Por Catón
Columna: De política y cosas peores
La feria de León
2015-05-07 | 10:20:07
Lili Belle, muchacha del sur de Estados
Unidos en la línea de “Lo que el viento se
llevó”, le relató a su amiga Betty Lou su
última experiencia en materia de amor.
“Anoche salí con un chico de Atlanta -le
contó-. Me llevó a tomar una copa, a cenar,
y luego a bailar.
Todo ese tiempo se portó como un perfecto
caballero suriano. Al final me invitó
a conocer su departamento”. Preguntó la
amiga: “Y ahí ¿qué sucedió?”. Respondió
Lili Belle: “Ahí se puso bastante norteño”...
Un tipo le dijo a otro: “Me enteré de que
finalmente no ingresaste al club nudista.
¿Por qué?”. Explicó el otro: “Cuando iba
a firmar la solicitud de inscripción me di
cuenta de que había olvidado mi pluma.
Varios socios me ofrecieron la suya. Pero
sólo de pensar en dónde la traerían no tomé
ninguna”...
Un joven al que le gustaba mucho el
beisbol llevó a su padre a ver un juego. El
señor no había estado nunca en un estadio,
de modo que no entendía las incidencias
del partido. En la primera entrada un jugador
conectó un hit. El muchacho gritó
con entusiasmo: “¡Corre, Mickey, corre!”.
En la segunda entrada otro pegó un
doble. “¡Corre, Roger, corre!” -gritó otra vez
el joven. En la tercera entrada un pelotero
recibió base por bolas, y se encaminó con
un trotecillo lento hacia la primera base. El
señor empezó a gritar ansiosamente: “¡Corre!
¡Corre!”. “Papá -le indicó el muchacho-.
Ése no necesita correr. Tiene cuatro bolas”.
Y declaró el señor: “Con razón camina tan
despacio”...
Una joven esposa comentó en la reunión
con sus amigas: “Mi marido me da muy
mala vida. En seis meses que llevo casada
con él ya he rebajado 7 kilos”. Se escuchó
un coro unánime: “¿Me lo prestas?”...
Ni siquiera la palabra “gracias”, tan bella
y expresiva, es suficiente para agradecer
a León la forma en que me recibió en su
espléndida Feria del Libro. El sitio donde
presenté mi más reciente libro, “Plaza de
almas”, se llenó en tal manera que había
más gente en pie que la que ocupó las numerosas
localidades disponibles.
Cuando subí al escenario el público
me recibió con un aplauso que pensé no
acabaría nunca. Muchos de los asistentes
me saludaron haciendo con la mano el
número cuatro, para indicar que eran de
mis cuatro lectores.
Luego, al final de mi peroración, la concurrencia
se levantó a aplaudirme. Tres
horas estuve firmando libros. Y otras cosas
más firmé. Don Rafael Guerra, quien tiene
92 años de edad, me llevó un gran cartapacio,
el primero de muchos donde conserva,
recortadas y pegadas, mis columnas, que
ha coleccionado día tras día desde 1985.
Una señora me pidió que inscribiera mi
nombre en la playera de su pequeña hijita.
Las chicas y chicos que actuaron como
edecanes me hicieron que les firmara sus
gafetes. Yo creo que la bondad de la gente
es un reflejo del amor que mueve al mundo.
Incluso un espejo tan deslucido y roto
como yo recoge ese fulgor. Quizá el amor
que digo me hará volver a León. Entonces
buscaré la formar de dar las gracias a su
generosa gente.
Babalucas vendía un perro, y se lo
ofreció a un posible comprador. Le dijo:
“Es muy obediente, muy noble, y no tiene
ningún problema de salud”. Inquirió el
hombre: “¿Y de pedigree?”. Respondió Babalucas:
“En ese sentido puede usted estar
tranquilo. El animalito es absolutamente
abstemio”...
Don Algón le comentó a un amigo: “Mi
secretaria cuando es buena es muy buena.
Y cuando es mala ¡es maravillosa!”...
Adonisio, sujeto muy pagado de su
atractivo físico, y dado a toda suerte de
ejercicios corporales, casó con Pirulina,
muchacha pizpireta y con bastante ciencia
de la vida.
La noche de las bodas Adonisio se quitó
la camisa y flexionó los brazos para mostrarle
a su desposada los hercúleos bíceps.
“Mira -le dijo con orgullo-. Una pulgada
más y sería Mister Muscle”. Enseguida se
despojó de la camiseta y enseñó el turgente
torso: “Mira -proclamó ufano-. Una pulgada
más y sería Mister Muscle”.
Se quitó a continuación el pantalón y
dijo señalando los torosos muslos: “Mira:
una pulgada más y sería Mister Muscle”.
Finalmente dejó caer la última prenda,
de modo que su flamante mujercita pudo
verlo sin cobertura alguna. Entonces la que
habló fue ella: “Mira -le dijo-. Una pulgada
menos y serías Miss Muscle”. FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
En vano San Virila trató de convencer
a los incrédulos. Ellos no le creyeron.
Bien dice el proverbio popular: “San
Agustín predicando pierde ante un
burro negando”.
Virila anunció que les mostraría
un milagro. Todos esperaron, ansiosos.
Entonces el santo alzó su mano
lentamente. Los escépticos volvieron
la vista a todas partes, y no miraron
nada.
-¿Dónde está el milagro? -preguntaron.
-¿No lo ven? -se asombró San Virila-.
El milagro es mi mano. Vean
de qué maravilloso instrumento nos
dotó el Señor. Con nuestras manos
podemos trabajar, expresar el amor
con la caricia, escribir nuestros pensamientos,
crear música, producir
hermosas obras de arte. ¡En nuestras
manos llevamos dos milagros, aunque
estén vacías!
Los hombres aplaudieron, conmovidos.
San Virila, que era un santo y
por lo tanto un artista -o un artista,
y por lo mismo un santo-, les dijo al
tiempo que sonreía:
-También para eso sirven nuestras
manos: para aplaudir. Ése es uno de
los mejores usos que les podemos dar.
¡Hasta mañana!....
MANGANITAS
››por afa
“...‘Nueva generación’ se llama un
cártel de Jalisco...”.
Ese nombre, en mi opinión,
debería de cambiarse.
El cártel ha de llamarse
“Nueva degeneración”.

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