Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Un gran léxico
2014-01-30 | 09:52:05
Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, recibió un mensaje amenazador. Lo firmaba el marido de Facilda Lasestas, y decía así: “Muy señor mío: He tenido noticias de que usted carabritea a mi esposa. O deja de hacer eso o deberá atenerse a las consecuencias. Hago propicia la ocasión para reiterarle las seguridades de mi más alta y distinguida consideración. Atentamente, Cucoldo Hornáldez”.
Lo primero que hizo el tal Pitongo luego de leer el ominoso ocurso fue acudir al lexicón de la Academia para consultar el significado de dos palabras: “carabritear” y “lexicón”. Esta última palabra significa sencillamente “diccionario”. El verbo “carabritear”, más interesante, quiere decir “perseguir el macho cabrío en celo a la hembra”.
Una vez que hubo captado el sentido del recado Afrodisio le dio respuesta muy cumplida. “Estimado señor –le escribió al marido de Facilda-: recibí su atenta circular…”. ¡Qué barbaridad! ¡Con eso le daba a entender que la pecatriz brindaba sus encantos a un buen número de caballeros!
A mujeres como ésa, de generoso cuerpo, se les llamaba en la época colonial pispolotas, pelletas, piculinas, pilguanejas o pendangas, palabras todas que, si bien se observa, empiezan con la letra pe, primera del ríspido vocablo que con mayor economía de letras designa a las hetairas, meretrices o falenas.
Lástima que el vocabulario para nombrar a los varones que incurren en conductas semejantes no sea tan rico como el que se usa para fustigar a la mujer. De tiempos muy remotos viene la discriminación contra ella, injusticia a la cual han contribuido no poco los libros llamados “sagrados”. Si vamos otra vez al diccionario encontraremos que registra la palabra “barragana”, y la define como “concubina”, en tanto que el vocablo “barragán” quiere decir solo, entre otros significados favorables, “mozo soltero”.
Como ésa encontraremos muchas pruebas de que aun el lenguaje es discriminatorio contra la mujer. Lo mismo hallaremos en el refranero, en el humor –debo reconocerlo-, y no se diga ya en los usos y costumbres de algunas etnias, anacronismo que algunos papanatas se empeñan en mantener pese a las violencias de todo orden que por causa de esas costumbres y esos usos padece en tales pueblos la mujer. Mejor cambio de tema…
El jardinero llegó a cortar el césped del jardín de doña Panoplia de Altopedo, dama de sociedad. A eso de la una de la tarde la encopetada señora le anunció al trabajador: “Buen hombre: voy a tomar un baño de tina mientras usted come”. “No hay problema, señora –respondió muy afable el jardinero-. Nomás no me salpique los tacos”…
Uglicia, muchacha poco agraciada por la naturaleza, cumplió años, e hizo una fiesta en su casa. Dijo muy alegre: “¡El chico que adivine cuántos años cumplo se ganará el derecho a bailar conmigo!”. Respondió uno: “150 años”. “Bueno –sonrió ella tomándolo de la mano-. Meses más, meses menos”…
Un tipo le dijo a otro: “Vi a tu mujer en compañía del vecino”. “No puede ser –opuso el otro-. ¿Qué ropa llevaba ella?”. “No sé –declara el primero-. Tuve que retirarme antes de que se vistieran”…
El pequeño hijo de don Chinguetas y doña Macalota llegó acompañado por un enorme perro. Le dijo ella: “No puedes traer a la casa un animal así”. Respondió el niño con suplicante acento: “Mami: me siguió hasta aquí”. “Está bien –cedió doña Macalota, conmovida-. Puedes quedarte con él”. Al día siguiente llegó don Chinguetas acompañado por una estupenda morena. “¿Qué significa esto?” –preguntó doña Macalota hecha un basilisco. “Mujer –le dijo don Chinguetas con suplicante acento-. Me siguió hasta aquí”…
La periquita gritaba todo el día: “¡Abajo el Partido Rojinegro! ¡Abajo el Partido Rojinegro!”. Quién sabe dónde aprendería tal consigna, el caso es que sus gritos exasperaban al jefe de la casa, que pertenecía a ese partido. Tomó el hombre a la cotorrita por el pescuezo y la arrojó al corral de las gallinas. En medio del plumaje blanco de las gallinas las plumas verdes de la periquita destacaron de tal modo que el gallo fue prontamente hacia ella. “¡Momento! –lo detuvo la cotorra-. Yo no estoy en la trata de blancas. ¡Soy exiliada política!”… FIN.

Mirador
Armando Fuentes Aguirre
Cosa maravillosa son los novísimos artilugios electrónicos.
Y también cosa preocupante.
Me cuentan de un abuelo que interrogaba a sus pequeños nietos.
-¿Cómo hace el perro?
-Guau –contestó uno.
-¿Cómo hace el gato?
-Miau –respondió otro.
-¿Cómo hace la vaca?
-Mu –dijo un tercero.
-¿Cómo hace el ratón?
Arriesgó el mayorcito:
-¿Click?
¡Hasta mañana!...

Manganitas
por afa
“…Protestas magisteriales por el retiro de un subsidio…”.
La protesta es tan vehemente
-ya surge en todo lugar-
que una letra va a cambiar:
El SNTE se va a hacer CNTE.

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