Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Nostalgia
2014-12-23 | 10:13:45
A mediados del siglo pasado -¡ay! tan pasado-
se proyectó en el Cinema Palacio,
elegantísima sala cinematográfica de mi
ciudad, Saltillo, una película de estreno que
hoy figura entre las películas más clásicas.
Esas películas, las que se llaman clásicas,
me gustan mucho. Son de hace muchos
años, y parecen haber sido filmadas este día.
Recordemos la sabia definición de Alfonso
Reyes: “Clásico es lo que sin ser actual es
actual”.
En inglés el film que digo tiene un nombre
algo pedante: se llama: “Now, voyager”. Las
palabras están tomadas, creo recordar, de
un verso de Walt Whitman.
El título con que se conoció en los países
de habla hispana es bastante cursi: “Lágrimas
de antaño”. Aun así prefiero este
otro nombre. Siempre preferiré lo cursi a
lo pedante.
Lo cursi es solamente cursi; pero lo
pedante, a más de cursi, es también muy
aburrido.
En la película aparece Bette Davis, extraña
artista de inquietantes ojos a quienes
unos consideraban fea y otros juzgaban hermosa
sin comparación. Por el papel que hizo
en “Now, Voyager” recibió una nominación
al Óscar como mejor actriz.
Su personaje es Charlotte Vale, una mujer
soltera, sin gracia alguna, desgarbada,
a quien su madre, tiránica mujer, mantiene
en oprobiosa sumisión.
Por eso se ha vuelto retraída; su timidez
es tan grande que el trato con extraños la
pone en estado de histerismo. Un psiquiatra
amable y elegante -Claude Rains, que también
sale en “Casablanca”- la conoce y logra
convencerla de ir a una clínica especializada
en problemas de conducta.
De ese hospital siquiátrico Charlotte
sale transformada: aquella soltera sin roce
social, introvertida, es ahora una mujer de
mundo, bella, segura de sí misma, y hasta
con atractivo sexual para los hombres.
En un crucero por los mares de América
del Sur conoce a un guapo europeo, Paul
Henreid. Se enamoran los dos; y tienen una
noche de pasión. La noche de pasión, claro,
no aparece en la película.
Sin embargo el amor de aquellos súbitos
amantes es imposible: él es casado, y no está
dispuesto a hacer sufrir a su esposa con una
separación. Pero se aman profundamente.
Charlotte conoce por accidente a la hija
de su enamorado, una niña que sufre los
mismos problemas que tuvo ella. La lleva a
vivir a su casa y la transforma en igual forma
que la psiquiatría la transformó a ella.
Aquella chiquilla hosca y huraña es ahora
una atractiva jovencita que vivirá a su lado,
pues su madre enferma no puede atenderla.
Al final de la película el galán le expresa a
Bette Davis su tristeza por no poder unirse
a ella para toda la vida. Es entonces cuando
la actriz pronuncia su inmortal frase, una
de las más célebres de todas las que se han
dicho en la pantalla: “Oh, Jerry, we have the
stars. Let’s not ask for the moon”. “Oh, Jerry,
tenemos las estrellas. No pidamos también
la luna”.
La cámara se vuelve hacia un cielo lleno
de estrellas; suena la hermosa música
de Max Steiner -el mismo que escribió la
partitura de “Lo que el viento se llevó”-, y
aparecen en la pantalla las palabras consagradas:
The end.
A mí me gustan mucho las frases clásicas
del cine. Tengo una buena colección de
ellas, y he llegado a usar algunas en ciertas
ocasiones especiales de mi vida. Por ejemplo
aquella de Arturo de Córdova: “En la vida de
toda mujer hay un pecado. Tu pecado soy yo”.
Dile esa frase a una mujer, aunque sea sin
la voz y el acento de Arturo, y caerá en tus
brazos y en todo lo demás.
La frase de Bette Davis es igualmente
imperecedera. A más de una señora haría
llorar si viera hoy aquella película de tan
ayer. Pero a más de ser inmortal, y ser hermosa,
la frase encierra también una lección
de vida: siempre hay que estar contentos.
La palabra “contento” significa estar contenido;
no desear más de lo que ya se tiene.
En efecto: si ya tenemos las estrellas ¿para
qué desear la luna cuando sabemos que es
imposible conseguirla?
Diría Perogrullo: si ya tenemos lo que
tenemos, ¿para qué envidiar lo que no tenemos?
Yo gozo del cine actual lo mismo
que disfruto del cine de nostalgia, pero -la
verdad-, en las películas de nuestro tiempo
ya no se dicen frases como en las películas
de aquellos tiempos que solo por ser pasados
son “los buenos tiempos”... FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Los habitantes de la aldea se entristecieron
porque su milagroso Cristo,
que con puntualidad de tren inglés
sangraba cada año el mismo día, aquel
día no sangró. Preguntaron al padre
Soárez por qué, y él no supo qué explicarles.
Pero esa noche el padre Soárez
soño al Cristo.
-Señor -le preguntó-: ¿por qué no
sangras ya?
Respondió él:
-Sangré muchas veces sin que me
vieran. Sangré cuando aquel hombre
golpeó a su hija porque iba a tener un
hijo sin ser casada. Sangré cuando el
dueño de los talleres, para sacudirse a
su viejo trabajador sin pagarle indemnización,
lo acusó de robar. Sangré
cuando un pobre murió de hambre y
de frío sin que ninguno remediara su
necesidad. Sangré cuando lloró esa
anciana que sufre dolor de soledad.
Sangré cuando supe de aquel niño
que no puede jugar porque ha de pedir
limosna para poder comer. Todas esas
veces sangré, y muchas más. No sangré
ahora porque ya se me acabó la sangre.
Así dijo el Cristo.
Y entonces el padre Soárez despertó.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Alegría de Navidad...”.
Las luces con su fulgor,
las músicas de ese día,
nos dicen que esa alegría
ha de tornarse en amor.

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