Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Reforma desmayada
2014-12-26 | 21:43:10
Llegó a la mueblería una extraña pareja: ella tenía 20 años; él más de 70. La muchacha llevó aparte a la encargada y le pidió en voz baja: “Quiero una cama resistente, que aguante mucho”.

La empleada se sorprendió. Con tono de complicidad le preguntó a la chica: “Su marido ¿es muy fogoso?”. “No -respondió ella-. Pero tiene el sueño muy pesado”.

Inopio e Indigencio, sujetos cuyo único oficio era no tener ninguno, y que por eso vivían siempre sin blanca en el bolsillo, se jactaban ante sus amigos de haber ido a cenar en Nochebuena en el mejor restorán de la ciudad. “¿Ah, sí? -preguntó uno con actitud escéptica-. Y ¿cómo pagaron?”. Respondió Indigencio: “Nos dividimos la cuenta. Inopio lavó los platos, y yo los sequé”.

El vendedor de seguros entrevistaba a un señor, pero el hombre resistía todos los argumentos de venta. Finalmente el agente recurrió al resorte sentimental: “¿No se ha preguntado -le dijo- qué hará su esposa el día que usted emprenda el viaje que no tiene retorno?”. Contestó el señor: “Supongo que seguirá haciendo lo mismo que hace ahora cuando emprendo viajes que sí tienen retorno”.

Desde su asiento en el autobús de pasajeros, doña Pasita vio a la joven pareja de enamorados que se despedían en el andén.

Después de mil abrazos y apasionados besos la muchacha subió hecha un mar de lágrimas y tomó su lugar junto a la bondadosa anciana. “¡Pobrecita! -le dijo la viejuca, emocionada-. ¿Lloras porque te despediste de tu esposo?”. “No -respondió ella-. Lloro porque ahora debo regresar a él”.

¡Ah, los errores de la juventud! ¡Quién pudiera volver a cometerlos! Bien dice el clásico proverbio: “Juventus, ventus”. La juventud es viento. Viento de locura, sí, pero viento que muy pronto se va.

Por eso. (Nota de la redacción: Nuestro estimado colaborador se extiende por 24 fojas útiles y vuelta en congojosas reflexiones acerca de la brevedad de la vida; de la primavera que se vuelve otoño; del dorado esplendor de la pasada edad, etcétera. Pese a la incuestionable validez de esas meditaciones nos vemos en la penosa necesidad de suprimirlas por falta de espacio).

Según las opiniones de los entendidos, la reforma educativa podrá ser aplicada -al menos en su primera parte- el año 2114 de nuestra era, si el tiempo no lo impide y previo permiso de los disidentes.

En efecto, organizaciones -por no decir bandas- como la CNTE de Oaxaca y la CETEG de Guerrero se oponen a ella, y seguirán empleando todos sus métodos violentos para evitar su aplicación.

La existencia de esos grupos es uno de los factores que más daño causan a la educación, y por lo tanto a México. Mientras su conducta delincuencial siga siendo tolerada, la tal reforma será letra, si no muerta, por lo menos bastante desmayada.

En Nochebuena un tipo bebía solo en la cantina. Al cantinero le llamó la atención que a cada rato el hombre sacaba una fotografía de su cartera, la miraba, la volvía a guardar y seguía bebiendo.

“Perdone, caballero -le preguntó sin poder ya contener su curiosidad-, ¿de quién es esa fotografía que mira usted a cada momento?” Respondió el individuo: “Es el retrato de mi esposa”. “¿Se le murió?” -inquirió el otro, conmovido. “No -replicó el hombre-. Está en la casa”.

“Y entonces -quiso saber el de la cantina- ¿por qué mira tanto su retrato?”. Explicó el tipo: “Es mi medida para beber. Cuando me empieza a parecer bonita sé que ya ando muy borracho”.

La película era interesante, y sin embargo doña Panoplia y su amiga sostenían una charla animadísima. El caballero que estaba atrás de ellas se quejó: “No me dejan oír”. “Claro que no -le dijo doña Panoplia con tono agrio-. Es una conversación privada”.

La señora de la casa le daba instrucciones a la joven y linda criadita en su segundo día de trabajo: “Quiero que seas limpia, ordenada y cuidadosa. Pero por encima de todo debes ser discreta”. “Entiendo, señora -respondió la muchacha-. También el señor me pidió que no le fuera a contar a nadie, y menos a usted, lo que anoche sucedió”... FIN.






mirador

Armando Fuentes Aguirre


Mi casa es pequeña y es sencilla, y sin embargo en ella hay más, mucho más de lo que necesito.

Ahora que escribo esto, por ejemplo, soy plenamente feliz. La tarde es de neblina; llueve un poco. Mientras miro la lluvia en el jardín bebo una taza de yerbanís. El domingo pasado fui a la montaña y busqué bajo los pinos esta humilde hierba de flores amarillas con la cual se hace un té que huele y sabe a bosque.

Bebo a pequeños sorbos la infusión y miro las volutas de humo azul que salen de la taza.

Se oye a lo lejos el fragor del trueno.

Con perfecto sentido de la escena cae una hoja del duraznero y traza en el aire un dibujo japonés que en el tiempo durará un instante y en el recuerdo toda una eternidad.

La noche se va acercando con pasos lentos, para no asustar a la tarde que se va.

Y yo me acerco a mí mismo, también con pasos lentos, para no asustarme.

¡Hasta mañana!...


manganitas

Por AFA


“... Crece la inseguridad en el DF...”

Hay que decir la verdad:

el panorama es oscuro.

Ya lo único seguro

es la inseguridad.

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