Comentó un tipo en el bar: “Mi novia y yo estamos perdiendo interés en el sexo. Creo que ha llegado la hora de casarnos’’… Un golfista iba por el campo con cuatro jovencitos que le ayudaban a cargar el equipo. “¿Cuatro caddies?’’ -le preguntó con extrañeza un compañero del club. “-No son caddies -responde el golfista-. Mi mujer quiere que pase más tiempo con los hijos’’... Se casó Libidiano con su cándida novia DulcilÃ. Al empezar la noche de bodas él fue a darse un regaderazo. Cuando salió del baño vio a su flamante mujercita en la terraza de la habitación. Miraba ensoñadoramente el cielo. “¿Qué haces, DulcilÃ?’’ -le preguntó con extrañeza. Responde la cándida muchacha: “Estoy contemplando el firmamento. Mi mamá me dijo que ésta va a ser la noche más maravillosa de mi vida’’... Doña Frigidia les contó a sus amigas un suceso que le habÃa acontecido la noche anterior con don Frustracio, su marido. “Llegó con algunas copas -empieza a relatar-. Se metió en la cama, se acercó a mà e hizo lo que hacÃa muchos años no hacÃa: me puso la mano en una pierna y empezó a acariciarla lentamente. Entonces sentà aquella vieja sensación que siempre me asaltaba en momentos como ése, y que también hacÃa mucho tiempo no sentÃa’’. “¿Excitación?’’ -preguntó con interés una de las amigas. “No, -respondió doña Frigidia-. Dolor de cabeza’’... Tanto la ley civil como la doctrina social de las diversas iglesias cristianas consideran que el salario del trabajador ha de ser justo. Esa justicia incluye que la entrega del salario, y de las prestaciones que lo acompañan, sea oportuna. Muchos patrones entregan tardÃamente los aguinaldos a sus trabajadores, de modo que cuando éstos van a comprar sus regalos para la Navidad, especialmente aquellos que son para sus pequeños hijos, encuentran ya vacÃos los anaqueles de las tiendas. Por este medio exhorto a esos remolones empleadores a dejarse poseer por el espÃritu navideño, que es de generosidad, a fin de que paguen con oportunidad los aguinaldos. El bien que llega tarde no es tan bueno… Don Geroncio, señor de edad madura, fue al campo. Le vino en ganas hacer una necesidad menor, y al dirimirla sucedió le una desgracia: le picó una avispa en la parte que habÃa expuesto a fin de cumplir con la naturaleza. Al dÃa siguiente acudió don Geroncio con el médico: “Doctor -le preguntó-: ¿podrÃa usted quitar el dolor sin suprimir la inflamación?’’... Cierto autor dramático era objeto de grandes alabanzas. La esposa del escritor le comenta a una amiga: “No sé por qué dicen que es un autor teatral muy inspirado. Conmigo nunca pasa del primer acto. (Tampoco le entendÃ)... Tres años estuvo Leovigildo de novio con la lozana Pirulina. Todo ese tiempo la asedió con urentes demandas de erotismo; mil veces le pidió la entrega de su recóndito tesoro, y otras tantas veces ella se lo negó, tajante. Por fin él le propuso matrimonio, pues supo que solo en el tálamo nupcial podrÃa refocilarse con el objeto de su anhelo. La noche de bodas le dijo Leovigildo a su flamante desposada: “¿Sabes una cosa, Pirulina? Si te hubieras entregado a mÃ, ya no me habrÃa casado contigo’’. Responde ella: “La experiencia es la maestra de la vida. Por eso se me escaparon otros cuatro novios’’... Le dice un muchacho a otro: “Mira, ahà viene Nalguina Bustosa. Su cara es el retrato de su mamá’’. “Pues el marco es estupendo’’ -comenta el otro lleno de admiración... El señor regresó muy apesadumbrado de su visita al médico. Le contó a su mujer: “Dice el doctor que no puedo fumar, que no puedo beber, que no puedo desvelarme, que no puedo hacer el amor’’. Pregunta la señora: “Y esto último ¿cómo lo supo?’’... FIN.