Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Acaponeta
2013-12-02 | 09:29:20
La linda chica le dijo a su papá: “¿Recuerdas, papi, que me prometiste que me regalarías un coche si llegaba virgen al matrimonio? ¡Pues te acabo de ahorrar una buena cantidad de dinero!”…
Yo tengo muchos amores viejos. Y ahora tengo un nuevo amor. Se llama Acaponeta, un hermoso lugar de Nayarit. Su nombre tiene dos etimologías: del náhuatl una; del tepehuano la otra. Según la primera, “Acaponeta” equivale a algo así como “lugar junto al río”. En tepehuano esa palabra querría decir “frijol que se enreda a la caña”, o algo así.
Para no meterse en líos los acaponetenses dicen que Acaponeta significa “Lugar junto al río donde el frijol se enreda a la caña”. Santo y bueno. Yo fui a Acaponeta por dos razones: la primera, porque me invitaron; la segunda, porque jamás había estado ahí. A mí me gusta ir a dos clases de sitios: a los que he ido antes y a los que nunca he ido.
Quiero decir que me gusta conocer nuevas tierras, y me gusta igualmente regresar a ellas. Tanto el descubrir como el volver son cosa grata. Si Colón estuviera aquí coincidiría conmigo. Acaponeta es abundante en dos cosas: pianos y en gladiolas.
Los señores dicen con orgullo que ninguna ciudad de México tiene tantos pianos por número de habitantes como Acaponeta, y las señoras dicen, orgullosas, que en ninguna parte del mundo hay tantas gladiolas, y de aroma tan fino y acentuado, como en Acaponeta.
Otros prodigios descubrí en ese lugar bello, aparte de sus calles empedradas, de su lindo templo parroquial y de su manso río que de vez en cuando se embravece: sus camarones, de sabor inefable, pues no son de mar, sino de estero, más unos insignes tacos que se llaman “de puerquito tatemado”, de lechón cocinado al modo de una barbacoa, y unos churros que no son en verdad churros, sino una especie de buñuelos pequeñitos, suaves al paladar y capaces de endulzar el corazón y el alma.
Lo mejor de Acaponeta, sin embargo, son los acaponetenses. Me tocó en suerte -¡qué buena suerte!- clausurar el festival de cultura que cada año se hace en la ciudad, y sentí el afecto cálido de esos mujeres y hombres que guardan la ufanía de su solar nativo. En él vio la luz de la vida y de la poesía Alí Chumacero.
Contaba él que en cierta ocasión se le hizo un homenaje en Tepic. Cuando llegó fue recibido en la estación del tren por una jubilosa multitud encabezada por el gobernador del Estado y el alcalde de la capital. Se oía alegre música de banda; los niños de las escuelas ondeaban banderitas; la gente toda lo aplaudía y vitoreaba.
Vio él una gran manta con una leyenda escrita en grandes caracteres: “¡Viva Alí Chumacero, el mejor poeta del mundo!”. Y abajo una inscripción en letras pequeñitas que no alcanzó a descifrar. Al salir de la estación pasó con la comitiva cerca de aquella manta, y entonces sí el afamado bardo nayarita pudo leer aquella frase. Puesta entre paréntesis abajo de aquel sonoro “¡Viva Alí Chumacero, el mejor poeta del mundo!”, la frase en letras pequeñas acotaba: “Con excepción de Amado Nervo”.
He de volver a Acaponeta, si Diosito me hace ese milagro. Ahora doy gracias a su gente por la bondad y afecto con que me trató. He de volver a Acaponeta, en esta vida o en otra. De preferencia en ésta. Mientras tanto envío un abrazo al maestro José Ricardo Morales y al doctor Antonio Gutiérrez, mis anfitriones y guías, por cuya gentileza pude conocer las hermosuras de ese precioso sitio junto al agua donde el frijol se enreda a la caña. Santo y bueno…
Un hijo adolescente es el castigo que nos envía algún dios rencoroso por haber gozado el sexo hace 15 años…
El joven y apuesto médico revisó al bebé que le presentaba la mujer. Le dijo a ésta: “La criatura no está bien alimentada. ¿Se le da pecho o biberón?”. “Pecho” –respondió ella. “Permítame entonces revisarla” –pidió el facultativo. La hizo desvestirse de cintura arriba y procedió a examinarla detenidamente palpándole el busto una y otra vez, por largo rato y en variadas formas.
Al término del prolijo examen le dijo: “Ahora entiendo por qué el bebé está desnutrido. No tiene usted nada de leche”. “Claro que no tengo leche –contestó la mujer-. Soy la tía soltera del niño. Pero me alegra mucho haber venido”… FIN.

mirador
armando fuentes aguirre
Julie Kavner, extraordinaria actriz, por lo versátil, hace las voces de Selma y Patty, las cuñadas del gran Homero Simpson.
Cuando la invitaron a hacer ese trabajo le pidió a Jim Brooks que le dijera cómo eran las mujeres, para saber qué voz debía ponerles. Le respondió sencillamente el escritor:
-Le quitan el gozo y la alegría a todo.
Hay mucha gente así. Tanta amargura traen consigo que quieren pasarla a los demás. En la felicidad de otros ponen su infelicidad; apagan con su sombra cualquier luz.
Yo huyo de esa mala gente como del enemigo malo. Creo que la alegría es obra de Dios, y la melancolía invento del demonio. El Señor no admitirá en su casa a los taciturnos y abatidos, porque se la entristecerán.
Alegrémonos aun en medio de la tribulación. Estamos vivos, y la vida está hecha de esperanza.
¡Hasta mañana!...
manganitas
por afa
“…Primer año de gobierno federal…”.
Empezó con esperanza
y acabó en desilusión…
El humor de la nación
se mortifica y se cansa.

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