Continuamos hablando sobre lo dañino que resulta para México la demagogia que practican algunos gobernantes, quienes utilizan el erario público no para resolver carencias, ni añejos problemas; sino para conseguir popularidades temporales que les ayuden a captar votos y a ganar elecciones.
En lugar de usar el erario público con eficacia para atender lo prioritario y urgente, algunos políticos lo dilapidan en tonterías, creando con ello mayores rezagos, que después requerirán más tiempo y dinero solucionarse.
Lo más triste del asunto es que las masas, acostumbradas a vivir con escasez de agua potable, falta de drenaje, luminarias apagadas, encharcamientos y proliferación de baches cada vez que llueve, olvidan pronto su condición precaria, aceptan con toda naturalidad esas irregularidades a cambio de espejitos, discursos rolleros y sobre todo circo.
Obviamente, atrás de las cortinas de humo, baratijas y festivales constantes hay gato encerrado: Mucha gente, embobada con los distractores, no le exige a los gobernantes buenos resultados, ni transparencia, ni honradez en el uso del gasto público, lo que estimula la ineficiencia, el saqueo y la impunidad.
Conocedores del arte de la manipulación, algunos políticos la usan para distraer a las masas y lograr que éstas no se den cuenta de que en muy poco tiempo, quienes llegaron al cargo con una mano atrás y otra adelante, salen del mismo multimillonarios, sin que nadie los llame a cuentas, a pesar de que su riqueza no cuadra con lo que dicen haber ganado en ese período.
Curiosamente a dichos políticos, ni las múltiples contralorías, ni el SAT, ni la PGR los molestan.
Lo más triste del asunto es que muchos ciudadanos por inmadurez y servilismo, con una total falta de dignidad, en lugar de criticar la actuación de los políticos ladrones y de pedir para ellos todo el peso de la Ley, los siguen tratando con consideración y respeto, como si fueran los benefactores de la patria. Esto es como el mundo al revés.
En el momento en que la comunidad rechace a los saqueadores, exija sanciones para ellos y la devolución de lo robado, los excluya socialmente y no les dirija ni la palabra, empezarán a cambiar las cosas para bien del País.
Por eso, para salir bien forrados del cargo, sin complicaciones, ni reclamos; muchos políticos demagogos entretienen a las masas con baratijas que regalan y fiestas constantes que salen del erario público, con declaraciones optimistas exageradas para hacerles creer que todo está bien, aunque estemos de cabeza.
Eso no es todo. La demagogia también maneja ocurrencias extremas como plantear propuestas escandalosas que sirven como cortinas de humo, para ocultar las carencias y la falta de soluciones a los problemas que padecemos.
Dentro de las muchas tonterías propuestas tenemos casos verdaderamente patéticos. En el Distrito Federal acaban de prohibir la utilización de animales en los circos, lo cual es bastante discutible.
También se prohíbe el maltrato animal, lo cual sí me parece correcto. Lo absurdo del caso, es que mientras se cuida y protege a los animales, se autoriza el aborto, lo cual resulta un vil asesinato de un ser humano indefenso, que merece la protección de toda la sociedad, incluyendo desde luego la de sus padres y la del gobierno. Habrase visto semejante disparate.
Allá también se autorizan y promueven los matrimonios entre personas del mismo sexo y hasta se estudia la posibilidad de que estas parejas disparejas puedan adoptar niños.
También se habla de despenalizar el uso de la mariguana; como si estas propuestas, junto con el aborto nos ayudaran a tener una mejor sociedad y una mejor nación; como si la mayoría de los mexicanos pidiéramos semejantes cosas.
Mientras tanto, la ciudadanía indiferente duerme el sueño de los justos y las minorías logran poco a poco imponer sus criterios, gustos y preferencias.
Las iniciativas que algunos despistados califican como progresistas, resultan ser solo distractores que ocultan los abusos y despilfarros de quienes mandan.
Sabían Ustedes que allá todos los gastos relacionados con los segundos pisos y otras obras públicas similares, permanecen bajo reserva y no pueden ser dados a conocer.
Si todo estuviese bien, ¿qué es lo que tanto temen quienes implementaron dichas medidas?. No se les pide a los políticos que den datos de sus finanzas personales, sino de los recursos públicos que manejan, es decir de como usan nuestro dinero.
Con eso se demuestra que los institutos de acceso a la información y las múltiples contralorías existentes, son simplemente carísimos elefantes blancos que solo sirven, en la mayoría de los casos, para cubrirles las espaldas a los malos gobernantes, quienes no solo malbaratan nuestro dinero, sino que también se lo roban.
Por eso, mientras el DF sufre tremendas inundaciones cada vez que llueve copiosamente y el intenso tráfico colapsa todos los días a la ciudad; el gobierno de la capital del país dilapida el erario regalando entradas al cine, haciendo playas artificiales y pistas de patinaje sobre el hielo, mientras los grandes y verdaderos problemas siguen sin resolverse.
Como que ya es tiempo de que los ciudadanos despertemos de nuestro letargo y digamos: ya basta de desorden, ocurrencias y saqueo, para que empecemos a cambiar las cosas, a exigir buenos resultados, eficiencia, honradez y transparencia. De lo contrario, el país seguirá cuesta abajo.
Hasta el próximo sábado.