Por Maquiavelo
Columna: Se dice que...
El otro Veracruz
2011-07-21 | 20:34:38
Las noticias sobre los hechos de violencia en el estado de Veracruz parecieran que todos son iguales, como una simple copia donde la única variante que registra es en el numeral. Dos, tres, cinco, ocho, diez muertos y el ambiguo sitio donde estos eventos ocurrieron.
Los nombres de las personas no importan. El sexo y las edades no tienen ningún significado. La nota roja convertida en una intranscendente estadística.
¿Quiénes son las víctimas de estas tragedias? ¿Dónde vivían? ¿Estudiaban o trabajaban? Los familiares, los huérfanos, los padres, las parejas sentimentales, lo que atañe a la vida de un ser humano a nadie le interesan.
El reportero escribiendo como si fuera una tarea escolar.
La más fría y cruda realidad.
Desaparecieron los sentimientos en estas narrativas de la nota policíaca. La emoción del reportero se borra al intentar escribir una buena nota, en estos casos donde existe la crueldad extrema se pierde toda pasión literaria. Donde la justicia y la objetividad de la información no tienen nada en común.
Si la justicia parece venganza, de qué manera se puede impedir que los hombres consideren alguna vez que la venganza puede ser justicia.
Los veracruzanos acostumbran leer estos acontecimientos como si hubieran ocurrido muy lejos, en otros países. Los que llegan a comentar lo ocurrido lo hacen en voz baja.
Se consideró al principio el norte de la entidad como una zona peligrosa, pasaron las semanas y empezó el sur veracruzano a centralizar los eventos de mayor rudeza y el salvajismo. Ahora lo confirman los hechos, el puerto de Veracruz y la ciudad de Xalapa, son el nuevo escenario de este irracional baño de sangre.
Ya no hay sitios intocables. Ninguna ciudad se respeta.
La tradicional alegría jarocha, los chistes, las burlas, hasta las picardías han sido trasmutadas a un incomprensible silencio, donde el temor, el recelo y el miedo están presentes.
Es un Veracruz invadido por la aflicción y la angustia.
Restaurantes semivacíos, reservaciones canceladas, calles solitarias, las pesadas sombras han oscurecido el brillante paisaje veracruzano. El miedo representa siempre las cosas bajo su peor aspecto.
Porque uno de los defectos del pánico es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son.
El romanticismo del veracruzano rodeado de poesía, música y bohemia se esfumaron con los hechos de sangre.
Desapareció el calor humano y el picante amor costeño. Es un Veracruz envejecido por la tristeza.
La bota militar y los rostros enmascarados están presentes como una referencia de la realidad que se vive.
Hasta para huir se requiere a veces de mucho valor.
El temor generalizado es un educador de nuevos cambios de la ciudadanía y un heraldo de las revoluciones. Autoridades norteamericanas han considerado el nacimiento de varias guerrillas en esta lucha.
Una guerra absurda es tolerada porque lo falso se va insinuando subrepticiamente, más no lo verdadero por ser excluyente. El absurdo bien presentado y lanzado audazmente tiene a veces un extraño poder de convencimiento.
El colmo de la estupidez de los hombres es la de aprender a vivir en estos tiempos de adversidad, para lo que luego hay que olvidar. Procuramos olvidar lo que traído a la memoria nos entristece.
La desdicha presente que se vive a lo largo y ancho del territorio veracruzano se ve aumentada por la incertidumbre, sobre todo, cuando la esperanza de que esto termine se ve tan remota.

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