Por Maquiavelo
Columna: Se dice que…
Que poca
2010-11-21 | 21:00:19
El oficio del periodista tiene sus bemoles cuando intervienen otros factores que anulan la libertad de expresión y se violan los códigos de ética y los principios de este quehacer noticioso.
En ese predicamento se encuentran los conductores de Televisa, Joaquín López Dóriga y Carlos Loret de Mola, con el escándalo de la intercepción telefónica que difundieran como una nota de investigación periodística. Una llamada que tenía los tintes y detalles de la corrupción de altos funcionarios del IMSS.
El gran ridículo que hicieron los dos periodistas, cuando se descubre que en la grabación no participó ningún funcionario del Seguro Social y que sólo se trató de una plática entre empresarios particulares de la industria farmacéutica.
Lo grave del asunto de esta grave equivocación fue el manejo interesado de una noticia, es cuando trasciende la clara evidencia de la participación de los dueños de la televisora en el negocio de las medicinas y que quisieron con este sucio manejo de la noticia, impresionar tanto al director del IMSS como a la Comisión de Riesgos Sanitarios para salvaguardar una red de intereses de los ejecutivos del canal de las estrellas.
Los periodistas López Dóriga y Loret de Mola, obviamente fueron obligados por sus jefes a una tarea ilegal como la interferencia de una conversación privada y ataque a las vías generales de comunicación.
La misma situación que vivió el gobernador Fidel Herrera con las escandalosas grabaciones que le dieron la vuelta al mundo y lo pusieron al borde de un nocaut político para cualquier actividad política en el futuro.
Uno de los afectados, Carlos Abelleyra, fabricante de medicamentos para combatir el Sida, exige una disculpa pública de López Dóriga y que diga que en su programa no es verdad lo que él dice.
Se olvidan que tanto López Doriga como Loret de Mola son empleados, son sólo la infantería que da la cara de la comunicación electrónica manejada por codiciosos generales.
El periodismo usurero, calculador y comerciante.
La lucha diaria de la probidad del reportero contra la inmoralidad de los dueños.
Pero también en Veracruz se viven esas amargas experiencias. Al columnista ya le han tocado vivir esos mensajes cifrados de los ejecutivos cuando se quieren deshacer de un incómodo reportero. Como al perro flaco que le cargan todas las pulgas. Ahora se les ocurrió mandar a este periodista a trabajos especiales al estado de Washington y en un viaje relámpago a la ciudad de Nueva York. De costa a costa en una semana.
Es por estas fechas que la Universidad de Columbia entrega los Pulitzer, que son el mayor galardón que pueda obtener un periodista en el mundo. Es en esa decana escuela de Periodismo, donde calentó los pupitres el columnista Maquiavelo.
Según las maliciosas órdenes recibidas se trata de que este enviado obtenga complicados y rebuscados reportajes que serán utilizados durante las ediciones especiales de aniversario de este medio impreso.
Quieren que columnista realice tareas de (plumber) fontanero y (Burglari) robo con allanamiento de morada, para un reportaje de espionaje político como el que realizara el Washington Post. Tareas sofisticadas que sólo calificados periodistas como Karl Bernstein y Bob Woodward del escándalo de Watergate que obligaron al presidente Richard Nixon a renunciar dos meses después de ser reelecto.
Así se las gastan los directivos de este medio. Sería más fácil que liquiden o jubilen al columnista Maquiavelo, que obligarlo a renunciar por la misión imposible que le encargaron.
La buena noticia es que los tres lectores podrán descansar toda una semana de un periodismo corrosivo e irritante.

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