Está de moda hablar de economía, de competencia y de productividad; porque en el mundo globalizado en que estamos inmersos, donde países como México producen lo que otros requieren y aquéllos lo que nosotros necesitamos; ninguna nación puede incrementar sus precios a su libre albedrío o bajar la calidad de lo que ofrece, porque simplemente quedará fuera del mercado y otro país llegará a suministrar lo que habitualmente nos compran.
Por eso, en el mundo moderno, donde el comercio internacional adquiere cada vez más relevancia, los países avanzados buscan constantemente ofrecer mejores precios, tarifas y condiciones; así como mayor calidad, para no ser desplazados del mercado.
México hace su esfuerzo en mejorar poco a poco la calidad de lo que produce, lo que nos permite exportar y así obtener divisas para comprarles a otros países lo que aquí no tenemos.
Pero para poder seguir compitiendo y exportando, tenemos que ser cada vez más competitivos. Eso solo se logra mejorando la calidad y reduciendo nuestros costos a base de eficiencia, porque si no lo hacemos así, otras naciones nos ganarán la clientela; máxime si utilizan cada vez mejor tecnología y mayor automatización; si capacitan y motivan mejor a sus trabajadores; si otorgan estímulos fiscales a sus empresas y si además cuentan con carreteras, puertos y ferrocarriles de clase mundial, lo que les permite reducir sus tiempos de entrega y costos.
Si nosotros nos descuidamos, terminarán por desplazarnos.
Para vencer estos retos tan grandes, necesitamos contar en México con condiciones similares a las existentes en esas naciones; es decir, con mejor infraestructura, mayor certidumbre jurídica y más seguridad; con mejores tarifas eléctricas y precios de combustibles acordes con los que tienen nuestros competidores, así como otorgar estímulos fiscales a quienes invierten aquí y generan empleos.
De lo contrario solo podremos competir a base de bajos salarios y devaluando constantemente nuestra moneda, lo cual es tremendamente injusto.
Mientras en Estados Unidos se bajan los impuestos para fomentar la inversión y se dan estímulos a las empresas que generan empleos; en México pasa todo lo contrario: los impuestos son muy altos y las carreteras estrechas y caras.
Además,muchas de ellas están en malas condiciones. Las tarifas eléctricas siguen subiendo y los combustibles también. ¿Como vamos a poder exportar más si nuestros costos suben y suben?
Para desgracia nuestra, muchos de nuestros políticos, en lugar de ver la tormenta que se avecina y tomar las medidas necesarias para que no nos afecte tanto, siguen más ocupados en la contienda electoral y en escalar nuevas posiciones políticas, que en buscar soluciones sensatas que ayuden a México a salir del atolladero.
Si no hacemos algo pronto, perderemos competitividad y más cuando a pesar de la reforma energética, los precios de los combustibles no bajan porque de cada peso que pagamos por ellos, la mitad son impuestos.
Además acá, al empresario se le imponen cada vez más trabas, trámites y requisitos para invertir y se le castiga cobrándole un impuesto a la nómina. Es decir, le cobran impuestos por generar empleos, lo cual indica que estamos exactamente en el mundo al revés.
Por cierto, a pesar de tantos impuestos que pagamos, la infraestructura sigue siendo deficiente y en algunos casos ni siquiera recibe mantenimiento periódico, porque gran parte del dinero disponible se lo roban los malos políticos. Así ningún recurso alcanza, ni alcanzará.
Conclusión. Si queremos ser competitivos y no perder mercado, hay muchos cambios y ajustes que debemos hacer todos los mexicanos. Uno de ellos, el más urgente e importante con el que debemos empezar,es contando con mejores y más competentes autoridades, que lleguen a verdaderamente a servir y no a enriquecerse.
Este cambio tan necesario solo se logrará participando y votando responsablemente.
Que no se nos olvide esto jamás y menos ahora que el 1º de julio está a la vuelta de la esquina.
No les parece a Ustedes?
Muchas gracias y buen fin de semana.