Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Época de sacrificios
2015-03-30 | 09:57:03
Un cazador iba por la selva africana, entrando
a mano izquierda. Vio un riachuelo de invitadoras
aguas, y como el calor también era
africano sintió el antojo de darse un chapuzón.
Se quitó la ropa y se acercó a la orilla.
En eso llegó un elefante que también se
disponía a refrescarse ahí. El paquidermo vio
de arriba abajo al hombre y luego le preguntó,
desdeñoso: “¿Y puedes tomar agua con esa
ridícula trompilla?”...
El apasionado galán fue de día de campo con
su novia y la familia de ésta. En un descuido
de la copiosa parentela logró llevar a la chica
a un paraje alejado. Tras de muchos ruegos la
convenció de que hicieran el amor. “Haz como
que te sientas en el suelo” -le dijo volviendo la
vista a todas partes a fin de ver si no eran vistos.
La chica obedeció. Vio el muchacho que no
había nadie cerca y prosiguió. “Ahora haz como
que te acuestas”. La muchacha se tendió sobre
la grama. Poseída ya la chica por las mismas
urentes ansias de su novio le preguntó con
agitado jadeo: “¿Y ahora? ¿Qué hago ahora?”.
“Ahora -le indicó el galancete- haz como que
te está dando un ataque. Ahí viene tu papá”...
Se supone que la cuaresma es tiempo sacrificial.
Eso, sin embargo, es sólo un supongando,
como se dice en el Potrero. Los hombres siempre
nos la arreglamos para evitarnos sacrificios.
Los romanos le ofrecían a Júpiter sacrificarle
un buey. Ese animal era muy caro, pero los
ladinos latinos le daban un soborno al sacerdote
-Nihil novum sub sole, no hay nada nuevo bajo
el sol-. Entonces el sacerdote le ponía al conejo
el nombre “Buey”, y luego lo sacrificaba, con lo
que el voto quedaba cumplido.
Los mexicanos nunca comemos tan bien y
tan abundantemente como en la cuaresma,
exceptuando quizá la temporada navideña.
Hablo de ricos y pobres por igual. Nuestra
cocina cuaresmal es variada y sabrosísima;
las recetas de ricos platillos para esta época
que se supone es penitencial, de privaciones,
podrían llenar toda una biblioteca.
El pasado Miércoles de Ceniza, por ejemplo,
debía yo ayunar, a fuer de católico a la antigua.
Desde luego la edad me exime ya del sacrificio,
pero tantos y tales manjares de cuaresma había
en la mesa a donde fui invitado que aquello se
convirtió en banquete.
Chicales (granos de maíz a medio madurar
guisados en una salsa roja caldudita), cabuches
(cogollos de la flor de las biznagas del desierto
cocidos y fritos en mantequilla), romeritos,
tortitas de papa y camarón, nopalitos sabrosamente
aderezados, y de postre una capirotada
insigne.
Y eso era sólo parte del menú o carta del día,
que más que carta parecía epístola a los filipenses,
a los colosenses y a los tesalonicenses,
por lo profusa y abundante. En verdad os digo
que sentiré que se acabe la cuaresma. Entonces
empezarán los sacrificios.
La maestra les encargó a los niños que hicieran
una obra buena el fin de semana. El lunes
les preguntó: “A ver, niños: ¿qué obra buena
hizo cada uno de ustedes?” Levantó la mano
Rosilita: “Ayudé a una ancianita a cruzar la
calle”. Juanito dijo: “Le di comida a un perrito
de la calle”.
Pepito, ansioso, pedía hablar. La profesora
no le quería dar la palabra, pues ya lo conocía.
Pero al final le preguntó, resignándose a lo
peor. “A ver, Pepito. ¿Qué obra buena hiciste
tú?”. Contestó el chiquillo: “Evité una violación”.
“¡Caramba! -se asombró la maestra-.
En verdad te felicito. Esa es una obra muy
meritoria. ¿Cómo hiciste para evitar esa violación?”.
Respondió Pepito muy orgulloso:
“¡La convencí!”...
Antes de narrar el cuento que sigue hago
del conocimiento de mis cuatro lectores en el
extranjero que para los mexicanos el verbo
“jalar” -de “halar”- significa, a más de tirar
hacia sí de algo, estar dispuesto a hacer alguna
cosa. “Vamos a ir de pesca. ¿Jalas?”. Esa
palabra también quiere decir “trabajar”. “A
esa hora no puedo ir. Estoy jalando”.
De ahí provienen localismos como “jale”,
que significa trabajo: “A más de lavar y
planchar mi ropa, Famulia, deberás hacer
conmigo obra de mujer”. “¡Ah no, señor! ¡Ése
no es mi jale!”. Ya se puede entender, entonces,
el siguiente cuentecillo.
Pirulina le dijo a su mamá: “Mi novio me
hizo por fin la gran pregunta”. “¿Que si te casas
con él?” -preguntó, ansiosa, la señora-. “No
-respondió ella, mohína-. Que si jalo”. FIN.

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018