Hace 18 años, el domingo seis de marzo de 1994 fue cuando Luis Donaldo Colosio pronunció aquel discurso memorable que cambió la historia del PRI y de México. Desde aquel entonces calificaron sus palabras como un epitafio, ya que se atrevía a denunciar lo que era el país en la época de Carlos Salinas de Gortari. El penúltimo expresidente del partido tricolor, quien paradójicamente otra vez está meciendo la cuna del nuevo aspirante a ocupar la silla de Los Pinos.
Pareciera que aquel discurso tendría plena vigencia con el país donde vivimos hoy en día más de cien millones de mexicanos. No existe en la actualidad ninguna diferencia con el fin del salinato.
No seguimos igual, porque estamos peor.
Donaldo Colosio dijo:
“Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley por quienes debieran servirla. De mujeres y hombres afligidos por el abuso de las autoridades y la arrogancia de las oficinas gubernamentales.
“Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen la esperanza y están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.
“Yo veo un México convencido que es la hora de las respuestas. Un México que exige soluciones”.
Lamentablemente ya no contamos con Luis Donaldo Colosio.
Ahora vivimos un México lleno de violencia y desesperanza. Los mexicanos nos encontramos con una patria desolada, llena de heridas que no cierran, donde impera la desigualdad social , estancada su economía, con una enorme ineptitud y cinismo de sus legisladores y gobernantes.
Fue en esa misma fecha de aniversario del PRI, su líder nacional, Pedro Joaquín Coldwell, quien nos recordara aquel incendiario discurso de Donaldo Colosio, ahora dirigido al líder moral del PAN, Felipe Calderón, al que usufructúa el poder presidencial, que los mexicanos “ya no queremos otro sexenio de miedo y muerte”.

LA SUMISIÓN A LOS EU

No debiera haber opiniones personales en las columnas periodísticas, pero en esta ocasión es necesario romper dicha regla. Que el vicepresidente de los Estados Unidos, Joseph Biden, se haya reunido con los tres candidatos presidenciales de los partidos políticos, es uno de los absurdos más serios y graves de una abierta intromisión en asuntos electorales que solo competen a los mexicanos.
Si solo se trató de conocerlos no se justifica, de saber sus planes de gobierno sería violatorio a nuestros principios de soberanía política. Por donde se busque, no es entendible esta reunión irresponsable e irreflexiva.

EL ARTE DE LA GUERRA ELECTORAL
Las empresas encuestadoras, salvo algunas excepciones se han prostituido. Están al servicio del mejor postor. Es seguro que si estas se dan a conocer por medio de publicaciones importantes por su credibilidad, es seguro que reportarán los resultados que desea, como un traje a la medida.
Esta clase de políticos que contratan a encuestadoras “patito” utiliza esa falsa información para distorsionar la realidad, con lo cual se atenta flagrantemente en contra de los derechos y libertades del ciudadano y por ende contra la democracia.
Dichas empresas encuestadoras violan el espíritu de la ley porque en sus inventados sondeos, estos no son realizados con la objetividad e imparcialidad que requiere esta metodología de investigación y en esa forma sutil y disfrazada coaccionan la intención del votante.
Ante este manipuleo de la realidad, habrá algunos electores que se preguntarán para qué emito mi sufragio si ya se sabe quien va a ganar la elección. Ese es el motivo principal que buscan alcanzar los que se promueven creando el desánimo y abstencionismo, ya que gran parte del electorado no simpatizan con sus candidaturas.
De acuerdo a la última encuesta ya no hay quien piense que en México habrá un bipartidismo, borrando de un plumazo a millones de mexicanos que no se sienten identificados con partidos de centro y de la derecha, obsesionados en querer crear una realidad virtual, donde el mundo es a su medida, donde los adversarios no existen o por lo menos no cuentan.