Por Raymundo Jiménez
Columna: Al pie de la letra
Ángel y demonio
2010-07-29 | 22:36:28
Uno de los argumentos de más peso que Miguel Ángel Yunes Linares esgrimía para convencer a los líderes y operadores políticos priistas que todavía una semana antes de los comicios titubeaban en apoyarlo a él o al candidato del PRI, Javier Duarte de Ochoa, fue precisamente el evidente padrinazgo del presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Muchos decidieron darle la espalda a Duarte y al gobernador Fidel Herrera porque además de su ingratitud o resentimiento, sabían que nunca en la historia electoral del México post-revolucionario un mandatario estatal había podido vencer en las urnas a un presidente de la República.
“Gobernador no pone gobernador”, les repetía a fidelistas y a antifidelistas el ex director del Issste, quien en enero de este año, durante la ceremonia conmemorativa de la fundación de este instituto, había sido virtualmente “destapado” como precandidato del PAN a la gubernatura de Veracruz por el presidente Calderón al hundirle la cara en el pastel de aniversario ante las sonoras carcajadas de los asistentes.
En efecto, hasta el pasado 4 de julio, Yunes tenía todo el apoyo presidencial.
Pero cuando el candidato panista no pudo comprobar que había sacado supuestamente más votos que el del PRI, Calderón decidió soltarlo de la mano.
La felicitación telefónica del presidente a Duarte una vez que el Tribunal Electoral del Estado validó los comicios y le entregó la constancia de mayoría al candidato priista, fue un claro mensaje de Calderón de que no va a hacer mal uso de su fuero presidencial para presionar a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para que tuerzan la ley a favor de su partido; una expectativa que hasta la fecha Yunes y sus incondicionales siguen vendiendo a sus seguidores, algunos de los cuales creen que la elección de Veracruz aún se puede anular en esa última instancia legal.
Pero una de las pruebas fundamentales en que Yunes apoya su alegato es la grabación de conversaciones telefónicas privadas del gobernador Herrera, cuyo origen es totalmente ilegal. Sorprende la ignorancia de este abogado egresado con mención honorífica de la Universidad Veracruzana.
Y es que presuntamente por ese polémico motivo se habría dado la renuncia de la titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales de la PGR, Arely Gómez, cuya dimisión se dio tres días antes de las elecciones locales de Veracruz y de otras 13 entidades federativas. En su carta dirigida a Calderón, la funcionaria explicaba que prefería retirarse para permitir que se designara a otro encargado más cercano al paradigma de políticas públicas que deseaba el Ejecutivo Federal.
Yunes Linares quiere ahora dar la imagen de una persona institucional, respetuosa de la ley. Pero, falto de memoria, olvida que cuando fue secretario de Gobierno durante el sexenio de Patricio Chirinos (1992-1998) se distinguió por ser un político represor de los medios de comunicación y de todo lo que no se ajustaba a sus disposiciones. Ya, desde entonces, usaba y abusaba del espionaje que por su intermediación se dio en la entidad desde aquella época.
El candidato del PAN perdió no tanto porque Herrera Beltrán echara mano de los recursos públicos del gobierno del estado para apoyar al abanderado del PRI –pues Yunes hizo lo propio también con los programas sociales y la estructura burocrática del gobierno federal–, sino porque a diferencia del priista Duarte, el ex director del Issste, cargaba una pesada losa de agravios contra editores, comunicadores, activistas sociales y políticos veracruzanos que databan desde su época de “hombre fuerte” del chirinato, y arrastraba también una larga cola por sus presuntos nexos con narcotraficantes prófugos y pederastas.
Sin embargo, otro punto clave de la derrota de Yunes fue su propia personalidad. Así, pues, mientras el gobernador Herrera y Duarte buscaban sumar aliados –entre ellos a Gerardo Buganza Salmerón, ex candidato del PAN a la gubernatura de Veracruz en 2004 y quien este año le disputó al ex priista la nominación–, el ex director del Issste maltrataba y excluía a líderes históricos del panismo veracruzano.
Por ejemplo, uno de los escándalos más sonados fue el que protagonizó con el ex dirigente estatal del PAN y actual coordinador del grupo legislativo del partido blanquiazul en el Congreso local, Alejandro Vázquez Cuevas, quien a medio proceso electoral fue corrido por Yunes de la coordinación de su campaña.
Al “Pipo” Vázquez lo acusó –también sin sustento– de la supuesta filtración de información confidencial durante la selección de los candidatos del PAN a presidentes municipales.
Su maltrato a Vázquez Cuevas lastimó obviamente a los correligionarios del ex dirigente panista, pues el diputado local había sido el principal promotor y artífice de la precandidatura yunista en el estado.
Pero en Yunes se cumple cabalmente el sabio dicho popular aquél de que “genio y figura, hasta la sepultura”.
Y es que ha trascendido ahora –precisamente cuando los tribunales están por enterrar sus aspiraciones por la gubernatura de Veracruz–, que el ex candidato del PAN habría escenificado la semana anterior otra acción violenta en un conocido hotel de Huatusco, donde estaban reunidos la mayoría de los alcaldes electos de Acción Nacional con el dirigente estatal Enrique Cambranis.
Ahí, según versión de algunos testigos, Yunes le habría hecho un fuerte reclamo a Cambranis, a quien inclusive le habría asestado supuestamente un sonoro cachetadón.
Al parecer, todo habría sido motivado por un malentendido que evidenció el poder de convocatoria del ex candidato a la gubernatura, pues la mayoría de los 90 alcaldes electos del PAN estaban en Huatusco con Cambranis, mientras que a Boca del Río, el feudo yunista, sólo habían concurrido cinco munícipes del norte de la entidad.
¿Y así quería ganar la elección para “gobernar” Veracruz?

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