Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Negocios rentables
2013-10-25 | 22:33:06
En el día de campo el muchacho llevó a la chica atrás de unos arbustos, y sobre el césped comenzó a hacerla objeto de más que apasionadas muestras de sensual amor. De pronto ella le dijo con apuro: “¡Afrodisio! ¡Vienen mis tías y mis primas!’’. Contestó el libidinoso amador respirando agitadamente: “¡Que esperen su turno!”...
Una joven mujer llegó a una ciudad en la que se celebraba una importante convención y se encontró con la desagradable novedad de que todos los hoteles estaban llenos. No había ni una sola habitación. Desesperada rogó al administrador del último hotel al que llegó que le consiguiera al menos un lugar donde pasar la noche.
Le dijo el hombre: “Todas nuestras habitaciones han sido tomadas por convencionistas con sus esposas. Pero hay uno que es soltero, el señor Babalucas, y está solo en el cuarto. Si usted acepta, y él también, la podemos acomodar en esa habitación’’.
Ella, temerosa de pasar la noche en la calle, dijo que por su parte no tenía inconveniente, y fue a hablar con el tal Babalucas. “Mire -le dijo-: usted no me conoce; yo no lo conozco a usted; ellos no nos conocen, y nosotros no los conocemos a ellos. ¿Por qué no me permite compartir su cuarto?’’. Él aceptó de buen grado.
Llegada la noche, la chica, para no incomodarlo, le dijo que dormiría sobre la alfombra. Pero apenas se acostó sintió la dureza del piso. Le propuso entonces: “Mire: usted no me conoce; yo no lo conozco a usted; ellos no nos conocen, y nosotros no los conocemos a ellos. ¿Por qué no me permite subirme a la cama?’’. Babalucas aceptó otra vez, y la chica se acostó a su lado.
Pero sucedió que las circunstancias y los naturales impulsos de la carne le inspiraron un súbito pensamiento a la muchacha. “Mire –le dijo a Babalucas-: usted no me conoce; yo no lo conozco a usted; ellos no nos conocen, y nosotros no los conocemos a ellos. ¿Por qué no nos divertimos un poco?’’.
Replicó Babalucas: “Mire: usted no me conoce; yo no la conozco a usted; ellos no nos conocen, y nosotros no los conocemos a ellos. ¿A quién vamos a invitar a divertirnos?’’...
Una de las más evidentes muestras de los muchos abusos que sufrimos los mexicanos es el excesivo número de partidos políticos que existen. Por ejemplo, en mi estado, Coahuila, hay 13. Eso demuestra lo avanzados que estamos en relación con Estados Unidos: los pobrecitos norteamericanos tienen solamente dos.
Y es que en México los partidos políticos y los table dances son los únicos negocios rentables, y más ahora, con la nueva reforma fiscal. Crear un partido político es tener acceso a suculentas prerrogativas –nunca mejor empleada la palabra-, de tal manera que hay partidos que son negocios de familia, y aun de un solo individuo que medra a costa de los contribuyentes.
Hay demasiados partidos, demasiados diputados, demasiados senadores y demasiada burocracia derivada de la política y de su ejercicio. En un país pobre partidos ricos; en un país que lucha por lograr su pleno desarrollo, una casta política insaciable que pesa gravemente sobre la economía nacional.
Si esos partiditos, partidillos o partidejos viven es solo por virtud de una viciosa legislación electoral que les permite coligarse con los partidos mayores, y de ese modo asegurar su sobrevivencia. Se les debería exigir un porcentaje determinado de votos en cada elección, y contar solamente los sufragios que cada partido obtenga por sí solo, no los recibidos en coalición con otro u otros.
Las leyes electorales, por desgracia, son hechas por los mismos partidos, y es ingenuidad entonces pensar que harán leyes contrarias a sus intereses. Demasiada política hay en México, y muy poca administración. En ese renglón estamos, para decirlo con un eufemismo, ligeramente jodidísimos…
Avidio, labioso galán, le propuso a Uglicia, muchacha más fea que un coche por abajo: “¿Te quieres casar conmigo?’’. “¡Pero, Avidio! -se asombró ella-. ¡Apenas tienes tres días de conocerme!’’. “Sí -reconoció él-. Pero ya tengo tres semanas trabajando en el banco donde tu papá tiene sus inversiones’’...
El tímido galán le dijo a la voluptuosa muchacha: “Siento tantas ganas de besarte que hasta me tiemblan los labios’’. “Eso no es nada –replicó la sabidora chica-. A mí me están temblando las piernas’’…
El dependiente le informó al dueño de la tienda: “Señor: una dama pregunta si tenemos calzones espiritistas’’. “¿Calzones espiritistas? -se sorprendió el comerciante-. No sé qué clase de calzones sean esos. ¿Por qué quiere la señora calzones espiritistas?’’. “Lo ignoro -repuso el empleado-. Me imagino que es porque piensa que tiene unas pompas del otro mundo’’... FIN.

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