Es un cuento infantil de lo que hizo en Pemex el que fuera su director Emilio Lozoya con la venta y compra de la planta chatarra de Fertinal, cuando existe una voluminosa novela de corrupción de lo robado desde la época de Carlos Salinas y de su hermano Raúl, en el sur de Veracruz que provocaran la desaparición de Azufrera Panamericana.
La demolición de la paraestatal se inició de manera muy especial cuando arrancó el periodo de Felipe Calderón, quien tenía que pagar los favores a los funcionarios priistas que le habían ayudado al fraude electoral y los costosos apoyos a los hijos de Martha Sahagún y su obligación confesional de borrar los rastros de su antecesor Vicente Fox.
Esa enciclopedia de corrupción podría ser escrita por la actual titular de la Secretaría de Energía, Rocío Nahle, quien conoce como la palma de su mano la estructura de la industria petroquímica, donde laboró muchos años en todas las áreas administrativas y financieras, así como los procesos de planeación y control de los complejos de Pajaritos, Cangrejera y Morelos, que iniciara el presidente López Mateos en el sur de la entidad veracruzana.
Capítulos enteros sobre la forma como se operó de manera perversa para que entrara en operación el mega proyecto de Marcelo Odebrecht, que comprometió a Pemex durante 20 años a una concesión a precio preferencial, una prebenda que ni siquiera a las subsidiarias de la paraestatal se les permitía.
Una descomposición total arreglada desde Los Pinos
Otra mujer valiosa que se opuso a esta nefasta tarea de arruinar a Pemex fue Laura Itzel Castillo, hija del ingeniero Heberto Castillo, fundador del PMT y candidato al gobierno de Veracruz. En su calidad de diputada federal denunció los malos manejos que realizaban en la industria petroquímica para vincularla con la de Etileno XXI. En la comisión de Energía de la Cámara de Diputados donde estaba Laura Itzel, denunciaba que las plantas sin operación generaban perdidas por 14 mil 500 millones de dólares, con ese dinero se podrían haber construidos tres nuevos complejos. En esa pútrida época figuraba como director general de Pemex el veracruzano Jesús Reyes Heroles, quien fuera el último ideólogo del agónico partido político del PRI.
La estrategia que se siguió para desmantelar de manera deliberada los complejos petroquímicos en Coatzacoalcos, fue un plan elaborado desde el escritorio del entonces presidente Felipe Calderón. En el 2006 se redujo artificialmente la producción de todas las plantas para que se fueran cerrando en forma escalonada las de polietileno y de manera permanente la de acetaldehído y al mismo tiempo se importaba cada vez más las mismas materias primas que Pemex podría producir. Se compraba 1.2 millones de toneladas de polietileno por un valor de 840 millones de dólares.
Era un negocio redondo de los funcionarios de la paraestatal que contaban con el apoyo incondicional del alcohólico mandatario panista.
En una de las plantas de Cangrejera se realizaba un robo hormiga convenido hasta que fue totalmente demolida, se sacaban todas las piezas que eran vendidas en un mercado internacional hasta que quedó solo el cascarón.
Por si fuera poco a los brasileños les donó, el gobierno de Veracruz cuando era gobernador Fidel Herrera y su sucesor Javier Duarte de Ochoa, un terreno de 200 hectáreas para que construyeran un complejo, ya contaban con la experiencia de la prevaricación que fueron operada por el suegro incómodo de Tony Macías y Cesar Nava el funcionario consentido de Felipe Calderón.
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