Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Perdamos de pie, no de rodillas
2017-01-19 | 10:07:03
Día: alguno de fecha muy reciente. Hora:
la de la noche, propicia a los encuentros de
libídine. Lugar: el Motel Kamagua, acogimiento
de amantes clandestinos. En una de
sus habitaciones están Rosibel y don Algón,
ella muchacha en flor de edad, él galán en
vías de añejamiento.
Tendidos ya en el lecho del deliquio, in
púribus los dos, don Algón se dispone a realizar
los prolegómenos del erótico mester.
(Con s, por favor). De pronto Rosibel empieza
a hablar. ¿De qué creen mis cuatro lectores
que habla en momento tan inoportuno?
¡Del gasolinazo!
Menciona con precisión numérica los
litros de gasolina que antes ponía en su automóvil,
y los muy pocos que ahora puede
echarle, suficientes apenas para mover la
aguja del combustible.
Cita las protestas nacionales suscitadas
por esa carestía, tan impactante para la
economía popular. Analiza en detalle la
inflación causada por el aumento en el precio
de los carburantes. “Todo ha subido”
-declara pesarosa. “Linda -le dice don Algón,
más pesaroso aún-: tú acabas de hacer que
algo haya bajado”...
Dulcilí le reprochó a Pitorrango: “Los
novios de todas mis amigas ya pidieron su
mano, y tú eso es lo único que no me has
pedido”...
En la importante empresa se abrió un
puesto de secretaria. Varias aspirantes se
presentaron a pedir el cargo. Lo obtuvo
la que en la solicitud de empleo, en el renglón
correspondiente a sexo, puso: “No me
opongo”...
La diplomacia es el arte de decirle al perro
que te ladra: “Perrito lindo” mientras buscas
una piedra para partirle la cabeza. En el
trato con Donald Trump no hay diplomacia
que México pueda utilizar. La política de ese
mal hombre hacia nosotros es la del garrote.
Ante una embestida como las que una y
otra vez ha enderezado contra nuestro país
no caben obsecuencias ni blandenguerías.
Hay que plantarle cara al baladrón. A pesar
de sus fanfarronadas Trump no las tiene
todas consigo, como lo prueba el hecho
de que numerosos políticos importantes,
incluso algunos de su propio partido, han
anunciado que no asistirán a su toma de
posesión.
Si yo fuera el Canciller de México suspendería
por unas horas mi aprendizaje del
oficio y acordaría con el Presidente Peña no
enviar ninguna representación a ese acto,
ni felicitar al palurdo por su llegada a la
Casa Blanca.
Rugido de ratón quizá sería el nuestro,
pero sería también acto de dignidad que
nos quitaría ante el mundo la imagen que
ahora tenemos, de trapeador de Trump.
Aprovechemos la ola de animadversión
universal que ha levantado ese sujeto.
Si somos el país más ofendido por él
seamos también la nación que con más
pundonor protesta por sus insultos y sus
amenazas. La simpatía de las naciones
nos acompañaría. ¿Que tenemos mucho
que perder con ese enfrentamiento? Ya lo
estamos perdiendo. Al menos perdámoslo
de pie, no de rodillas.
¡Uta, columnista! Esa última frase tuya
merece ser inscrita, si no en bronce eterno o
mármol duradero, sí por lo menos en plastilina
verde. Alguien dirá que estás pidiendo
que nos envolvamos en la bandera y nos
arrojemos al vacío, pero en verdad lo tuyo
no es nacionalismo huero ni patrioterismo
chabacano, sino exigencia ciudadana de
que nuestro Gobierno actúe con decoro,
y no con sumisión servil, ante ese nuevo
enemigo de México.
Aprendamos de la historia, maestra que,
aunque aburrida a veces, suele dar útiles lecciones.
Quienes por ella han sido absueltos
es porque hicieron frente con entereza al
“extraño enemigo” que nos atacaba.
En cambio los que ante él cedieron o con
él acordaron pactos vergonzosos están condenados
a vilipendio eterno. Pido perdón si
propongo ahora otra frase que no aspira a
ser célebre, pero sí a ser escuchada. Señores
del gobierno: es la hora de la dignidad. FIN.

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