Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
De políticas y cosas peores
2015-10-15 | 09:35:56
La recámara de don Feblilio era un cuarto
menguante. Con eso quiero decir que las
facultades amatorias del provecto señor
iban disminuyendo cada día.
Fue a ver a don Gordolobo, herborista y
curandero, y el hombre le recetó una poción
afrodisíaca hecha por partes iguales con
hierba damiana, hueva de lisa, polvo de
piedra bezoar, clorhidrato de yohimbina,
raíz de ginseng y cuerno de rinoceronte
molido.
(¿Para qué tantas cosas, y tan peregrinas?
Con un centilitro de las miríficas
aguas de Saltillo el lánguido señor habría
quedado convertido en viripotente semental).
A los pocos días don Feblilio llamó por
teléfono al curandero. Le preguntó: “¿Hay
algún antídoto que contrarreste los efectos
del fármaco afrodisíaco que me recetó?”.
El herbolario se sorprendió. “¿Para qué
necesita usted un antídoto? ¿Acaso el elixir
que le di resultó demasiado potente?”. “No
-contestó don Feblilio-. Pero mi esposa
Pacianita pensó que era gel para el cabello.
Ahora trae los pelos todos parados y no se
los podemos aplacar”...
La maestra exhortó a sus pequeños
alumnos, y lo hizo en versos octosílabos:
“De la suerte nunca esperen / ni dinero ni
ventura. / Estudien, niños, si quieren / ser
dueños de una fortuna”.
Tras recitar esa cuarteta declaró: “Los
hombres triunfan por sus sesos”. Pepito
le preguntó a su vecino de banca: “Si los
hombres triunfan por sus ésos ¿entonces
qué caso tiene estudiar?”.
Recuerdo con la nostalgia de las buenas
cosas idas el tiempo en que las líneas aéreas
mexicanas se caracterizaban por su puntualidad.
Raro el vuelo que se retrasaba.
Ahora, en cambio, es raro el que no sufre
demora. En verdad el que sufre no es el
vuelo, sino los pasajeros, para quienes los
retrasos son causa de toda suerte de inconvenientes
y molestias. Las líneas culpan
de eso a la saturación del aeropuerto de
la Ciudad de México. ¿Será?...
Don Algón, salaz ejecutivo, conoció en
un hotel de Cancún a una hermosa chica.
Entabló conversación con ella so pretexto
de preguntarle su opinión sobre los conflictos
bélicos del Medio oriente, y la chica
le dijo: “Vine aquí huyendo de la rutina”.
Don Algón le hizo la corte asiduamente,
pero la bella joven no respondió a sus
insinuaciones. Estrechó más el cerco, y
ella mantuvo su fría indiferencia. Finalmente
le pidió permiso para visitarla en
su habitación a cambio de una generosa
contraprestación en dinero.
“Imposible -rechazó la mujer-. Ya le
dije que vine aquí huyendo de la rutina”.
Adujo don Algón: “Precisamente. Lo que
te propongo te haría romper la rutina”. “Al
contrario -replica la muchacha-. Me haría
volver a ella. Soy call-girl en Nueva York”...
En el consultorio del doctor Ken Hosanna
la afligida madre clamó llena de
angustia: “¡Doctor! ¡Algo muy raro le
sucede a mi hija! ¡Cuando hace pipí, en
vez de pipí arroja monedas de un peso!”.
Preguntó el facultativo: “¿Qué edad tiene
su hijita?”. Respondió la mujer: “Acaba
de cumplir 13 años”. Dijo el facultativo: “Es
explica entonces lo que le sucede. La niña
está en la edad del cambio”.
Don Cornamuso se presentó ante el juez
y le dijo que quería divorciarse de su esposa.
“¿Por qué?” -inquirió el juzgador. Explicó el
quejoso: “A estas alturas de la vida quiere
que yo siga educándome”. Replicó el juez:
“El afán docente que muestra su señora
no es causal de divorcio.
“Debería serlo -insistió don Cornamuso-.
Anoche llegué a mi casa y encontré a
mi mujer en la cama con un desconocido.
El hombre mostraba un gran dominio de
las artes amatorias, tanto que tenía a mi
esposa en éxtasis carnal”.
“Ya veo -dijo el juez-. Usted quiere divorciarse
de su esposa por causa de adulterio”.
“No -volvió a decir don Cornamuso-.
Quiero el divorcio porque ella quiere que
a mi edad yo siga educándome.
Cuando se dio cuenta de que los estaba
viendo me dijo: “Fíjate bien, a ver si
aprendes algo”. Babalucas denunció por
discriminación a la Comisión de Derechos
Humanos: Dijo: “Yo soy zurdo”. El presidente
del Sultry Country Club anunció en
la reunión mensual: “Al baile de Navidad
sólo podrán venir los socios y sus esposas”.
Un bromista levantó la mano y preguntó:
“Yo soy divorciado, pero tengo una
amiguita. ¿La puedo traer?”. Respondió
con firmeza el presidente: “Sólo si es esposa
de uno de los socios”. FIN


MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Henri de Braekeleer es un pintor
del cual muy raras veces se oye hablar.
Hacía cuadros de costumbres
a la manera de los viejos maestros
holandeses. Rara vez salía de su
estudio, y cuando salía era por las
noches, para vagar sin rumbo ni
compañía por las calles. Esa disposición
de espíritu se muestra en
su paleta, de oscuras tonalidades
sombrías: sienas, ocres, pardos,
negros, blancos...
Súbitamente, sin embargo, los
cuadros de Braekeeler se llenaron
de luz. Comenzó a hacer paisajes
sonrientes, coloridos. Los críticos
afirman que se operó ese cambio
porque conoció a los impresionistas.
No es así. La verdad es que se
enamoró: fue el amor lo que llenó
sus cuadros con el color del gozo
de la vida.
En sus últimos años Braekeeler
sufrió quebrantos muy penosos. En
1908 murió en un manicomio. Nos
quedan sus cuadros, luminosos y
alegres, con la alegría y la luz que
el amor pone en el corazón de los
humanos, y en sus obras.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Un sacerdote reprendió en el
confesonario a una mujer”.
Preguntó a la penitente:
“¿Le eres fiel a tu marido?”.
Respondió en tono ofendido:
“Sí, padre. Frecuentemente”.

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