Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
De políticas y cosas peores
2016-01-16 | 09:32:44
Un turista norteamericano se topó en
cierta calle de París con una audaz cocotte
que lo arrastró a su budoir en la Rive
Gauche. Preocupado por la forma de pago
-no traía cash- le preguntó: “¿Qué te parece
American Express?”. “Está bien, monsieur
-respondió ella-. Lo haré lo más rápido
que pueda”.
Es difícil explicarle a un niño por qué
papá se pone cada día más canoso, y mamá
cada día más rubia.
Afrodisio le dijo a Simpliciano: “Sé que
andas de novio con esa muchacha a la que
le dicen ‘La tos ferina’”. El boquirrubio se
amoscó: “¿Por qué le dicen así?”. Contestó
Afrodisio: “Porque todos la tuvimos alguna
vez”.
Jamás diré yo mal de Humberto Moreira
Valdés. Es mi amigo; lo ha sido desde que él
era joven y yo aún no tan viejo. Amigo mío
fue igualmente su padre, maestro inolvidable,
y lo es también Rubén, su hermano, mi
alumno ayer, gobernador de Coahuila hoy,
de quien he recibido muestras de afecto
que siempre voy a agradecerle.
Nunca diré yo mal de Humberto Moreira,
lo reitero, y menos ahora que ha entrado
en una dolorosa vía que quién sabe cuándo
terminará. He dicho muchas veces que
escribo más con el sentimiento que con
el pensamiento. Tácheme quienquiera de
ser mal periodista: prefiero eso a faltar a
la fe de un amigo, a ser ingrato o desleal.
Que me perdone el señor don Aristóteles.
Él dijo -o dicen que dijo-: “Amicus
Plato, sed magis amica veritas”. Platón es
amigo, pero más amiga es la verdad. Sin
irrespeto para el Estagirita yo digo al revés:
“Amica veritas, sed magis amicus Plato”. La
verdad es amiga, pero más amigo es Platón.
Y es que la verdad pertenece al mundo de
lo razonable, en tanto que la amistad es
cosa que toca a la emoción.
La verdad es huidiza: lo que para uno es
verdadero para otro será falso. La amistad
verdadera, en cambio, es firme y perdurable.
La verdad es abstracta, a diferencia de
la mano del amigo, o de su abrazo.
Es cierto que Humberto Moreira incurrió
en graves errores, pero igualmente
hizo mucho bien al estado que gobernó.
Transformó no solo a Saltillo, sino a todas
las poblaciones de Coahuila, grandes
y pequeñas. Sigue gozando en su solar
nativo de aprecio y popularidad. Si aun
después de su defenestración se hubiese
presentado en su ciudad como candidato a
un puesto público, de seguro habría ganado
la elección.
La gente sabe que las mayores culpas no
fueron de él, sino de malos colaboradores
que abusaron de su confianza y su generosidad.
No se me escapa que por decir
todo esto arrostraré opiniones adversas,
y aun injurias.
Escucharé con respeto las primeras; las
segundas las desoiré. Pero estaré tranquilo,
pues escribí pensando no en el parecer
ajeno, sino en el juicio de la conciencia y
el corazón. Sé bien que todos debemos
pagar nuestras fallas y equivocaciones,
pero lamento la suerte de mi amigo y estoy
con él y con su familia en esta hora difícil.
Muy solemne has estado hoy, escribidor
inane. No sé si aplaudir tu manera de
sentir o reprochar tu modo de pensar. Me
abstendré de hacer una cosa y la otra. En tu
caso, sin embargo, recordaré el apotegma
jurídico según el cual “In dubio pro reo”,
en caso de duda hay que inclinarse por el
acusado, y citaré las palabras de Gayo, ilustrísimo
jurisconsulto: “Semper in dubiis
benigniora praeferenda sunt”.
En los casos dudosos la interpretación
más benévola debe ser favorecida. Pero
basta de latinajos, y cumple ya el ofrecimiento
que ayer hiciste, de sacar a la luz
el cuento más breve y más pelado en lo
que va del año.
Lo conoció doña Tebaida Tridua, presidenta
ad vitam interina de la Pía Sociedad
de Sociedades Pías, y la lectura de ese chascarrillo
le causó un revolvimiento gástrico
tan fuerte que su médico de cabecera tuvo
que administrarle una tisana de hojas de
viborán con polvos de tartrato de potasio
y antimonio, enérgico vómico y emético.
No me sorprende el mal que acometió a
la ilustre dama: tu relato, en efecto, aunque
está formado por solamente 14 palabras,
es en extremo majadero. No lo leeré, pues
soy persona de buenas costumbres y moral
estricta, pero le pediré a alguien que me
lo lea.
La mujer le dijo al hombre: “No uses
preservativo. Me gusta la comida orgánica”.
(No le entendí). FIN.

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