Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Otra bofetada
2017-01-26 | 09:22:51
Con premeditación, alevosía y ventaja Donald Trump propinó una nueva bofetada a México. El hecho de haber firmado la orden ejecutiva para construir el muro en la frontera el mismo día en que los representantes mexicanos se reunieron con sus asesores, y en vísperas de la visita de Peña Nieto a Washington, vuelve a mostrar a Trump como un sujeto de la peor calaña, atrabiliario y prepotente, desdeñoso de las reglas que norman el trato entre naciones y sin intención alguna de cuidar la buena relación entre México y Estados Unidos.

Las formas diplomáticas y el interés nacional impiden que el mandatario mexicano cancele su viaje a la nación vecina, cosa que la opinión general aplaudiría, pero en todo caso la visita de Peña Nieto debe servir para expresar oficialmente a Trump la absoluta negativa de nuestro país a pagar en cualquier forma la construcción de ese muro, tan costoso como inhumano e inútil.

Cada día que pasa el magnate norteamericano se muestra más hostil y más violento contra México. A una conducta así, tan insultante y ofensiva, el Presidente Peña debe responder con energía y firmeza, sean cuales fueren las consecuencias de su actitud.

La dignidad de México está en juego. Y esto no es cuestión de patrioterismo sin sustancia: es cosa que toca al interés nacional: debemos conservar el respeto de los demás países. En nuestra relación con Estados Unidos y con Trump dejemos que se pierda cualquier cosa, menos el honor.

Doña Clisteria, portaestandarte de la Cofradía de la Reverberación, fue a confesarse con el padre Arsilio. Empezó por decirle: “Como ve usted, señor cura, estoy un poco pasada de kilos”.

“No se echa de ver, hija -trató de animarla el amable sacerdote-. Lo noté hasta ahora que te sentaste en la banca y la partiste en dos”. “Con tal motivo -prosiguió la penitente sin acusar recibo de la animación- fui ver a un nutriólogo, que me impuso una dieta baja en calorías”.

“Interesante el tema -comentó el padre Arsilio-. Yo mismo estoy sujeto a un régimen. Llevo la dieta de la arúgula, que me permite comer de todo, menos arúgula. Pero dime, hija: ¿en qué se relaciona esa cuestión nutricional, que pertenece al cuerpo, con la salud de tu alma?”.

“Sucede, padre -explicó Clisteria-, que uno de los efectos de la dieta ha sido reavivarme el deseo sexual, el cual tenía bastante adormilado, hasta el punto en que no hacía el amor con mi marido desde la noche de Año Nuevo del año 2010”.

“No me parece mucho -acotó el confesor-. He visto casos más extremos. Tu comadre Críspula, por ejemplo, no tiene sexo desde el 2005. La última vez que doña Tracia tuvo relaciones con su esposo fue cuando el jubileo de San Boldo, en 2002.

Y doña Brema, tu vecina, no ha admitido en su lecho a su marido desde la firma del Tratado de Libre Comercio, y eso fue en 1992. Pero basta de comparaciones. Dime tu pecado”. “Un momentito, padre -pidió doña Clisteria-. Déjeme anotar esos datos, que me parecen sumamente interesantes y merecedores de amplia difusión”.

Don Arsilio esperó a que la señora apuntara la información citada, y en seguida le preguntó de nuevo cuál era el pecado que iba a confesar. “Como le dije, señor cura -siguió doña Clisteria-, la dieta baja en calorías me aumentó la líbide. Y anoche le practiqué sexo oral a mi marido. Mea culpa”.

“En eso no pecaste, hija -la tranquilizó el buen sacerdote-. La Santa Madre Iglesia permite que los casados disfruten en su matrimonio las diversas manifestaciones de la sexualidad con tal de que haya libre consentimiento de las partes y que no sufra daño ninguno de los cónyuges.

Y por lo que hace a tu dieta tampoco te preocupes. Eso tiene a lo mucho 40 calorías”... FIN.






mirador

armando fuentes aguirre


Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que escuchó a Horowitz tocar el Impromptu 3 de Schubert, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:

-Yo creo en el infierno. Y en el cielo creo también, por equidad. Creo en uno y el otro porque los he visto aquí en la Tierra. Infierno son los odios, la pobreza, la injusticia. Cielo son el amor, la belleza, la bondad... No me interesa mucho, entonces, saber si también existen en el más allá. Con los de aquí tengo por ahora.

Siguió diciendo:

-Nuestra tarea en este mundo es hacer que los infiernos sea cada día menos, y los cielos cada día más. Si después de esta vida hay un infierno, nos salvará de él haber luchado contra los infiernos que hay aquí. Si después de esta vida hay algún cielo, nos llevará a él haber contribuido, aunque sea un poco, a hacer que haya cielos en la Tierra.

Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.

¡Hasta mañana!...



manganitas

por afa


“...Un hombre se inyectó glándulas de mono antes de casarse...”.

Eso sucedió en abril,

en tiempo de primavera,

y su esposa aún espera

que se baje del candil.

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