Por Francisco J. Ávila Camberos
Columna: Las matemáticas, la democracia y la política
2014-05-23 | 22:26:08
Hay cosas que yo no entiendo. Nos dicen hasta el cansancio que nuestro sistema de gobierno es democrático, donde manda la mayoría y resulta que quienes nos gobiernan son con frecuencia electos por una minoría.
Trataré de explicarme mejor. Como están las cosas, quienes actualmente ganan una contienda electoral, resultan triunfadores con el 40 por ciento de los votos no obstante que el resto de los sufragios, es decir el 60 por ciento de éstos, no fueron para ellos, por lo que de entrada tienen al 60 por ciento de los votantes en contra.
Por eso debemos luchar para que haya segunda vuelta electoral y con ello tengamos gobernantes que verdaderamente nos representen y se sientan comprometidos a cumplir lo que nos ofrecieron durante las campañas.
Lo más grave del asunto es que del total de ciudadanos empadronados solo vota la mitad. Entonces resulta que quien gana una elección con el 40 por ciento de la mitad que votó, está siendo respaldado por únicamente el 20 por ciento de los ciudadanos.
Eso, siempre y cuando los votos no los hayan comprado con despensas, monederos electrónicos, espejitos y demás chucherías que ilegalmente regalan y aunque lo nieguen, salen del erario público.
Si la mitad de esos votos fueron comprados con regalitos o de plano a billetazo limpio, resulta que solo la mitad de ese 20 por ciento apoya realmente a quien dice haber ganado la elección.
Por lo tanto, el presunto triunfador llega al cargo con la aprobación real del 10 por ciento de los ciudadanos. ¿Y al otro 90 por ciento, quién lo representa?. ¿No es esto absurdo?.
También resulta aberrante que si el pueblo manda, sea hasta hoy complicadísimo que haya candidatos ciudadanos.
Todo está arreglado para que los partidos políticos controlen los recursos destinados a las campañas, los tiempos oficiales disponibles en radio y televisión, etcétera; lo que prácticamente elimina de la competencia a quienes teniendo méritos suficientes para ocupar un cargo público, no cuentan con padrinos de peso dentro de los partidos políticos para que los apoyen.
Ese control antidemocrático lo pagamos caro los mexicanos, porque las élites que controlan los partidos, muchas veces nos imponen como candidatos a sus cuates, parientes, compadres y protegidos; quienes no siempre se distinguen por su honradez, preparación, ni capacidad; sino por su habilidad para desviar recursos, hacer negocios bajo el agua, retribuir favores, darle empleo a los parientes y recomendados de quienes los impulsaron y cubrirles las espaldas a los que ya van de salida, para que puedan disfrutar tranquilos lo que se llevaron.
Operan con el viejo esquema: Hoy por ti, mañana por mí. Así ellos siempre ganan y el pueblo siempre pierde.
Pero eso no es todo…..( Continuará ).
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