No cabe duda de que vivimos en un mundo lleno de contradicciones.
Por un lado, las leyes actuales protegen al medio ambiente y también sancionan con severidad a quien maltrata o sacrifica un animal, esto último sin una causa verdaderamente justificada, lo cual me parece mucho muy bien, porque el ser humano no tiene porqué atentar contra su propio planeta, ni tampoco el derecho de causar daño o dolor a otras especies.
Es tan importante proteger la vida en general, pero especialmente la vida humana, que en muchos países se ha prohibido la pena de muerte, incluso para los asesinos seriales confesos.
Para defender mejor la vida de los seres humanos, se han penalizado con más años de cárcel a quienes le quitan la vida a sus semejantes, lo cual me parece estupendo, porque partiendo de la premisa de que el don más preciado que tiene cualquier persona es el de la vida, ningún otro individuo tiene el derecho de quitársela.
En el campo religioso sucede algo semejante: Los creyentes consideran que si Dios da la vida, solo Él tiene derecho a quitarla.
Las leyes actuales protegen de manera especial a los animales y plantas que están en peligro de extinción. Es delito por ejemplo, destruir los nidos de tortugas, consumir sus huevos, destruir manglares y cazar la vaquita marina. Hasta las abejas empiezan a ser protegidas por el eficiente servicio que le prestan a la agricultura.
Por otra parte, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos está - al menos en teoría-, lista para atender cualquier queja sobre discriminación, vejación, trato indebido o abuso que las autoridades cometan en contra de los ciudadanos y emite recomendaciones para que los funcionarios que caen en falta la corrijan y en casos extremos indemnicen a los afectados.
Todo esto me parece muy bien:
Sin embargo, hay un sector conformado por seres humanos que no son oídos, defendidos, protegidos ni procurados por las autoridades, a pesar de ser los más indefensos, los más pequeños. Los que no pueden gritar, ni correr, ni asociarse, ni votar en las elecciones. Ese grupo de personas han sido condenadas a muerte por sus propias madres, sin haber sido oídas ni vencidas en un juicio previo.
Me refiero a los niños no nacidos, condenados prácticamente a muerte por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con la complacencia o indiferencia de una buena parte de la sociedad actual y con la algarabía de los grupos radicales que perversamente le dicen a la mujer que ella tiene todo el derecho a decidir sobre su cuerpo.
Olvidan maliciosamente aclarar quienes a los cuatro vientos promueven el aborto, que la libertad de un ser humano termina cuando afecta la libertad de otro y que el cuerpo del niño no nacido, no es el cuerpo de la madre, aunque temporalmente habite en ella. Prueba de ello es que la madre siendo mujer, puede dar a luz a un hijo varón.
Olvidan esos grupos, que salvo los casos de violación, la mujer embarazada consintió en su momento tener relaciones sexuales con un hombre, dando como resultado un embarazo.
Esto significa que la mujer libremente decidió y ejerció plenamente su derecho de hacerlo.
Lo que no se vale, es que después de haberlo aceptado, cambie de opinión y termine sacrificando al hijo que lleva en sus entrañas. Eso simplemente se llama asesinato, con todas sus agravantes.
Si la mujer embarazada no lo quiere, que no lo sacrifique abortándolo. Hay organismos conformados por personas nobles y generosas que lo reciben y dan en adopción a matrimonios que por diversas circunstancias no han podido procrear y que gustosos recibirán a un niño en adopción, como si fuese suyo.
En cuanto a la Suprema Corte, da pena ajena. Para ser condescendiente con los grupos radicales que promueven el aborto, acaba de aprobar una Ley donde basta y sobra que una mujer diga que el hijo que lleva en sus entrañas es producto de una violación, (aunque no sea cierto), aunque no haya denuncia previa, aunque lo diga semanas o meses después de quedar embarazada, para que la autoridad le autorice abortar a la criatura inocente que habita en su vientre. Esto equivale a otorgar una licencia para matar.
No cabe duda que estamos de cabeza y que los magistrados, en lugar de utilizar la justicia para defender el derecho a la vida, terminan cediendo para complacer a los grupos radicales que vociferan en las plazas públicas, haciéndoles creer que son multitudes y que apoyar el aborto es apoyar una causa liberal y progresista. ¿Cómo va a ser liberal y progresista la muerte de un ser indefenso? Eso es regresar a la edad de piedra.
Cosa curiosa: Promueven el aborto, quienes no fueron abortados en su momento.
Si el derecho a la vida de los niños no nacidos, pudiera ponerse a votación y la mayoría sufragara a favor del aborto, aún así se incurriría en un grave delito, porque el supremo derecho a la vida de cualquier ser humano es mucho muy superior a las ocurrencias del hombre.
No les parece a Ustedes?.
Muchas gracias y buen fin de semana.
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