Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Cambiaron las pluris
2015-04-02 | 10:01:05
En el concurso de preguntas y respuestas
el conductor del programa le preguntó a la
concursante: “Por mil pesos, señora, díganos:
¿quién fue el primer hombre?”. Respondió
ella: “No puedo contestar esa pregunta. Le
prometí guardar el secreto”...
Pepito regresó de la clase del catecismo y le
dijo a su mamá: “Me gustaría ser el prójimo”.
“No te entiendo” -se extrañó la señora. Explicó
el chiquillo: “En la doctrina nos dijeron que venimos
a este mundo a servir al prójimo, ya mí
me gustaría que todo el mundo me sirviera”...
Un tipo iba a cruzar la frontera en su automóvil.
El guardia de la aduana le preguntó:
“¿Tiene algo que declarar?”. Respondió el sujeto:
“Nada”. El guardia le pidió que abriera
la cajuela del vehículo. En ella venían dos
enormes sacos o costales.
Inquirió, suspicaz, el oficial: “¿Qué es
eso?”. Respondió el individuo sin turbarse:
“Es comida para unos pollos que tengo en mi
casa”. Le pidió el aduanal: “Abra los sacos”.
Los abrió el sujeto.
Los costales estaban llenos de iPhones,
iPads, iPods y iHasta la madre. Le dijo el guardia,
severo: “¿Conque comida para pollos?”.
“Mire -replicó el sujeto-. Yo les pongo a los
pollos esas cosas. Si no se las comen eso ya es
asunto de ellos”...
Al terminar el trance de amor el galán le
preguntó, inquieto, a su dulcinea: “Dime,
Susiflor: ¿tomaste algo para evitar que de
esto resulte alguna consecuencia?”. “Claro
que sí -respondió ella-. Desde que empezamos
tomé en la mano mi pata de conejo para la
buena suerte”...
Doña Panoplia de Altopedo, dama de sociedad,
hizo una visita de caridad a la prisión.
Le dijo a uno de los reclusos: “Entiendo que
está usted aquí por robar”. “No precisamente,
señora -replicó el sujeto-. Estoy porque me
pescaron robando”...
Facilda Lasestas le contó a una de sus
amigas que su marido quería divorciarse de
ella. “¿Por qué?” -preguntó la otra. Explicó
Facilda: “Tenemos incompatibilidad de caracteres.
A él le gusta la alta fidelidad; a mí
la alta frecuencia”...
Las candidaturas plurinominales tenían
razón de ser en la época de la dominación
priísta. Eran migajas que el prigobierno daba
a una oposición débil que de otra manera
habría quedado totalmente al margen de la
vida pública.
Los partidos opositores, tanto de izquierda
como de derecha, escogían para esas candidaturas
a sus mejores representantes, a
fin de que dieran la batalla en la tribuna al
poderoso PRI.
Ahora que nuestra incipiente democracia
ha hecho más equitativa la lucha entre los
partidos, las copiosas listas de plurinominales
no tienen ya ninguna justificación, y menos
cuando vemos que las candidaturas se otorgan
a personas con escasa o nula preparación
política, y que los cargos sirven para pagar
favores o asegurar ventajas.
Nadie debería tener un cargo de representación
si no lo ha ganado en las urnas.
Lo demás es corrupción política que daña
a la nación y pesa onerosamente sobre los
contribuyentes.
Eran dos vagabundos. Uno se veía regordete
y sonrosado; el otro estaba flaco, macilento
y escuchimizado. Le dijo el primero al otro:
“¿Por qué no haces como yo? He aprendido a
comer por sugestión. Me pongo, por ejemplo,
frente a una rosticería, y me imagino que me
estoy comiendo un pollo.
Otras veces me coloco ante la vidriera
de un elegante restorán y pienso que estoy
disfrutando los manjares que ahí sirven. El
procedimiento obra maravillas: después de
la autosugestión me siento ahíto, satisfecho.
Desde que empecé a poner en práctica ese
método he aumentado 15 kilos, y ya no me
veo como tú”. El otro, maravillado, dijo que
seguiría la recomendación bajo su guía.
Esa misma tarde se pusieron los dos frente
a un lujoso restaurante que exhibía en su aparador
algunas de las viandas que servía: pavos,
perdices, jamones. El amigo clavó la vista en
los manjares y se concentró profundamente.
Después de un rato sucedió que una estupenda
rubia pasó frente a ellos. El vagabundo
aprendiz de la autosugestión se quedó viendo
con intensidad los profusos encantos de la
fémina.
De pronto ¡oh desgracia! cayó al suelo sacudido
por fuertes convulsiones. “¡Caramba!
-se consternó el otro-. ¡Olvidé decirle que
nunca hay que follar después de una comida
fuerte!”. FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Pilatos no encontraba culpa en aquel
hombre llamado Jesús que le presentaron
para que lo juzgara. El acusado
respondía con frases vagas a las imputaciones.
Otras veces oponía un hondo
silencio a las preguntas.
Algo tenía el hombre, sin embargo,
que lo apartaba del común de los reos.
Había en él una especie de extraña majestad.
Consistía quizá en la dignidad
que mostraba frente al escarnio de la
turba, o en la profundidad de su mirada,
o en la serenidad con que afrontaba el
riesgo de la muerte. Por eso, y porque su
mujer conoció en sueños la inocencia de
aquel justo, Pilatos no sabía qué hacer.
Hizo traer a Barrabás, pues por esos
días se regalaba al pueblo la libertad
de un condenado. Presentó a la turba a
Jesús y a Barrabás, y le pidió a la gente
que dijera a cuál de los dos quería libre.
-¡A Barrabás! -gritó con una sola,
enorme voz la multitud.
Así, Pilatos dejó libre al culpable y
condenó a morir al inocente.
Se lavó las manos. Mientras se las
secaba dijo para sí:
-Obré prudentemente: dejé que el
pueblo decidiera, y ya se sabe que el
pueblo siempre tiene la razón.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Están llenas las playas”.
Cierto lector asegura,
con voces nada serenas,
que las playas quedan llenas
también después: de basura.

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