Por Catón
Columna: De política y cosas peores
La hiedra de Lerna
2015-05-06 | 10:06:11
Quise evitar el símil, por manido y
obvio, pero forzó la entrada y se metió
en el texto. Los carteles de la droga son
como la hidra de Lerna, aquel monstruo
imaginado por los griegos: si a esa serpiente
se le cortaba una cabeza le renacía
otra, y otra más, de modo que la única
manera de acabar con ella era cortárselas
todas a la vez.
Hércules pudo consumar la hazaña,
una de las muchas proezas que cumplió.
(La mayor y mejor de todas fue la de haber
amado a numerosas mujeres, de las
cuales podría yo citar a más de 60, pero
ninguna vendría).
Acabar con la hidra es obra fácil comparada
con la imposible tarea de liquidar
el narcotráfico. Esa es una guerra que
nunca se podrá ganar. Por cada capo que
es apresado o muerto surgen otros diez
más enconados aún.
Cada organización criminal que es
perseguida se divide en dos o tres de
mayor ferocidad. Los recientes hechos
acontecidos en Jalisco son prueba de
la capacidad que tienen esos grupos de
enfrentar a la autoridad, desafiarla y
aun ponerla en jaque.
Dos leyes paralelas rigen en el país: la
del Estado y la del narco. Vastas regiones
del territorio nacional -en algunos
casos entidades casi completas, como
Tamaulipas- son señoreadas por las
fuerzas criminales. Ningún gobierno
podrá acabar con ellas.
Los incentivos que estimulan el narcotráfico
son muchos y muy poderosos.
Tenemos la desgracia de vivir junto al
mayor consumidor de drogas en el mundo,
y eso crea un mercado de billones
de dólares.
Hubo un tiempo -feliz tiempo, diríamos
ahora- en que el gobierno mexicano
dejaba hacer, dejaba pasar, y el trasiego
de la droga “al otro lado” se hacía calladamente
y sin ninguna consecuencia
para la población civil. Pero desde que
empezamos a hacerle el trabajo sucio al
vecino, desde que nos metimos a combatir
a los traficantes de la droga destinada
a los viciosos del país del norte -vale decir
desde que empezamos a tratar de proteger
a quienes no quieren ser protegidos-,
entonces empezó nuestra tragedia, y
millares de mexicanos mueren cada año
en esa guerra inútil que en el fondo no es
nuestra guerra, sino la del vecino.
Todo por no seguir la antigua regla:
“Si quieres tú ser feliz / en forma reglamentaria
/ debes hacerte pendejo / por
lo menos una hora diaria”. Sé bien que
la cuestión no es simple, y tiene muchísimas
aristas. Para empezar, estamos
sujetos al dominio norteamericano. Pero
muchas veces la solución más simple es
la mejor. O promovemos la legalización
de las drogas y la regulación de su tráfico
a nivel internacional -lo piden muchas
voces- o dejamos de tratar de resolver
un problema que nos es ajeno, y de librar
una guerra que sabemos perdida
de antemano.
Con lo anteriormente dicho, he cumplido
por hoy mi modesta misión de
orientar a la República, y en esta ocasión
también, de paso, al mundo.
Puedo entonces sin cargo de conciencia
caminar por otra senda más amena,
la del humor ligero.
Aquella chica se llamaba Tabu Larasa,
y estaba plana por atrás. Quiero
decir que casi no tenía pompas. Le dijo
Capronio, ruin sujeto: “A ti te sentaron
cuando todavía estabas fresca ¿verdad?”.
Doña Insacia, la esposa de don Languidio,
tenía urgencias que su apagado
esposo ya no podía apagar. A causa de
eso la señora andaba siempre nerviosa
y arriscada.
Fue a la consulta de un especialista y
éste, después de interrogarla, le indicó:
“Ya que no puede usted hallar satisfacción
en la vida real, haré que la tenga en
el mundo de los sueños.
Lleve usted estas cinco pastillas y
tómese una cada día de la semana, antes
de dormir. La roja es para el lunes.
Soñará que está con un apuesto italiano.
La verde es para el martes. Se verá en
brazos de un guapo francés.
La amarilla es para el miércoles. Se
soñará usted haciendo el amor con un
ardiente español. El jueves tomará usted
la pastilla azul, y en el sueño será amada
por un rudo teutón. El viernes, el mejor
día de todos, tomará la pastilla morada
y soñará que está en el lecho de un mexicano
que la dejará exhausta y agotada,
tanto que deberá usted descansar el
sábado y el domingo”.
Llegó doña Insacia a su casa y le dijo
a su marido: “Por favor no me vayas a
despertar. Esta noche me voy a tomar
cinco pastillas”. FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
El discípulo del poeta le mostró el hai
kai que había hecho: “Libélula.
Quitadle las alas.
Una brizna de hierba”.
El poeta escribió en la misma hoja:
“Una brizna de hierba.
Ponedle alas.
Libélula”. El joven quedó maravillado.
El cambio hecho por su maestro
hacía que el poema tuviera más belleza.
Le preguntó: -¿Cómo hiciste eso? Respondió
el poeta: -Yo no lo hice. Se hizo
solo. Dudó el discípulo: -No entiendo.
Dijo el maestro: -La poesía no se
busca: se encuentra.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Morena, de López Obrador, presenta
sus candidatos.”
Cuando en lo particular me preguntan
a la buena si me gusta la Morena,
prefiero no contestar.

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