Por Catón
Columna: De Política y Cosas Peores
Paraíso Terrenal
2016-01-10 | 11:19:23
Cierto político de moda tenía una queridita 20 años más joven que él. Una noche bebía en la cantina, y le dijo con tono fanfarrón al cantinero: “Voy a ver a mi chiquita”. Le indicó el hombre: “El baño está al fondo a la derecha”.

Dos amigos se encontraron después de mucho tiempo de no verse. Luego de los saludos de rigor (“¿Cómo has estado? ¿Qué piensas de la fenomenología de Husserl?”) uno le preguntó al otro: “¿A qué te dedicas ahora?”. Contestó el interrogado: “Trabajo para Nalgarina Grandchichier, la sensual vedette de enhiesto tetamen y opimo nalgatorio. Por 100 pesos diarios la ayudo a vestirse y desvestirse”. Opinó el amigo: “Es muy poco”. “Lo sé -admitió el otro-. Pero no puedo darle más”.

Don Languidio Pitocáido, senescente caballero, fue a comprar un traje. Lo acompañó su esposa, doña Avidia. El encargado de la tienda le mostró al feble señor un terno -terno es el conjunto de saco, chaleco y pantalón- y le dijo: “Este traje le quita a usted 10 años de encima”. Preguntó de inmediato doña Avidia: “¿No tiene una piyama que surta el mismo efecto por la noche?”.

Afrodisio, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, fue a una librería y le dijo al encargado: “Quiero el libro ‘La mujer inmoral’ de Irving Stone”. Acotó el librero: “El título de la obra es ‘La mujer inmortal’”. Replicó Afrodisio: “Ésa no me interesa”.

Dulciflor, muchacha ingenua, casó con Libidiano, que alguna vez estuvo tres horas en París en el curso del tour “Europa eterna”, y que por eso gozaba de fama en su pueblo como hombre conocedor de toda suerte de erotismos. Cuando la parejita regresó de la luna de miel la mamá de la flamante desposada le preguntó, inquieta: “¿Cómo te fue?”. Contestó Dulciflor: “Bien, en lo que cabe”. La señora se alarmó. Le dijo con mirada inquisitiva: “Espero que en lo que no cabe no haya sucedido nada”. (No le entendí).

Don Crésido Moneto fue en un tiempo hombre de fortuna. Azares de la vida, sin embargo, lo llevaron a la pobreza, a tal punto que se vio en el extremo de tener que pedir limosna en la vía pública. Un reportero supo de su historia y fue a entrevistarlo. Le preguntó. “¿Hace cuánto fue usted rico?”. Contestó don Crésido: “Hace dos esposas”. (Reflexión: No es lo mismo caer en los brazos de una mujer que caer en sus manos).

Una señora acudió a la consulta del doctor Duerf, psiquiatra de la escuela vienesa (la Secundaria “Untauglich”, de la capital austriaca), y después de exponerle el problema que la llevaba ahí se levantó la falda, se bajó el chonino y le mostró las pompas al facultativo. A pesar de su vasta experiencia clínica el analista no pudo menos que asombrarse: los amplios y redondos hemisferios de la paciente estaban cubiertos con diagramas para jugar al juego que en unas partes se llama “gato” y en otras “tres en raya” o “tatetí”. Le preguntó el doctor Duerf a la mujer: “¿Y esto es lo que la hace pensar, señora, que a su marido ya no le interesa su cuerpo para hacer el amor?”

Bucolina, garrida moza campirana, iba con su cántaro a la fuente. En el camino le salió al paso el joven Fornicio, hijo del dueño de la hacienda. El guapo galán iba en su caballo cuatralbo. Su apostura y el mechón de pelo que le salía del sombrero y le cubría la frente le daban un cierto aire a Jorge Negrete, el charro cantor. “¿A dónde bueno, muchacha?” -le preguntó Fornicio a Bucolina con voz de jaque bravucón después de llevarse la mano al ala del jarano a modo de saludo. Respondió ella, humilde: “Voy al agua, patroncito”. Y al decir eso removía la tierra con el pie. “Cada día más chula” -la requebró Fornicio. “Favor que usté mi hace, niño” -contestó ella. Y seguía removiendo la tierra con el menudo pie. Le preguntó Fornicio: “¿Por qué escarbas con el zapato?”. Explicó la muchacha: “Pa’ hacer camita, y que el suelo no esté tan duro ahora que me tumbe usté”. (Después relataría Bucolina: “Cuando quise gritar no pude, y cuando pude gritar no quise”).

El ordenador le propuso a la computadora: “¿Hacemos el amor?”. “Hoy no -respondió ella-. Tengo un virus”. “Lástima -suspiró el ordenador-. Traigo el disco duro”.

El niñito le preguntó a su padre: “Papi: ¿qué es el Círculo Polar Ártico?”. Respondió de mala manera el genitor: “Pregúntale a tu mamá. Ella tiene uno”. FIN.



MIRADOR

Armando Fuentes Aguirre


Historias de la creación del mundo.

En el paraíso terrenal Adán era feliz en su inocencia.

Eva, tan inocente como el hombre, era igualmente feliz.

Y la serpiente era feliz también, con la inocencia de las criaturas animales.

Pero ya desde aquel tiempo no había felicidad duradera, ni siquiera en el paraíso.

Cierto día el Padre llamó a la serpiente y le dijo:

-Te tengo un trabajito.

Ahí terminó todo.

O ¿debo decir que ahí todo comenzó?

¡Hasta mañana!...





MANGANITAS

Por AFA


“Una pareja de recién casados se registró en el hotel”.

En manera muy sutil

les dijo el dueño, oportuno:

“Son mil pesos por cada uno”.

Y el muchacho dio 6 mil.




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