Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Elección crucial
2016-11-07 | 09:48:58
Algunas veces las palabras malsonantes suenan bien. Así sucede cuando su uso es justificado. Hoy pongo aquí uno de esos vocablos. Y no pido disculpas por emplearlo, pues el hombre a quien lo aplico lo merece. A fin de preparar el ánimo de mis cuatro lectores para la vista del dicho altitonante adjetivo daré salida a algunas historietas. Don Blandino, señor de edad madura, estaba disfrutando un plato de menudo, condumio sabrosísimo que se conoce también con el nombre de pancita. Entre todos los menudos que hay en México goza de merecida fama el de Sonora. Tan famoso es que incluso existe un soneto en su homenaje. Lo escribió don Francisco Bernal, y su primera cuarteta dice así: “Oh menudo sabroso, te saludo / en esta alegre y refrescante aurora / en que reclamo alientos, pues es la hora / en que tú estás cocido y yo estoy crudo”. Gozando estaba don Blandino ese riquísimo platillo cuando el plato resbaló de la mesa y su contenido le cayó todo en la entrepierna. “¡Aleluya! -exultó llena de júbilo la esposa del añoso comensal-. ¡Demos gracias a Dios por este venturoso acontecimiento!”. “¿Cuál venturoso acontecimiento? -se atufó don Blandino-. ¿No tomas en cuenta que me he echado a perder el pantalón?”. “El pantalón es lo de menos -replicó, feliz, la señora-. Mira dónde te cayó el plato. Y he oído decir que el menudo es capaz de resucitar un muerto”... Flordelicia se casó, y con su novio fue de luna de miel a las cataratas del Niágara. A su regreso sus amigas le preguntaron si le habían gustado las cataratas. “No mucho -respondió ella con desabrimiento-. Fueron otra de las cosas que no resultaron ser tan grandes como yo esperaba”... El rey Pedipe Segundo gustaba mucho de empinar el codo. El vino hay que saber mearlo, dice don Abundio el del Potero, y este monarca no se contenía. Una noche bebió tanto que cayó al suelo privado de sentido. El duque Lambetón, uno de sus serviles cortesanos, comentó admirado: “Eso es lo que me gusta de Su Majestad. Siempre sabe el momento justo en que debe dejar de beber”... En una fiesta Libidiano le dijo al doctor Ken Hosanna: “Traigo una enfermedad venérea. ¿Qué me recomienda?”. Le indicó el facultativo secamente: “Haga una cita con mi secretaria”. Replicó Libidiano: “Ya la hice. Por eso traigo la enfermedad venérea”... Doña Sufricia, la abnegada esposa de Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, le contó a una vecina: “Mi marido me trata como a la tenencia de su automóvil”. “¿Cómo?” -se extrañó la mujer sin entender el símil. Contestó doña Sufricia: “Me saca cada año”... El papá del niñito le preguntó: “¿Qué quieres ser cuando estés grande?”. Respondió el pequeño: “Repartidor de pizzas”. “¿Repartidor de pizzas? -se asombró el señor-. ¿Por qué?”. Explicó el niño: “Para que mi mami me deje acostarme con ella cuando tú no estás”... Mañana se llevará a cabo la elección
de presidente de los Estados Unidos. Ese acontecimiento es importante, más aún que el juego final entre los Indios de Cleveland y los Cachorros de Chicago. De su resultado depende en buena parte el futuro de los Estados Unidos, y aun del mundo. Para México lo que suceda el martes es crucial, por la actitud que en relación con nuestro país ha asumido Trump. También para mí, toda proporción guardada, reviste importancia grande esa elección, pues hice un voto solemnísimo: juré que si gana Trump no pisaré territorio norteamericano mientras ese patán esté en la Presidencia. Considerando la edad que tengo eso equivale a jurar que ya no volveré nunca al país vecino. Espero, entonces, que Trump pierda. Y tengo la fundada esperanza de que así sucederá: si se acabó la maldición de la cabra también se puede acabar la del cabrón. FIN.

MIRADOR ›armando fuentes aguirre
“En lunes ni las gallinas ponen”. Sin importarle esa holganza que en el campo laboral se ha vuelto tradicional, el gallo nunca descansa.
Este amigo mío tuvo un infarto. Iba manejando su automóvil y sintió un dolor intensísimo en el pecho. Apenas pudo llegar al hospital más cercano. En la sección de urgencias se desvaneció. Cuando recobró el sentido un médico le dijo lo que le había pasado. De haber tardado en llegar unos minutos más seguramente habría muerto. Ahora mi amigo está convaleciendo en su casa. Su convalecencia es penosa: tuvo que dejar el cigarro, en buena parte la causa de su problema. Para animarlo le conté una anécdota de don Manuel Ávila Camacho, quien fue presidente de México. También a él le dio un infarto. Y hablaba de una señora mexicana que mandó pedir una vajilla a Francia. La vajilla llegó bien, con excepción de un plato que sufrió una fisura. La señora les decía a sus criadas: “Cuiden el plato rajado”. Al paso del tiempo todos los platos se quebraron, menos el rajado, por los cuidados que se tenían con él. -Yo soy el plato rajado -decía don Manuel-. Voy a vivir muchos años. Los vivió. Y dice mi amigo con una sonrisa de esperanza: -Yo también seré el plato rajado. ¡Hasta mañana!...

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