Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Señales de cansancio
2015-01-02 | 09:58:48
En la cama la señora le dijo a su marido: “Qué
extraña coincidencia. A ti se te olvidó que hoy
fue mi cumpleaños, y ahora resulta que a mí
se me olvidó cómo descruzar las piernas”...
Doña Pasita le preguntó a su joven nieta:
“¿Qué tal tu nuevo novio, Dulcilí?”. “Es muy
lindo, abue -respondió la muchacha-. Me baja
el Sol, la Luna y las estrellas”. Doña Pasita se
inquietó: “Ojalá que nada más eso te baje...
En una taberna de Juneau un cazador bebía
tristemente. El cantinero le preguntó que
le sucedía. Respondió el tipo: “Sospecho que
mi mujer me engaña con un esquimal, pero
no he podido confirmar ese recelo. Siempre
que llego a mi casa encuentro a mi esposa
en la recámara, sin ropa y muy nerviosa.
Busco abajo de la cama y en el clóset, y no
encuentro a nadie”.
Le dice el tabernero: “La ha estado pendejeando,
señor. Ésos se esconden en el
refrigerador”...
El niñito le preguntó a su mami: “La vecina
de al lado, ¿es medicina?”. “¿Medicina? -repitió
la señora sin entender-. No te entiendo”.
Explicó el pequeñín: “Es que cada vez que
mi papá la ve dice: “¡Uta! ¡Cómo me gustaría
recetármela!”...
Capronio, sujeto ruin y desconsiderado,
le espetó un piropo de subido color a una
muchacha. Le dijo: “Me gusta mucho su
cuartito. ¿Me lo puede alquilar?”. “Cómo no
-respondió ella-. Le voy a decir a mi marido
que le ponga la llave en la mano”...
El abogado defensor se dirigió al jurado:
“Cuando el acusado atacó, mi cliente estaba
inerme”. Se vuelve hacia su defendido y le
pide: “Dígale al jurado qué tenía usted en
las manos en ese momento”. Contesta el
individuo: “Tenía una bubi de la esposa de
mi atacante, pero ni modo de defenderme
con eso”...
Simpliciano, muchacho ingenuo y cándido,
se vio en la cumbre de la felicidad cuando
Pirulina, muchacha pizpireta, aceptó su
amorosa demanda.
Terminado el erótico deliquio le dijo él con
extasiado acento: “¡Gracias, Pirulina! ¿Cómo
podré pagar la felicidad que me brindaste?”.
Respondió ella: “Desde que los fenicios inventaron
el dinero esa pregunta tuya tiene
contestación”...
Una de las mayores fallas de la casta política
que nos gobierna es su alejamiento de
lo que se llama “el pueblo”. La demagogia
discursera de la época priista degradó ese
término, que tiene hasta la fecha connotaciones
populistas, pero no está por demás
recordar que el pueblo es la gente común, la
que no está sobrada de dinero, la que afronta
con dificultades la diaria empresa de vivir.
Están también los pobres, desde luego,
que forman parte ya de más de la mitad de
la población de México. Algunos de ellos
sufren de miseria; el hambre no les es ajena, y
conocen las formas extremas de la necesidad.
Para quienes detentan el poder, sin embargo,
esos mexicanos no tienen existencia real;
son números en una hoja cuadriculada. Y es
que los políticos no salen de sus casas y de sus
oficinas, de los sitios de lujo que frecuentan.
Gobiernan para los que son como ellos;
sus acciones tienden a beneficiar a quienes
gozan ya de inmensos beneficios, a aumentar
la riqueza de unos cuantos.
De ahí esa reforma fiscal recaudatoria;
de ahí los cambios hechos a la política energética;
de ahí los privilegios de que gozan
los partidos y la profusa cáfila que en ellos
parasita.
La injusticia social es nota distintiva de
la vida mexicana. Pero el pueblo está dando
ya señales de cansancio. Si los políticos no
las advierten pagarán caro el costo de su
ceguedad. (¡Bófonos!)...
Un tipo le comentó a otro: “Mi suegra me
dice ‘hijo’”. “Eso está muy bien” -opinó el otro.
“No tanto -aclaró aquél-. Nunca termina de
decir la frase”...
Nalgarina Grandchichier, mujer de anatomía
exuberante, le hizo una confidencia
a doña Jodoncia, su vecina. Le dijo: “Estoy
teniendo una relación con un hombre casado.
Es tremendamente feo; es el hombre más
indejo del mundo; no tiene en qué caerse
muerto, y para colmo es malísimo en la cama.
Sin embargo no sé por qué le he tomado
cariño”.
Esa misma noche doña Jodoncia le preguntó
a su esposo: “¿Estás teniendo una
relación con Nalgarina?”...
Acabado el trance de amor, la viborita le
dijo a su galán al tiempo que dejaba escapar
un hondo suspiro de satisfacción: “¡Caramba,
Serpentino! ¡Ahora entiendo por qué
te llaman ‘pitón!’”... (No le entendí).... FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Los habitantes de Roma tienen una
costumbre de año nuevo. El primer día
de enero arrojan a la calle un objeto
viejo, inútil y gastado: la plancha que
ya no sirve; el televisor descompuesto;
la escoba que con el uso se acabó...
Esa costumbre encierra un simbolismo.
Se trata de comenzar el año sin
todo lo que nos estorba, sin el lastre de
lo que ya pasó.
Eso mismo quisiera yo hacer: ponerme
frente a mi ventana y echar a la calle
el peso inútil de los malos sentimientos.
De ese modo podría empezar una nueva
etapa sin esas turbiedades interiores
que nos impiden estrenar vida al mismo
tiempo que estrenamos año.
Me gustaría arrojar a la calle esos
trastos inútiles, y que un viento renovador
se los llevara. Si hiciera eso quizás el
nuevo año me daría un abrazo al encontrarme
y me diría con una gran sonrisa:
-¡Feliz hombre nuevo!
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Empieza un nuevo año...”.
Decía cierto señor
Con un suspiro muy hondo:
“Lo que deseo en el fondo
es que éste sea mejor”.

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