tragedia

Tiene varias semanas que el sacerdote Alejandro Solalinde, -quien forma parte de las organizaciones que participaron en Marcha por la Paz que encabeza el poeta Javier Sicilia,- a denunciado a través de los medios del corporativo Imagen del Golfo que las autoridades federales siguen ocultando la tragedia que viven los migrantes por su paso en el estado de Veracruz.
Vivimos en un país donde no pasa nada.
El sacerdote Solalinde fue el primero en acusar a los delegados y agentes del Instituto Nacional de Migración de estar coludidos con los narcos para el secuestro de los migrantes.
Se han señalado las distintas rutas que siguen los centroamericanos pero misteriosamente se oculta lo que ocurre en la entidad veracruzana.
Lo que se ha visto en otros estados en donde aparecen cientos de personas ejecutadas y enterradas en las narcofosas, “no es nada en comparación con lo que hay en Veracruz”.
Hay miedo de desenterrar la verdad.
Que no sea el olvido el sudario de los muertos.
Lo que ocurrió en San Fernando, Tamaulipas y en Durango se podría quedar en una perversa travesura con lo que permanece oculto bajo la tierra veracruzana. Versiones terroríficas que oprimen el pensamiento.
Advierte el sacerdote que le pedirán al presidente Calderón en la reunión que se planea sostener “es que se deje de simulaciones y acepte la realidad tal como es. Si él no acepta esos problemas no hay punto de partida.”
Consideró que la Marcha por la Paz, está marcando un hito, no quiere ser una manifestación más sino el inicio de una convergencia nacional donde todos los hartazgos se vuelvan propuestas.