Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Indignación fronteriza
2013-10-30 | 11:10:26
Mis cuatro lectores se preguntarán qué voy a decir hoy. (Nota de la redacción. Con pena y todo nos vemos obligados a informar que ninguno de los cuatro lectores de nuestro amable colaborador se está preguntando eso. Dos lectoras y dos lectores tiene.
La primera se está preguntando si le quedaron bien los rayos que se hizo pintar en el cabello. La segunda querría saber si la lucha tendiente a conseguir la equidad de género ha rendido ya frutos apreciables.
De los lectores pertenecientes al sexo masculino uno se pregunta si su guapa vecina, mujer de ubérrimo tetamen y prominente popa, lo admitirá por fin en la tibieza de su lecho, y la interrogación del otro gira en torno de cuál es la capital de Dakota del Sur.
Ninguno, entonces, se interesa en saber qué va a decir hoy el columnista. Lamentamos sinceramente tal indiferencia, reflejo de la apatía de la sociedad).
Pues bien: ya que nadie me pregunta qué voy a decir hoy tendré que decirlo por mi cuenta: diré qué están haciendo el Gobierno y el PRI con los estados de la frontera norte. Antes, sin embargo, narraré algunos chascarrillos a fin de disponer el ánimo de la República para afrontar esa revelación…
La señorita Peripalda se presentó en la demarcación de policía de su pueblo y le dijo muy enojada al oficial de guardia: “Alguien arrojó esto a mi jardín”. Y así diciendo puso con gesto de asco sobre el mostrador un condón o preservativo, también llamado ángel guardián, paracaídas, don Prudencio, cachirulo, gabardina, bozal o Caperucita en-carnada.
El policía le devolvió el artilugio a la piadosa catequista y le indicó amablemente: “Consérvelo usted, señorita Peripalda. Si en tres meses nadie lo reclama puede quedarse con él”…
Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, le pagó 10 mil pesos a un genealogista para que le averiguara el origen de su familia. Después tuvo que pagarle 20 mil para que no le dijera a nadie de dónde venía su familia…
Don Cornulio platicaba con dos de sus amigos en el bar. Dijo uno de ellos, pesaroso: “Sospecho que mi mujer me engaña con un carpintero: encontré un serrucho abajo de la cama”. Declara el segundo igualmente dolorido: “Yo pienso que mi esposa me es infiel con un mecánico: debajo de la cama hallé una pinzas”.
Manifiesta entonces don Cornulio, igualmente acongojado: “Yo recelo que mi señora me engaña con un caballo”. “¡Cómo!” –exclamaron al unísono los amigos, asombrados. Explica don Cornulio: “Abajo de la cama encontré un charro”…
¿Qué están haciendo el Gobierno y el PRI con los estados de la frontera norte? Los están entregando al PAN. En los últimos días he estado en varias ciudades fronterizas, y en todas por igual he advertido una gran indignación por las medidas que la reforma fiscal ha traído consigo en relación con la frontera, especialmente la del cobro del IVA.
La gente se queja de los actos de imposición venidos del centro, y dice pestes de los legisladores que en vez de representar el interés de los distritos fronterizos se someten a la voluntad presidencial y a las consignas del partido.
Quizá el Gobierno y el PRI piensen que el pueblo no tiene memoria, y que pronto olvidará su resquemor. No se confíen. En las elecciones intermedias se verá que los ciudadanos no perdonan los agravios que reciben, sobre todo si afectan sus bolsillos…
Un obsceno individuo llamó por teléfono a Pirulina y le dijo: “Si adivinas qué cosa tengo en la mano dejaré que la tengas”. Ella le respondió inmediatamente: “Si te cabe en una sola mano no me interesa tenerla”…
Don Algón fue una plaga los días que estuvo en el hospital. Maldecía a los médicos, reprendía con aspereza a las enfermeras, se quejaba de todo. El día que iba a ser dado de alta, una de las enfermeras le dijo: “Antes de que se vaya debo tomarle la temperatura con termómetro rectal”.
A querer y no el necio se señor se sometió a la orden, y reprimió una maldición cuando sintió que la mujer le insertaba el artilugio. “Quédese así sin moverse –le ordenó ella-. Regresaré en seguida”.
Poco después empezaron a entrar en el cuarto otras enfermeras, y numerosos médicos. Todos soltaban la carcajada al ver a don Algón en esa incómoda postura. “¿Por qué se ríen?” –le preguntó el ejecutivo hecho un furia a uno de los doctores-. ¿No han visto nunca que le tomen la temperatura a alguien por ahí?”. “Sí –respondió el facultativo-. Pero no con una flor”… FIN.
mirador
Por Armando fuentes aguirre
Llegaron ya los vareadores a mi huerto. Con sus largas pértigas sacuden las ramas de los nogales para hacerlos soltar su rico fruto. Suben a lo alto de los altos árboles y no dejan rama sin sacudir, y silban o cantan mientras hacen su tarea, como si no anduvieran en alturas a las que sólo llega el pájaro madrugador.
Yo temo por estos hombres que trabajan descalzos y serenos. Les he comprado arneses, cuerdas, cascos. Prometen ellos que van a usar todo eso, pero cuando voy a verlos encuentro esa balumba al pie del tronco, y a ellos allá arriba, riéndose del vacío y riéndose de mí.
Don Abundio me dice que lleva más de 70 años de ver a los vareadores apalear los nogales, y nunca nadie se ha caído. Volvemos a la casa. En el camino tropiezo con una piedra suelta.
Me pregunta el ladino viejo con fingida preocupación:
-¿Le traigo un arnés, licenciado?
¡Hasta mañana!...
manganitas
Por AFA
“… No se irán del Monumento a la Revolución los de la CNTE…”.
Toda la razón se estrella
ante esa tropa fatal.
¿Dónde harán el menor mal?
¿En la escuela o fuera de ella?

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