Por Catón
Columna: De política y cosas peores
De política y cosas peores
2016-10-30 | 09:24:19
Hoy mi columna tiene propietaria. Su dueña es una querida amiga a quien no he visto nunca. Me explicaré. Hace unos días recibí un bello mensaje que transcribo: “Don Armando: Mi abuela Maruca es su fan número uno.

Todas las mañanas pide su desayuno y su Reforma, y se sienta a leer el periódico tranquilamente. La parte por la que siempre empieza es la de Catón. No hay día que no comente su columna, y nunca deja de reír sus chistes (mientras más picantes, mejor).

Tiene sus libros; lo ve en la tele, etcétera. Hace tres semanas a mi abuela le dio una embolia. Primero estuvo en terapia intensiva, luego en media, y actualmente está en el área de rehabilitación del hospital, para recuperar funciones que se vieron afectadas.

Lo único que no ha cambiado en su vida después de la embolia es leer a Catón. Ahora se le dificulta leerlo en el periódico, así que está aprendiendo a usar la App. Y cada vez que lo lee se le ve la cara de gusto de antes.

Don Armando: este domingo mi abuela cumple 86 años, y va a pasar su día en el hospital. Para festejarla le voy a hacer un pastel en la forma del periódico Reforma. Y pensé: ¿qué tal si le pido a Catón que le mande una felicitación? A lo mejor mi petición es chicle y pega.

Ojalá reciba usted este mail a tiempo, y pueda escribirle unas líneas a mi abuela. Eso le alegrará el día. Muchas gracias”. Y firma Mary Carmen.

¿Unas líneas? Todo mi artículo va dedicado hoy a doña Maruca, a quien espero poder agradecerle algún día en forma personal, como lo hago ahora por escrito, su generosa atención de amabilísima lectora.

La felicito por su aniversario (éstas son las mañanitas que cantaba el rey David), y la felicito, sobre todo, por haber inspirado el amor tan grande que le tienen sus seres queridos. Quien ha vivido como ella no ha ha vivido en vano. Que viva muchos años más, y que yo los vea.

A Mary Carmen, su cariñosa nieta -la del chicle que pegó-, le agradezco haberme dado la ocasión de conocer a doña Maruca, aunque sea a distancia. Eso ha sido un regalo para mí, que ni siquiera cumplo años este día.

Sir Mortimer Highrump, famoso explorador, fue a África a buscar las fuentes del Wamba-Nanga. La expedición resultó un fracaso, pues el Wamba-Nanga no era río: era un volcán. En esa ocasión lo acompañó su esposa, lady Highrump.

La señora sospechaba que su marido aprovechaba sus viajes de exploración para hacer otro tipo de exploraciones en las nativas de los lugares a donde viajaba.

Una tarde el guía de la expedición le dijo al audaz explorador: “Sir Mortimer: le tengo dos noticias, una mala y otra peor”.

“By Jove! -exclamó Highrump, que no había olvidado los juramentos aprendidos en Eton-. ¿Cuál es la mala noticia?”. Le informó con voz grave el guía: “Su esposa entró por equivocación en una aldea de antropófagos”.

“Bloody be! -volvió a jurar sir Mortimer-. Y ¿cuál es la noticia peor?”. Respondió el guía con acento sombrío: “Los caníbales ya habían comido”.

Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le propuso a Dulciflor: “¿Te gustaría posar desnuda para mí?”. “No soy modelo” -rechazó ella. “Eso no importa -replicó el salaz sujeto-. Yo tampoco soy pintor”.

Un individuo acudió a la consulta del doctor Ken Hosanna y le contó: “Anoche estuve en una casa de mala nota. Me disponía a ir al cuarto con una de las muchachas cuando estalló una riña entre los parroquianos.

En el curso de la trifulca uno de ellos arrojó una botella que me golpeó fuertemente en la rodilla”. Le preguntó el facultativo: “Y ¿cojeó usted?”. “Ay, doctor -respondió, triste, el individuo-. Con el dolor ya ni quién pensara en eso”. (No le entendí). FIN.

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