Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Motivo de orgullo
2013-12-08 | 10:40:52
A media función el payaso del circo fue hacia Pepito y le dijo unas palabras al oído. El papá del niño, orgulloso, le dijo alegremente: “¿Lo viste, Pepito? ¡Entre todos los niños que están en el circo el payasito nada más te habló a ti! ¿Qué te dijo?”. Pepito, guardando apresuradamente su resortera, contestó asustado: “Me dijo: ‘La próxima piedra se la tiras a tu tiznada madre”’...
Don Algón, el jefe de la oficina, quiso hacer un estudio acerca de los empleados, tanto hombres como mujeres, que faltaban los lunes. Llamó al jefe de personal y le ordenó: “Hágame una lista de los que no vinieron a trabajar hoy, por sexo”. “Serán casos muy raros, don Algón -contestó el otro-. Casi todos faltan más bien por enfermedad o por cruda”...
El gendarme hacía su acostumbrada ronda cuando advirtió que Babalucas, el indejo más grande del condado, le estaba propinando fuertes nalgadas a su hijo. “¡Señor Babalucas! -corrió a detenerlo-. ¿Por qué maltrata en esa forma a su hijo?”. “No se imagina usted lo que me hizo, don Genizario –respondió él-.
Me compré una guitarra, y estaba muy feliz tocándola cuando llegó este bribón y le dio vuelta a una de las clavijas. Con eso me desafinó la cuerda, y ya no pude tocar bien”. “¿Y sólo por eso le pega a la criatura? -se indignó el policía-. ¿Por qué le desafinó una cuerda de la guitarra?”. “No nada más por eso –contesta, rencoroso, Babalucas-. El caón chiquillo no me quiere decir cuál de las seis cuerdas me desafinó”...
Los dos presos se iban escapando por la azotea de la prisión. El vigilante de una torre los descubrió; hizo sonar de inmediato la sirena de alarma y puso en los fugitivos el redondo haz de su potente reflector. En medio de la luz uno de los presos le dijo entre dientes al otro: “¡No te quedes ahí parado, güey! ¡Sonríe y haz unos pasos de tap!”...
El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida –no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite el adulterio a sus feligreses a condición de que no sea en domingo-, organizó un servicio testimonial: todos los pecadores deberían proclamar sus culpas y manifestar su propósito de cambiar de vida.
Se puso en pie un hombre. “Hermanos -dijo-. Soy un borracho perdido, pero les juro que voy a cambiar”. Todos aplaudieron, y algunos lloraron conmovidos. Se levantó otro: “Yo soy un jugador compulsivo, hermanos, pero les juro que voy a cambiar”. Nuevos aplausos, y llanto general. Llevada por la emoción se puso en pie Celiberia Sinvarón, madura señorita soltera. “¡Hermanos! –gritó en arrebato de piedad -. ¡Yo no he hecho nada! ¡Pero también les juro que voy a cambiar!”...
Un sujeto estaba haciendo el amor con su esposa. De pronto interrumpió la acción, y tomó el teléfono. “¿Hablo a la florería ‘La rosa sin espinas’? –preguntó-. Por favor envíen aquí una corona fúnebre”. Y dio la dirección de su casa. “¡Frustracio! –preguntó la señora llena de sobresalto-. ¿Por qué pediste una corona fúnebre?” Respondió el esposo: “Perdóname, Frigidia. Es que pensé que estabas muerta”…
Empédocles Etílez fue a una fiesta y empinó demasiado el codo. A la mañana siguiente se sintió tan mal que decidió no ir a trabajar. Tomó el teléfono y llamó a su jefe: “Don Algón -le dijo con tremulosa voz-. Amanecí con un terrible dolor de cabeza. Me temo que no podré ir a trabajar”. “No hay problema, Empédocles -contesta don Algón-. Puedes quedarte en casa todo el día. Hoy es domingo”...
Un sujeto amante de la naturaleza oyó hablar de un club nudista que funcionaba cerca de la ciudad en que vivía. Decidió inscribirse, pues además le dijeron que muchas chicas guapas pertenecían a él. Cuando regresó un amigo suyo le preguntó, curioso: “¿Cómo te fue en tu primer día en el campo nudista?”. “Pasé una gran vergüenza -respondió el tipo, apenado-. A simple vista todo mundo pudo darse cuenta de que era mi primer día”... (No le entendí)… FIN.

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