Por Silverio Quevedo
Columna: En la mira
El verdadero fondo y trasfondo de SAS
2015-09-29 | 09:00:54
Tanto se ha hablado ya sobre que ahora el Sistema de Agua y Saneamiento Metropolitano de Veracruz (mejor conocido como SAS) cederá su operación a una nueva empresa mixta conformada por dos trasnacionales –ambas cuestionadas por diferentes circunstancias-, que ya resultaría ocioso insistir sobre el tema, pero lo que sí vale la pena comentar en este espacio es la verdadera raíz del problema.
Esta brevísima crónica inicia desde el mismo instante en que se creó el SAS sustituyendo al desaparecido CRAS (Comisión Regional de Agua y Saneamiento, allá por el año 2003, cuando se contaba con unos 900 empleados, de los cuales dos terceras partes eran personal sindicalizado y unos 300 más de confianza que trabajaban para dar servicio a un poco más de 170 mil usuarios y todo parecía miel sobre hojuelas, pues la cartera vencida ascendía a unos 40 millones de pesos y sus ingresos eran superiores a sus gastos, gracias a que en esa época el Sistema contaba con los ingresos por servicios de agua al Puerto de Veracruz.
Sin embargo, esto duró apenas un par de años, ya que para el año 2005, el paso del huracán Stan dejó al descubierto una infraestructura vieja y sin mantenimiento que resultó en un sin número de hundimientos provocados por las fugas que existían en la vetusta red de agua y drenaje, -que dicho sea de paso, en algunos tramos rebasa los 50 años de antigüedad-. Las consecuencias ya las ha padecido y las sabe perfectamente la ciudadanía.
A pesar de esto, el Sistema reportaba incrementos en sus ingresos, llegando a superar los 360 millones de pesos, pero sus gastos -principalmente la nómina- también se incrementaron, al grado de exceder en 20 millones a los ingresos. Por primera vez se presentó un ejercicio deficitario y ese fue el principio del fin, pues esta situación se repitió hasta la fecha.
Para el año 2008 las presiones del sindicato y una administración tolerante y laxa derivaron en un crecimiento viral de la plantilla laboral con un contrato colectivo impagable y una abundante cartera vencida. Obviamente, las finanzas estaban ya colapsadas.
Desde el 2011 el SAS ya era inoperante, carecía de recursos suficientes para dar mantenimiento a su red y la ampliación de la cobertura era prácticamente imposible si no se contaba con el fondeo federal o estatal.
Los siguientes años no han sido diferentes, muy por el contrario; la ambición desenfrenada de una lideresa sindical asesorada por un voraz personaje de tristes recuerdos, que entre otras cosas fue el responsable de que otro sindicato llevara a la quiebra al Instituto Mexicano del Café (INMECAFE), logró que hoy en día la planilla de sindicalizados supere los mil 300 empleados (más del 100 por ciento en doce años) y que las prestaciones contenidas en su contrato colectivo sean superiores a casi cualquier otro en el país, y aún sigue exigiendo incrementos salariales del 20 por ciento, tal como ocurrió en el 2014.
Ante la realidad de un Sistema con muchos más gastos que ingresos, pasivos comerciales y laborales que crecen día con día, incapaz de invertir en rehabilitación, mantenimiento, ampliación, modernización o cualquier otra necesidad para asegurar el servicio a las familias veracruzanas; a nadie debe sorprender el presente del SAS. Esta, entonces, era una muerte anunciada desde hace al menos 10 años. Era sólo cuestión de tiempo y ese tiempo ya llegó.
Poco o nada han hecho los 5 directores que han tenido la responsabilidad de su administración. El Gobierno del Estado ha estado dando respiración artificial al SAS desde hace mucho tiempo hasta donde ha podido, y aún hay quien dice que con un crédito bancario se podría rescatar. El problema sería encontrar a un banco lo suficientemente “distraído” como para que le preste millones de pesos a una institución que desde hace años no garantiza ni el pago de su recibo de luz, pero que nadie ha querido reconocerlo.
La realidad –y nadie puede tapar el sol con un dedo-, es que así como escribió Gabriel García Márquez en su inolvidable novela Crónica de una muerte anunciada, el SAS cae apuñalado por la lideresa y el asesor de su sindicato, tal como Santiago Nasar a manos de los hermanos Vicario, según el citado clásico.
La protesta que realizan los trabajadores es justa, todo trabajador quiere proteger su fuente laboral, pero ni ellos que son la base ni la población dimensionan la realidad porque no tienen el acceso a esta información, lo que es injusto y una aberración es el exceso y el fondo quebrantado con trasfondo de intereses personales. Eso es todo.
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