Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Es mejor ser profeta
2015-10-29 | 08:46:32
Es mejor ser profeta


El famoso karateca Shin-Gon contrajo
matrimonio. La noche de las bodas hizo
que su flamante mujercita se reclinara,
nuda, en el tálamo nupcial con actitud
voluptuosa de Cleopatra, y luego se abalanzó
sobre ella al tiempo que profería
el estentóreo grito de quienes practican
el deporte del karate: “¡¡¡Yaaaaa!!!”. No
habían pasado ni siquiera diez segundos
cuando Shin-Gon volvió a decir, ahora
con expresión desconsolada: “Ya”. (Nota:
en japonés la expresión “eyaculación
prematura” se dice “¿Kómo-keyá?”)...
El libro de Biología le dijo al de Español:
“¿Supiste que el libro de Matemáticas
se suicidó?”. Preguntó el primero: “¿Por
qué haría eso?”. Respondió el otro: “Tenía
muchos problemas”...
Alguien le repitió a Babalucas la manida
frase: “El perro es el mejor amigo
del hombre”. “No es cierto -opuso,
terminante, el badulaque-. El mejor
amigo del hombre es el cocodrilo”. “¿El
cocodrilo?” -se sorprendió el otro-. ¿Por
qué el cocodrilo?”. Replicó Babalucas:
“Leí que el cocodrilo hembra pone 10
mil huevecillos, y el macho se come 9
mil 999. Si no hiciera eso ya estaríamos
hasta la madre de cocodrilos”...
El modo más seguro de equivocarse
es hacer una profecía. Desde luego hay
profecías erróneas que terminan por volverse
verdaderas. “Escaseará la gasolina”
-augura sin fundamento un comunicador
escandaloso. Los conductores de vehículos
acuden en pánico a las gasolineras
y, en efecto, el combustible acaba por
escasear. Para dar nombre a ese tipo de
fenómenos el sociólogo norteamericano
R.K. Merton acuñó la frase “self-fulfilling
prophecy”, profecía que se cumple a sí
misma...
Hoy hablaré de Colima, y eso que no
tengo un colimador. ¿Qué es un colimador?
Así se llama el lente que va montado
sobre los telescopios para hacer más fácil
su enfoque. A pesar de tal carencia me
permito hacer un vaticinio: el PRI ganará
finalmente la gubernatura de Colima.
¿Qué elementos tengo para hacer ese
riesgoso augurio? ¡Ninguno! Si tuviera
elementos no sería un profeta: sería un
analista. Y prefiero mil veces que cuando
yo vaya por la calle la gente diga de mí:
“Ahí va un profeta”, y no que diga a secas:
“Ahí va un analista”. Lo de profeta viste
más.
La Biblia, por ejemplo, no tiene un
libro dedicado a los analistas, pero sí uno
para los profetas. Éstos terminan casi
siempre por ser martirizados, en tanto
que los analistas paran generalmente en
asesores del Gobierno. En fin, profetizo
que el PRI ganará finalmente la gubernatura
de Colima. Y vaya que no aspiro
a ser nombrado asesor. Y menos aún a
ser martirizado.
Aquella señora tenía problemas auditivos.
Un reputado otólogo le prescribió el
uso de algún aparato para la sordera. Ya
en la casa le dijo su marido: “Comemos
y luego vamos a comprar tu aparato”.
“Está bien -aceptó ella-. ¿Quieres aquí
mismo en la sala o vamos a la recámara?”.
Repitió el hombre alzando más la voz:
“Comemos -¡comemos!- y luego vamos
a comprar tu aparato”. (No le entendí)...
Viene ahora un cuento que las personas
con escrúpulos de moralina deben
abstenerse de leer. Lo leyó doña Tebaida
Tridua, presidenta ad vitam interina de
la Pía Sociedad de Sociedades Pías, y la
lectura le provocó un episodio grave de
obstipación -o sea constipación, estreñimiento-
que su médico de cabecera tuvo
que tratarle con una dosis cuádruple de
canchalagua de Aragón, enérgico purgante.
Quienes no quieran exponerse a semejante
contratiempo deben saltarse
hasta donde dice FIN. Don Prisco era
un maduro solterón. En su juventud tuvo
una novia, y le propuso matrimonio. La
muchacha le pidió tiempo para pensar las
cosas. Eso le dio tiempo a don Prisco para
pensar las cosas, y finalmente no se casó.
Llegado ya a la edad madura solía
visitar un día por semana a una señora
fácil de cuerpo y complaciente de alma,
la cual señora vivía en el quinto piso de
un edificio.
Cierto día -aquel en que el veterano
hacía su visita semanal- el elevador se
descompuso, y el maduro caballero tuvo
que subir penosamente por la escalera.
Llamó a la puerta, y la señora abrió. Dijo
don Prisco respirando con agitación:
“¡Vengo con la lengua de fuera!”. “Ah -comentó
la mujer-. Ya listo ¿no?”. (Tampoco
le entendí). FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Llegan al huerto los vareadores
con sus altas pértigas, y los nogales
los reciben como a amigos. Y es que
los golpes de las varas los ayudarán
a dar su fruto, y tal es su misión: dar
fruto. No protestan por esos golpes,
ni se quejan. Silba la pértiga y los
árboles responden con su dádiva
de nueces.
A veces a los hombres nos golpea
la vara de Dios. ¿Por qué? Nadie lo
sabe. Las preguntas de Job siguen
sin respuesta. Aquí un varazo:
muerte. Otro varazo allá: enfermedad.
Varazos de sufrimiento,
de quebrantos de vida, de pesar.
Yo, que no he merecido el don
del sufrimiento, me pregunto cómo
responderé cuando Dios me golpee
con su vara. ¿Seré rebelde airado
o inclinaré con mansedumbre la
cabeza?
Quiero tener la sabiduría del
árbol, y ante los golpes dar mi fruto
con la humildad perfecta del nogal.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Dos recién casados quemaron
el colchón de su cama en la noche
de bodas”.
Leí con sorpresa suma
la citada información
y no hallé la explicación:
ninguno de los dos fuma.

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