Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Plaza de almas
2014-10-07 | 09:30:13
Yo, la verdad, no entiendo con claridad eso
del bien y el mal. Admiro mucho a quienes
pueden distinguir entre ellos, pues al mal
lo miran absolutamente negro, y absolutamente
blanco al bien. No es que yo los vea
grises a los dos; sé que son muy diferentes
uno de otro, pero ambas categorías me
resultan bastante complicadas.
No tienen la sencillez, digamos, de las
altas matemáticas, que pertenecen al
mundo de lo exacto, y cuyos problemas,
con todo y ser tan altos, admiten una sola
solución. La cuestión del bien y el mal, en
cambio, presenta más dificultades.
Consideren ustedes, por ejemplo, el caso
de este muchacho de provincia que fue
a estudiar a la Ciudad de México. Su padre
le hizo una recomendación: “Cuídate de
los rateros. Los del Distrito Federal son
capaces de robarte los calcetines sin quitarte
los zapatos”. Su mamá, por su parte,
le pidió encarecidamente: “No vayas a ir
con las mujeres malas”.
Abroquelado con esas sabias prevenciones
el joven llegó a la Capital y empezó
a vivir la metódica vida de estudiante. Tal
método se interrumpió una noche. Diré
por qué, y cómo. Cierto sábado en la noche
entró en un bar, pues acababa de cobrar
el giro telegráfico de la mensualidad que
le enviaban de su casa.
Sufría penas de nostalgia, y quiso disiparlas
con una copa o dos. Ni una más, se
prometió, pues eso era ya disipación. En
el bar lo abordó una dama muy agradable,
muy atenta, que le preguntó de dónde era
y qué hacía ahí tan solito. Él, ya con dos
copas encima, le confió sus cuitas de estudiante
solitario.
Le invitó una copa, y bebió con ella tres o
cuatro más -¿o fueron cinco o seis?-, hasta
que se sintió ya muy tomado y no quiso
beber más. Entonces ella le sugirió que
fueran a otra parte a continuar la plática.
Sacó él su cartera para pagar la cuenta,
y la mujer, con ojos diestros, la vio muy
bien nutrida.
El lugar a donde lo llevó para seguir la
plática fue su departamento. Ahí bebieron
otras dos copas -¿o fueron cuatro o tres?-,
y luego la anfitriona lo llevó a la cama.
A pesar de lo tomado sucedió lo que en
tales ocasiones suele suceder. Tras de lo
sucedido ella le dijo: “Ya es muy tarde para
que te vayas. Quédate a dormir”.
Él se durmió inmediatamente: tras
Baco y Venus suele venir Morfeo, si me
permiten el culteranismo. Su sueño, sin
embargo, no fue tan pesado como esperaba
la mujer. Tuvo la ligereza del recelo.
El muchacho se despertó al sentir que ella
se levantaba de la cama.
En la penumbra de la habitación alcanzó
a ver, con ojos entreabiertos o semicerrados,
según se considere, que aquella
dama tan gentil, tan amable, le sacaba la
cartera del bolsillo del pantalón y tomaba
los billetes.
Luego, caminando de puntillas, fue a
donde se hallaba una pequeña maceta.
Levantó la planta artificial que ahí estaba
y puso abajo los billetes. Los cubrió con
la planta, regresó a la cama y se acostó.
Él, asustado, siguió todos sus movimientos
sin moverse. ¿Qué hacer? -pensó con
angustia.
Eso le sucedía por no haber seguido el
consejo de su santa madre. Bien pronto la
mujer se quedó profundamente dormida.
Oyó él su respiración acompasada, y aun
cierto ronquido. Temblando se levantó,
cauteloso, se vistió sin hacer ruido y con los
zapatos en la mano se dispuso a escapar.
Pero antes fue a donde estaba la maceta,
levantó la planta y tomó los billetes. Luego
salió del departamento, a toda prisa bajó
las escaleras y corriendo llegó a la calle.
Tomó un taxi y fue a la casa de asistencias
donde vivía. En su cuarto, latiéndole de
prisa el corazón, contó su dinero.
La mensualidad que le enviaban sus
papás era de 300 pesos. En el bar había
pagado -lo recordaba bien- 55. Debía traer
entonces 245 pesos. (Los problemas de
matemáticas, lo dije ya, son muy sencillos).
Pero lo que traía no eran 245 pesos:
eran 2 mil 70. No sólo había recuperado su
dinero: había tomado también el botín de
otros saqueos hechos por la amable dama,
que escondía en la maceta el fruto de sus
latrocinios.
Ahora bien: ¿debió el muchacho devolverle
a la mujer ese dinero? A mí no me
pregunten. Ya dije que me resulta muy
difícil la cuestión del bien y el mal. Mejor
pónganme un problema de cálculo integral,
diferencial o infinitesimal, a escoger.
Eso es más facilito... FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Historias del señor equis y de su
trágica lucha contra La Burocracia.
El Funcionario del Estado hizo llamar
al señor equis y le ordenó.
-Di “Sí”.
El señor equis, obediente, dijo:
-Sí.
Le ordenó nuevamente El Funcionario:
-Di otra vez “Sí”.
Repitió el señor equis:
-Sí.
-Di diez veces sí -demandó El Funcionario.
Y el señor equis:
-Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí.
Entonces le dijo El Funcionario:
-Muy bien. Ya estás listo para negociar
con los estudiantes en nombre
del Gobierno.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“...Desastre en Monterrey...”.
Preguntó un crítico eterno
de muy malas intenciones:
“¿Es por las inundaciones
o alude usted al Gobierno??'

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018