El montaje de video escándalos se repite hoy como hace 13 años. Parece que a los dueños del poder en México se les ha acabado la imaginación y no tienen de otra más que reciclar guiones y escenarios. Baste usar un personaje a modo, un interés oportuno y una suma dispuesta con el mensajero apropiado.
Ahora que los medios impresos son cada vez menos impresos y más electrónicos, ya no fue Televisa sino El Universal, el que se prestó a mover los hilos de la embestida.
El motivo es el mismo: desacreditar el valor más importante para Andrés Manuel López Obrador, la honestidad, del cual ha hecho no sólo principio de vida y de actuación política sino también política de gobierno, la que aplicó al frente del gobierno del entonces Distrito Federal y la que está ahora en el centro de su propuesta para 2018.
Apuestan a la desmemoria pero encuentran hoy una sociedad más informada y pendiente de las truculencias del poder. Pero además, como dice Cervantes, nunca segundas partes fueron buenas.
Ya AMLO y una buena parte de la sociedad informada están inoculados contra este tipo de acometidas. En los video escándalos de antaño, que tuvo como figura principal a René Bejarano, Andrés Manuel denunció inmediatamente un complot.
El sistema y los medios informativos hicieron mofa de ese término, pero la verdad salió a la luz al paso del tiempo. El embaucador de entonces, el empresario Ahumada, dio a conocer con exactitud que dichos videos los conocieron primero Salinas y Diego Fernández de Ceballos, y que en contubernio con Televisa y Fox acordaron los términos y tiempos para darlos a conocer.
Hoy Andrés Manuel ha señalado al mismo Peña Nieto y a su gris secretario de Gobernación como los conocedores primarios de dichos videos, quienes decidieron publicitarlos a través de El Universal.
Prácticamente todas las aseveraciones de AMLO han dado en el blanco: la intención de privatizar los energéticos, cuando los gobiernos no habían aún hablado de ello; la intervención de Fox en la sucesión presidencial de 2006, después confesada con total desenfado por el guanajuatense; el fraude de 2006, evidenciado por Humberto Moreira y Elba Esther Gordillo; y por supuesto, la denuncia sobre los autores del video escándalo de 2004.
No pasará mucho tiempo sin que se den a conocer la verdadera autoría y el uso gubernamental para mancillar el buen nombre de López Obrador. Veremos entonces de nuevo el buen tino del tabasqueño.
En mayo seguramente saldrán a la luz otros episodios de la embestida del poder. Faltan las declaraciones puntuales de Duarte, tratando de involucrar a AMLO. Por lo pronto la estrategia de Morena ha rendido frutos: separar inmediatamente a la responsable de militancia y cargos en el partido, denunciar la embestida en el marco del crecimiento de Morena y escalar el enfrentamiento hasta la misma presidencia de la República.
El dirigente histórico de la izquierda en México ha decidido convocar en su favor los conocidos versos de Díaz Mirón: Hay plumajes que cruzan el pantano/ y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!
Pero hablando de otros plumajes, de plumíferos o pájaros de cuenta, es de celebrarse otro conocido poema, el que inicia: “Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje”, de González Martínez.
La elección del 4 de junio y la presidencial del 2018 serán una muy buena oportunidad para acabar de una vez por todas con la simulación de tanto engañoso plumaje: el que dan las casas y propiedades distinguidas de Peña, Duarte, Yunes, Chong, Videgaray… y otros de la escena nacional y veracruzana.
marco.a.medinaperez@gmail.com