Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Palabras sucias
2013-11-25 | 09:05:09
“Pendejadas, con fortuna, / harás cada día una. / Si no haces más de dos / debes dar gracias a Dios”. Quizá lo que voy a escribir hoy es una gran tontería, pero aun afrontando ese riesgo la escribiré.
Antes pondré aquí un pequeño relato para ilustrar el posible desatino. Sucedió que el inspector de escuelas visitó la de Pepito a fin de evaluar el vocabulario de los niños. (A algunos profesores les gusta mucho evaluar, pues eso los hace sentirse poderosos, pero no les gusta nada ser evaluados).
El tal inspector empezó a pedirles a los niños que dijeran palabras que comenzaran con tal o cual letra. Cuando le llegó el turno a Pepito la letra que le correspondía era la pe.
La profesora, que conocía bien al tremebundo infante, le dijo nerviosamente al inspector: “A ese niño póngale cualquier otra letra, pues si le pone la pe de seguro va a salir con una palabra sucia”. “Maestra –le respondió con voz severa el inspector-: la confianza del educador en sus discípulos aumenta su capacidad para enseñar.
Lo dijo Federico Froebel, y lo repitió Lenin Mancino, venerado maestro mío en la normal rural de Cuitlatzintli y gran artífice de paros, huelgas y manifestaciones. ¿Por qué asegura usted que este niño dirá una palabra sucia? Observe, y vea cómo se equivoca”.
En seguida, volviéndose hacia Pepito, le pidió con untuoso acento paternal: “A ver, buen niño: di una palabra que empiece con la letra pe”. Respondió al punto Pepito: “Política”. Al oír eso la maestra se demudó. “¿Lo ve? –exclamó consternada dirigiéndose al inspector-.¡Se lo dije!”.
En efeitive, como decía el culterano general Irineo Rauda por decir “en efecto”, para muchos la política es algo deleznable. “Ese sucio fregado”, solía decir don Artemio de Valle Arizpe, ilustrísimo paisano mío, cuando de política se hablaba.
Yo pienso, sin embargo, que nuestros políticos están aprendiendo poco a poco a hacer política. Incluso los perredistas, cuyas tribus han sido por tradición pugnaces y dadas a lo cerril y montaraz, ahora dialogan, negocian, y han renunciado a aquel “O todo o nada” que parecía ser el sempiterno lema de su acción.
Desde luego nos falta mucho por hacer, pero si se nos compara, por ejemplo, con Venezuela o Cuba, somos un paraíso democrático. A lo mejor esto que digo –lo advertí- es una supina necedad. Pero lo dije ya…
Una señora les contó a sus amigas: “Mi marido leyó en una revista que la mujer que trabaja, y que al llegar a su casa debe hacer las tareas del hogar, termina demasiado cansada para hacer bien el amor.
Así, cuando llegué a la casa el viernes último encontré que mi marido había bañado a los niños, les había dado de cenar y los había acostado. Además lavó la ropa de toda la semana, la planchó y la puso en su lugar. También hizo la cena para nosotros, que resultó deliciosa”.
Le pregunta una con curiosidad: “Y ¿cómo resultó lo de hacer el amor?”. Responde, feliz, la señora: “Eso fue lo mejor de todo. ¡Acabó tan cansado que ya no me pidió que lo hiciéramos!”…
Le dijo un tipo al médico: “Usted fue el cirujano que me operó la mano para salvarme el dedo. ¡Vengan esos cuatro!”…
Pericio, experto en las cosas de la vida, casó con Dulcilí, muchacha ingenua y cándida. Al empezar la noche de bodas le preguntó con ternura: “Dime, linda: ¿tu mamá te dijo algo acerca de lo que sucederá esta noche?”. “Sí –contestó ella-. Pero ni siquiera la escuché: pensé que seguramente las cosas han cambiado mucho en este renglón desde que ella se casó”…
Viene ahora un cuento sumamente rojo. Doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, lo calificó de “temerario”, y pidió que se le mantuviera en entredicho. Si lo saco a la pública luz es porque pienso que la libertad, para serlo, ha de ser libre…
Aquella joven mujer iba a ser objeto de una intervención quirúrgica. Le preguntó al médico: “¿Cuánto tiempo deberé esperar antes de reanudar mi actividad sexual acostumbrada?”. “Me desconcierta usted, señora –respondió el facultativo, vacilante-. Es la primera vez que una paciente me hace esa pregunta antes de una operación de amígdalas”. (No le entendí)… FIN.
MIRADOR.
Por Armando Fuentes Aguirre
En el parque el niño dio impulso a su aro, y éste salió rodando tan aprisa que se perdió de vista antes de que el pequeño pudiera alcanzarlo.
Lloró el niño por la pérdida de su aro, y ese recuerdo le quedó como uno de los más tristes de su infancia.
Creció el niño y se hizo hombre. Creció más el hombre y se hizo anciano. Una tarde estaba en aquel mismo parque cuando un aro llegó rodando quién sabe de dónde y le cayó a los pies. El anciano lo recogió. Era –lo recordaba perfectamente-el mismo aro que había perdido cuando niño.
Me intriga mucho este sucedido. Aquel aro ¿había dado la vuelta al mundo hasta llegar al mismo lugar del que partió? ¿Alguien se había quedado con él, y ahora, arrepentido después de muchos años, lo devolvía a su dueño? No lo sé. Todo puede suceder en los relatos donde intervienen un aro, un niño y un anciano.
¡Hasta mañana!....
Manganitas
Por AFA.
“… Ebrard critica al PRD…”.
La gente oye su clamor,
que repite en cada junta,
e intrigada se pregunta:
“¿Y quién es ese señor?”.

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