Cuando un sector de la población no lee, ni viaja; con frecuencia llega a creer que es normal vivir en ciudades que tienen sus calles llenas de baches, con grandes tramos de luminarias apagadas, con semáforos que no funcionan y se están cayendo, con hospitales públicos que carecen de medicamentos, con rellenos sanitarios que son realmente tiraderos de basura a cielo abierto, con plantas de tratamiento de aguas negras que no funcionan y vierten sus aguas crudas a los ríos y al mar.
Cuando algunos ciudadanos no leen ni viajan, llegan también a creer que es normal hacer lo que quieran con su vehículo, ya sea circular en sentido contrario, pasarse los altos, estacionarse en lugares prohibidos, bloqueando los pasos peatonales o en doble y triple fila, rebasar por la derecha y conducir a velocidad temeraria o en estado de ebriedad.
Cuando la gente no lee ni viaja, llega a aceptar con resignación que los políticos la engañen y roben, que hagan negocios ilícitos al amparo del cargo, que acomoden en puestos públicos a toda su parentela y que no pase absolutamente nada, aunque violen la Ley.
Cuando la gente no lee, ni viaja, ve normal que en poco tiempo tengan los políticos corruptos muchas propiedades, mansiones de fábula y enormes fortunas, que ni en toda una vida de trabajo honrado podían haber acumulado con su salario.
Cuando la gente no lee, ni viaja, cree que es normal que la educación pública sea controlada por los sindicatos y que los programas educativos estén francamente para llorar, que con cualquier excusa se suspendan las clases, que los programas mencionados tengan un alto contenido ideológico que poco o nada ayuda a fomentar el estudio, la búsqueda de la verdad, la superación, la excelencia educativa, la unidad nacional, el comportamiento responsable y el amor a la patria.
Déjenme decirles que no podemos ver como normal, lo que definitivamente no lo es.
Basta y sobra con viajar a cualquier país del primer mundo, para detectar por simple comparación con el nuestro, los múltiples rezagos y limitaciones que tenemos aquí.
Porque en el primer mundo hay carreteras sin baches, luminarias encendidas de noche y apagadas de día, semáforos inteligentes que ayudan a agilizar el tráfico, policías bien capacitados, bien pagados y perfectamente entrenados, que son respetados por los ciudadanos. También hay conductores de vehículos que respetan la Ley, por eso hay menos accidentes que acá.
También allá hay transporte público puntual, limpio, eficiente y seguro; taxis modernos cuyos conductores expiden facturas electrónicas deducibles de impuestos, escuelas públicas de excelencia donde se estimula el aprendizaje, la convivencia, la tolerancia y el deporte.
Allá tiene profesores bien pagados que asisten a clases regularmente, no hacen puentes, ni apedrean oficinas públicas, ni toman casetas de cobro y que se están superando constantemente.
Allá hasta los jueces y fiscales son elegidos por los ciudadanos a través del voto libre y secreto.
Claro que también allá tienen políticos que roban y violan la Ley, pero son minoría y cuando cometen ilícitos son denunciados, juzgados y sancionados con severidad; mientras que en países como el nuestro, no sucede nada y los que actualmente mandan tienden con frecuencia mantos protectores que tapan a los políticos que delinquen, con el compromiso de ser tratados de la misma manera cuando les detecten ilícitos a quienes actualmente detentan el poder.
Aquí se llega a ver como normal, lo que a todas luces no lo es.
Ya parece que en un país primermundista las autoridades iban a permitir bloqueos de calles y carreteras, la invasión y el despojo de terrenos por parte de paracaidistas, quienes azuzados por líderes vividores, se posesionan ilícitamente de predios particulares y les causan destrozos.
En los países avanzados, existe certidumbre jurídica, lo cual favorece la inversión, la creación de empleos y la paz social.
Allá hay normas que todos respetan, independientemente de que partido haya ganado las elecciones y quién sea el presidente.
Aquí estamos en la zozobra y vivimos preocupados temiendo como nos puede ir, porque quienes mandan gobiernan con frecuencia a base de ocurrencias y de dogmas, haciendo a un lado la sensatez.
En el primer mundo, la mayoría de los servidores públicos son personas preparadas que desempeñan correctamente su trabajo, mientras que en las naciones tercermundista se ve con normalidad que a los que verdaderamente saben los despidan para poder acomodar en los cargos a los cuates, parientes y simpatizantes de quienes mandan; aunque no conozcan ni jota del puesto que ocuparán.
Esta clase de usos y costumbres no es normal, ni debemos aceptarla.
Para cambiar las cosas hace falta nuestra participación cívica y la fuerza de nuestro voto, responsablemente razonado a favor de las personas, no tanto de los partidos, porque en mayor o menor grado todos se han corrompido y convertido en una vil agencia de colocaciones.
También hace falta que los ciudadanos honrados y preparados hagan algo por el país y se postulen para un cargo de elección popular. De lo contrario, seguirán llegando a esos puestos los improvisados, los incompetentes y los rateros que quieren enriquecerse de la noche a la mañana, sin ningún esfuerzo y sin mayor riesgo.
Tomémoslo siempre en cuenta y no lo olvidemos.
No les parece a Ustedes?.
Muchas gracias y buen fin de semana.
Hasta pronto.
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