El consumismo propio de estas fechas navideñas, cuando se confunde lo espiritual con lo material, y son las luces las que deslumbran y provocan situaciones desesperadas en quienes creen que la navidad es para gastar y adquirir regalos, cuando en la realidad se tiene otro propósito de mayor reflexión, se trata de analizar y hacer una verdadera introspección personal en un momento del año.

La navidad celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret, el hombre que se entregó a la humanidad en busca de redimir los pecados. Su testimonio y ejemplo vivo en millones de seres humanos en el mundo que profesan su religión como modelo de vida.

Al final de los tiempos la navidad se convierte en un acto de materialismo insospechado, cuando el mensaje de aquel niño que nació en un pesebre en la pobreza y recibió persecución, se le recuerda ahora en algunas casos en la banalidad.

Que se la navidad un momento del reencuentro familiar, para el perdón, la convivencia y la solidaridad con los que menos tienen.

Luego entonces, hay que abrir los corazones y dejar que sea la navidad un momento espiritual muy especial y evitar que la suculenta cena, los regalos y el vino, se convierta en el centro de esta gran fiesta.

Que sea esta la oportunidad mayor del año no solo para la reflexión sino para los nuevos propósitos que tienen que ver en el ser humano con ser mejor cada día.

Hay que orar porque las luces de la navidad no se conviertan en sólo el destello de una gran fiesta que hace en el mercantilismo. Hay que centrar este importante evento en la humanidad con acciones que reflejen el verdadero espíritu de aquel niño que vino y fue sacrificado después para ofrendarse como el rey de reyes.

Que en esta navidad surjan en todos el verdadero espíritu de la navidad y que todos aquellos que sufren alguna enfermedad, abandono, pobreza y persecución, que encuentren la paz y el bálsamo en su vida para seguir adelante. Así las cosas.