Por Catón
Columna: De política y cosas peores
De política y cosas peores
2017-01-29 | 10:55:18
Don Cornulio llegó a su casa y en la recámara oyó ruidos extraños en el clóset. Lo abrió. Adentro estaba un gigantesco negro. Indignado le reclamó el mitrado esposo: “¿Qué hace usted aquí, señor mío? ¡Éste es el closet de blancos!”... Una señora se jactaba de las virtudes de su marido. “Entre otras cualidades -le dijo a una amiga- tiene la de ser fiel”. “Lo es bastante -reconoció la otra-. Y lo he felicitado por eso cuando está conmigo”... La criadita le dijo a su patrona: “Me voy, señora. Ya me cansé de ganar aquí tan poco. Hallé una casa donde me pagarán bastante por hacerme lo mismo que el señor me hace de gratis”... Un indocumentado logró finalmente su propósito de internarse en los Estados Unidos. Le puso un mensaje a su mujer: “Ya llegué a Dallas”. La mujer le contestó con otro mensaje: “Manda dinero de inmediato. Yo ya estoy llegando a lo mismo”... Cierto joven curita era asediado de continuo por las mismas tentaciones que hostigaron a San Antonio en el desierto. Un día, desesperado, fue con el buen padre Arsilio, su director espiritual, y le preguntó, angustiado: “Dígame por favor, padre: ¿cuándo se acaban las tentaciones de la carne?”. El anciano sacerdote suspiró con hondura y respondió: “La verdad no lo sé, hijo. Supongo que unos 15 días después de que nos hayamos ido al Cielo”... “La noche estaba divina -relató Dulciflor-. Había una luna llena a cuya luz se podía leer el periódico. Babalucas me llevó en su automóvil al romántico paraje que llaman El Ensalivadero”. “Y ¿qué hizo ahí?” -preguntó una, ansiosa. Respondió Dulciflor: “El muy idiota se puso a leer el periódico”... Un recién casado le dijo a su mujercita: “Me gustaría que hicieras los suéteres que hace mi mamá”. Respondió la muchacha: “Y a mí me gustaría que hicieras la lana que hace mi papá”... Un individuo llegó a la oficina de cierto polí- tico a pedir trabajo. Le preguntó el político: “¿Ha cometido usted algún delito?”. “Ninguno -respondió el sujeto-. Pero puedo aprender”... Doña Abusivia estaba en el quirófano. En la sala de espera aguardaban su hija y el esposo de ésta. Después de horas salió el médico y le informó al yerno: “La operación de su señora suegra terminó felizmente”. “¡No me diga, doctor! -exclamó el tipo-. ¿A qué hora pasó a mejor vida?”. Un tipo le confió a otro: “Estoy muy ofendido con mi mujer. Puso en la recámara un espejo”. “No me parece que debas estar tan enojado -le replica el otro-. Es muy natural tener un espejo en la recámara”. “Sí -admitió el tipo-. Pero ella lo puso de mi lado, y es de ésos que tienen un letrero que dice: ‘Los objetos aparecen aquí más grandes de lo que son en realidad’”... Los señores hablaban en el club acerca de las excelencias del ejercicio físico, y de cómo puede ayudar a todas las personas, independientemente de su edad. Relató uno: “Mi madre empezó a caminar 5 kilómetros diarios el día que cumplió los 70 años, y ayer llegó a los 90”. “¡Caramba! -exclamó uno-. ¡Deben haberla festejado en grande!”. “No pudimos -se entristeció el señor-. Quién sabe dónde estará después de haber caminado tanto tiempo”. Pocos saben cómo y por qué se inventó el cinturón de castidad. Sir Galahad iba a partir a las Cruzadas. Un vendedor de seguros se enteró de su partida y fue a ofrecerle un seguro de vida. Sir Galahad se mostraba renuente a comprarlo. El agente le insinuó con mucho tacto que podía morir en el largo viaje hasta Jerusalén, o en algún encuentro con los infieles. “¿Y qué va a hacer vuestra esposa cuando os hayáis ido?” -terminó dramáticamente. Sir Galahad se quedó pensando en lo que haría su esposa cuando él se hubiera ido. Y entonces se le ocurrió lo del cinturón de castidad... FIN.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018