Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Son más de cuatro lectores
2016-01-18 | 09:24:31
Estoy empezando a sospechar que tengo más de cuatro lectores. Con motivo del artículo que publiqué el sábado último, en el cual reiteré mi afecto por Humberto Moreira, amigo de años, y mi solidaridad con él y con su familia en la hora difícil que ahora viven, recibí en mi correo casi 300 mensajes. La mayoría, debo decirlo, son contrarios a mi posición, pero todos están redactados en forma comedida, y aun amable. Muchos empiezan diciendo: “Con el respeto que usted se merece”. Solamente uno de esos correos fue injurioso -¡uno entre tantos!- , y me hizo sentir pena por haber sido causa de que un prójimo mío atentara de ese modo no contra mí, sino contra su condición humana. Los más de los firmantes me reprocharon mi falta de objetividad. He dicho siempre, y lo reiteré en ese texto, que escribo más con el sentimiento que con el pensamiento. No soy objetivo, y nunca lo seré. Ni la teoría del periodismo ni la ética de la profesión me obligan a la objetividad. Soy columnista, no reportero ni entrevistador. En tal carácter puedo expresar lo que creo, lo que siento, aunque al hacerlo sea tremendamente subjetivo. Admiro a quienes son portadores de la verdad: yo sólo digo mi verdad. En todo lo que escribo se me hallará de cuerpo y alma presentes. Ahí estoy yo. Ahí soy yo. Con todos mis defectos y mis fallas soy leal a mí mismo: si no lo fuera no podría ser leal a mis lectores. Celebro mis coincidencias con ellos, pero les faltaría al respeto si escribiese para adularlos, pensando en no disgustarlos. No temo ir contra la corriente, ni me ofendo si me dicen que soy defensor de causas perdidas. Por eso agradecí el mensaje de Homero E.: “. Recuerdo cuando en tiempos estudiantiles lo iba a escuchar en sus sabrosas pláticas en el Tec de Monterrey, y no olvido que elogió mi ‘paciencia de coleccionista’ al autografiar una de las tantas libretas llenas con sus invaluables Miradores. Acabo de leer sus palabras sobre Humberto Moreira, y una vez más me sorprende usted con su forma de ser. Cuando lo más lógico y dable al ser humano es hacer leña del árbol caído, usted no sólo no lo hace, sino que habla bien del caído. ¡Cuánto daría por tener un amigo que se comportara así! Con admiración, cariño y respeto. Uno y medio de sus cuatro lectores (estoy medio gordito)”. Agradecí igualmente lo que me dice Lety C.: “. Soy su ferviente admiradora, no sólo por lo bello que escribe, sino porque en su escritura se retrata su alma. Lo que escribe hoy de Moreira refleja que es usted un ser de valor: cualquier oportunista es amigo en la fama y la opulencia; ser amigo en la desgracia, sólo gente como usted”. Agradecí con igual agradecimiento las opiniones contrarias. Me escribió Luis Fernando G.: “. Nunca difería de tus escritos, porque siempre estaban redactados atinadamente, mesuradamente, elocuentemente, razonadamente, inteligentemente, convincentemente, brillantemente, imparcialmente. Pero tu columna de hoy, no. Jamás había estado en desacuerdo contigo, pero hoy sí. Y ¿sabes qué? Me duele decirlo, pero de pronto la mágica sensación de verte como alguien diferente se perdió. Eres como yo. Eres como todos. Tu amigo Luis Fernando G.”. Me dijo Alejo M.: “Impresionante y muy talentosa la defensa que hace de un indefendible amigo. ¡Qué gran lujo tener un amigo como
usted!...”. Agradezco todos los mensajes, igual los de reproche que los de encomio. Y llevaré conmigo siempre las palabras que en una emotiva carta me dirigió Rubén Humberto Moreira Guerrero, joven hijo de Humberto: “Conocía al personaje de Catón, pero no conocía al hombre. Lo conocí hace tiempo: en medio de la tempestad política usted fue uno de los pocos que salieron en defensa de mi padre por el trabajo que realizó en Coahuila. Él me comentaba lo mucho que mi abuelo, a quien no tuve la fortuna de conocer, lo admiraba y respetaba por su pluma. Hoy nuevamente, en esta hora difícil, es su voz la que da aliento a nuestra familia; sobre todo -lo que más le agradezco- a mi abuelita. De todo corazón, muchas gracias, y que Dios lo bendiga.”. Vuelvo a repetirlo: quizás en el pensamiento me equivoco, pero en los sentimientos no. FIN.

MIRADOR ›armando fuentes aguirre
Nevó anoche en las montañas de Ábrego. Salí de la cama, a pesar de que el sol había dicho que ese día él no iba a salir. A través del cristal de la ventana miré la blancura de la nieve en los picachos de Las Ánimas. No se movían las ramas de los árboles. Callaba el mundo. Voló de pronto un cuervo, como si en él la niebla se hubiera condensado. Fui a la cocina. Ahí me esperaba ya una taza de humeante yerbanís. Su aroma campesino y su calor llegaron al último aposento de la casa donde vive mi alma. Se alegró ella por el nuevo día, aunque no brillara el sol. Ya brillará. El sol siempre está ahí. Una mañana tenderá su bandera de luz sobre los campos. Al paso de los días la nieve se volverá hilos de agua y bajará por las quebradas de la sierra hasta el arroyo. Con su caudal regaremos los nuevos árboles y la semilla nueva. Arde la leña en el fogón. La olla que borbotea canta una canción antigua. Al antiguo hombre que soy yo lo vence el sueño. Y sueño las montañas y la nieve, los árboles y el cuervo, el sol y el agua, la canción de la olla. Y me sueño yo. ¡Hasta mañana!...
MANGANITAS ›por afa
“Un hombre abandonó a su esposa, pero año tras año la señora sigue teniendo hijos”. Ella da la explicación: “Que a nadie se le haga extraño. El pobrecito cada año viene a pedirme perdón”.

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