¡Coatzacoalcos ciudad convulsionada, pero no inerme, porque es de gente trabajadora!
Pueden ser las abrumadoras y malintencionadas acciones mediáticas que se estilan en la actualidad para exacerbar los momentos difíciles de una sociedad que vive tensiones, terror y horror por la desorbitada plaga que ha contagiado a nuestro suelo mexicano, y que no hay forma de saber cuándo habrá de terminar.
Hemos estado viendo y escuchando los acontecimientos que estremecen a las cúpulas sociales y políticas, de hechos que cada vez sorprenden y con letras mayúsculas se van conociendo. El municipio de Coatzacoalcos en los últimos meses ha sido el centro de atención por los innumerables casos de barbarie, hechos que han ensombrecido y por ende aterrorizado hasta bajar la guardia de la gente nuestra, esa que ha sido por siempre bullanguera, alegre y simpática por sus tradiciones.
Estamos viviendo bajo la sombra de la duda, porque no hay control ni nadie que pueda salir o dar la cara para informar que ese no es el Coatzacoalcos que hemos conocido desde nuestra infancia, que no corresponde a la gente que ama y quiere a su tierra.
Los acontecimientos que nos está tocando ver, porque antes era, como se dice en el acervo coloquial, de “a oídas”, ahora es una verdad el enterarse; una realidad tan cruel que nuestros hijos también se contagian, por la facilidad de medios tan rápidos que la modernidad y tecnología nos permite casi tener todo al mismo instante los acontecimientos. Cuántos casos de criminalidad podemos como medio de comunicación dar a conocer a diario, cómo quisiéramos que como comunicadores, esto no fuera lo que buscáramos como noticia para darlas a conocer.
Pero hay quienes se aprovechan para acrecentar más las críticas hacia un gobierno, que es evidente se ha visto rebasado por lo que ahora tenemos como resultado de las más severas operaciones de corrupción, de ayer, de hoy y de siempre. El “cáncer” que azota a todos los sectores de la política y que tampoco se avizoran tiempos para frenarlos, porque la contaminación es tan grave donde pareciera que “todos somos iguales”. Y no es así.
Carecemos de una cultura de sabiduría real. Nos sentimos sobrios y opinamos desde cualquier lugar y medio, pero no somos capaces de contribuir. Nos rebasa en ocasiones la soberbia de opinar que el gobierno es malo y que comete errores tras errores y otros, acuñados por identidades ideológicas, aprovechan la ocasión para atizar más, pero no aportan nada, en cambio sí incrementan el odio y rencor y de ahí que, como dice el dicho “ni pichan, ni cachan, ni dejan batear”.
Queremos ver un Coatzacoalcos y su zona sur, bullanguero, de fiestas tradicionales, de actos de culturas, para no perder lo que es nuestro y de entretenimientos sanos. Eso ha sido en el pasado esta tierra y que como huéspedes de ella, le debemos poner la cara que siempre hemos sido. No el de las personas con la psicosis caminando a su lado, pero sí el de los porteños alegres y dicharacheros, el del empleado trabajador y servicial, el del tablajero en el mercado anunciado su producto a la marchanta, el del albañil gesticulando y bailando, sin importar que su meta es hacer y cargar la mezcla para construir la vivienda o edificio que con orgullo podrá decir que fue su gran esfuerzo, la obra que yacerá para siempre.
Nuestra sociedad sí está convulsionada, pero no está derrotada. Nuestra familia sí está preocupada, pero no por ello tiene los brazos abajo. Es tiempo de redoblar la seguridad de que lo que hacemos, lo hacemos bien y que desde nuestros hogares, conozcamos quiénes somos y a qué nos dedicamos, porque ahí está la base de lo bueno y de los desagradables tiempos que nos está tocando vivir.
Los últimos acontecimientos que han maniatado literalmente a todos, es producto sí, de la corrupción y de la idiosincrasia. Y si la justicia les tiene que llegar, es porque les habrán comprobado que sus conductas desafiaron la línea de la honradez y que sentenciaron sus ambiciones por la vía fácil.
Por lo tanto, cierto es que no es el verano marcado por la alegría y por el calor tradicional de estas tierras tropicales, que su entorno está enrarecido por lo que ya todos sabemos. Sin embargo, insisto, en mi particular punto de opinar, ¡Coatzacoalcos no es eso!, es el del amanecer y atardecer romántico, el del mar que arrulla y de su gente amable que invita a que vuelvan siempre.
Estamos seguros que ésta bendita tierra, pronto volverá a ser la que soñamos, dejar que las autoridades apliquen la ley y que castiguen a quienes cometan las faltas, porque al menos, sí hay creencia en las instituciones y mientras así se piense, cada uno de nosotros estaremos seguros de nuestras familias.
Por ello, si los políticos que luchan por la causas de una sociedad realmente les interesara ayudar a quienes hoy viven en la zozobra, en lugar de criticar deberían aportar ideas y unir fuerzas para sacar adelante este problema que sí es de todos, porque se podrá estar en las antípodas ideológicas, pero no comparto esas posturas que a leguas parecieran dejar sólo a un gobierno que le tocó recibir un estado en bancarrota y que lucha con lo poco que tiene, para dar credibilidad de lo que realmente hace.
Se sabe que los intereses políticos y de grupos están por encima de la sociedad y eso es también corrupción. Hoy a unos habrán de aplicarles la ley por lo que han hecho mal. Y ojalá así sea con todos los que aún faltan.
Luego entonces, hay que sacar la cara. Porque Coatzacoalcos, vive, es de gente trabajadora, y luchadora. No hay motivos para bajar la cabeza, es tiempo de afirmar y gritar a los cuatro vientos que “La Ciudad de las Avenidas” está fuerte y saldrá adelante.
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