Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2012-12-26 | 20:32:27
Brevísima historia de amor en cinco capítulos. 1-. “¡Oh, Libidiano! ¡Aquí no, por favor!”. 2-. “¡Oh, Libidiano! ¡Aquí no!”. 3-. “¡Oh, Libidiano! ¡Aquí!”. 4-. “¡Oh, Libidiano!”. 5-. “¡Oh!....”... Himenia Camafría, madura señorita soltera, hacía un viaje en autobús, y no podía dormir. El amable caballero que leía a su lado creyó de cortesía ofrecerle material de lectura. “Señorita –le dijo-. ¿Le gustaría ver mi Cosmopolitan?”. “¡Viejo pelado!” –exclamó con enojo la señorita Himenia. Y de inmediato se pasó a otro asiento... Don Chafalón, rico hacendado, hombre galán y apuesto, iba a caballo por el camino al pueblo cuando encontró a  María Candelaria, linda zagala campesina. La vía estaba solitaria, de modo que don Chafalón detuvo su brioso corcel, y tocándose el ala del sombrero saludó a la garrida moza. “Buen día, María Calendaria”. Ella no contestó. Detuvo el paso y empezó a rascar el suelo con la punta de su guarachito. “Cada día te pones más linda, muchacha” –le dijo el hacendado. Ella, la vista baja, siguió rascando el suelo con su guarache sin decir palabra. “Veo que eres muy tímida -siguió don Chafalón-. ¿Por qué rascas el suelo con tu guarachito en vez de alzar los ojos y regalarme la luz de tu mirada?”. “No soy tímida –repuso entonces María Candelaria-. Y rasco el suelo con mi guarachito porque seguramente usté me va a tumbar en él, y estoy haciendo la camita”… Después de la parranda del viernes Empédocles se levantó penosamente a almorzar. “¿Cómo quieres los huevos con jamón? -le preguntó, venenosa, su mujer-. ¿Fritos, revueltos, o intravenosos?”… Comenzó la noche de bodas. El joven marido, fornido y musculoso, dejó caer la bata de baño que lo cubría. “¡Mira! –le dijo a su flamante mujercita-. ¡Noventa kilos de dinamita!”. Respondió ella: “La dinamita no importa. Lo que cuenta es la mecha”. (No le entendí)... Estoy preparando ya “Los tres chistes más pelados del año”. Los daré a conocer el último día de este año. Su publicación conmoverá desde los cimientos el edificio de la moral social, de modo que es aconsejable que quienes lo habitan salgan de él con toda anticipación. Esperen mis cuatro lectores “Los tres chistes más pelados del año”. ¡Son realmente pelados esos chascarrillos, de modo que nadie se los debe perder!...  ¡Cómo costará subir la cuesta de enero! Acabado el regocijo de las fiestas –en ese mes quedan todavía la de Reyes y la del 2 de la Candelaria- vuelve la gente a la cotidianeidad y enfrenta las alzas de precios que generalmente se presentan el primer mes del año. En esta ocasión se adelantaron, y en Navidad subió el costo de dos alimentos que forman parte de la alimentación del pueblo: el pollo y la tortilla. “Todo sube en estos tiempos” –declaró en una fiesta don Languidio. “No todo –acotó con acritud su esposa-; no seas presumido”. La secretaria del famoso economista le dijo con gemebunda voz a su patrón: “Usted aseguró que no iba a haber inflación, ¡y míreme la panza!”. Silenciosa, la inflación llega sin los escándalos ni sobresaltos de antes, pero con la misma persistencia. Hay cuesta de enero, y también la hay de febrero, marzo, abril, mayo, etcétera. Esperemos que al menos no suba tanto el precio de los artículos de la canasta básica, pues eso impactará gravemente la economía popular, de por sí ya muy castigada… Susiflor le contó a su amiga Rosibel: “Hay un desacuerdo total en cuanto a la fecha de mi boda el próximo año. Mi novio quiere que sea en agosto, cuando tiene sus vacaciones. Mis papás quieren que me case en noviembre, pues en ese mes se casaron ellos. A mí me habría gustado casarme en diciembre... Pero la cigüeña dice que la boda debe ser a más tardar en marzo”... El agente de seguros le dijo al recién casado: “Ahora que ya se casó debería usted tomar un seguro”. “No -responde el muchacho-. Mi mujer no es tan peligrosa”... Un individuo bebía solitario en la barra de la cantina. De vez en cuando se le escapaba un hondo suspiro, y dos gruesos lagrimones le rodaban por las mejillas. El cantinero, compasivo como todos los de su oficio, se dirigió a él. “¿Qué le sucede amigo?” -le preguntó condolido. El pobre tipo respondió entre lágrimas: “Intenté propasarme con mi novia Lorenela en su departamento, y ella me cortó”. “Vamos, vamos -intentó consolarlo el tabernero-. Hay mucha espiga en la era para pensar solo en una. Mujeres hay bastantes en el mundo. ¿Qué importa que su novia lo haya cortado?”. El desdichado bebedor rompió en sollozos. “¡Es que usted no sabe lo que me cortó!”...FIN.


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