Por Catón
Columna: De politica y cosas peores
¿Democracia o aristocracia?
2014-08-08 | 09:28:28
La señorita Peripalda, encargada del catecismo,
fue a una conferencia de psicología.
Dijo el joven y apuesto disertante: “Entre el
hombre y la mujer hay una sola diferencia’’.
La catequista levantó la mano: “¿Podría
usted mostrarnos la diferencia?’’...
Don Algón instruyó a su nueva secretaria:
“Señorita Grandchichier: dedique la
tarde de hoy a comprar todo lo que necesitará
ahora que va a trabajar conmigo: libretas,
lápices, clips, píldoras anticonceptivas...’’...
Babalucas, el mayor tonto del pueblo, le
hizo una reclamación a su novia: “-Me dicen
que te han visto salir con todos mis amigos’’.
“¡No seas tonto, mi vida! -lo tranquilizó
ella-. Mira: contigo voy al cine, al teatro, a
la disco, al paseo, a todas partes. Con ellos
al único lado que voy es al motel’’...
Una guapa mujer llegó al consultorio del
siquiatra. Iba completamente en peletier, es
decir, sin nada de ropa encima. “Ayúdeme
por favor, doctor -le dijo-. Siento que todo
el mundo se me queda viendo’’...
Para redondear el presupuesto familiar
aquel pobre sujeto subía al ring los fines de
semana como luchador enmascarado con el
nombre de “El Relámpago Púrpura’’. Un día
lo contrataron para luchar con “La Bestia
Negra’’, terrible luchador, rudo también e
igualmente y enmascarado.
La lucha sería máscara contra máscara:
el que perdiera se debería quitar la suya y
dar a conocer su identidad. La lucha duró
42 caídas, pues era sin límite de tiempo.
Después de combatir más de dos horas “El
Relámpago Púrpura’’ logró por fin vencer
a su adversario.
Sangrando, con dos costillas rotas, cubierto
todo el cuerpo de violáceos moretones,
reunió sus últimos arrestos y en un
supremo esfuerzo logró poner la espalda de
su rival contra la lona hasta que el árbitro
hizo el conteo final. Cuando “La Bestia
Negra’’ se quitó la máscara “El Relámpago
Púrpura’’ vio el rostro de su feroz enemigo
y exclamó lleno de asombro: “¿Usted,
suegra?’’...
Capronio, sujeto ruin y desconsiderado,
le dijo a su novia: “No puedo seguir contigo,
Dulcilí”. “¿Por qué?” -se afligió ella. Explicó
el botarate: “Tienes el busto muy pequeño,
y el doctor me dijo que nada de copitas”...
El niño campesino llegó tarde a la escuela.
Explicó: “Tuve que llevar el toro a cubrir
una vaca del vecino’’. Preguntó la maestra:
“¿Qué no puede hacer eso tu papá?’’. Respondió
el niño: “Él es capaz de todo, pero
no creo que a la vaca le guste’’...
La democracia, dijo alguien, es el gobierno
de los pocos mucho en beneficio de los
muchos poco. Quien eso postuló explicó
su definición. “Los pocos mucho”, dijo, son
aquellos que, escasos en número, disfrutan
una porción grande de los bienes sociales:
tienen riqueza, educación, gozan de bienestar.
“Los muchos poco” -la mayoría- son los
que no tuvieron acceso a esos bienes, y que
por tanto están necesitados de un sistema
social que les permita llegar a obtenerlos y
gozarlos. Vistas así las cosas, esa idea de la
democracia no deja de tener algo de aristocrática,
pues habla en realidad del gobierno
de los mejores, entendiendo por “mejores”
aquellos que fueron favorecidos por la vida.
Independientemente de la razón o sinrazón
que contenga esa teoría, lo cierto es
que toda acción de gobierno debe tender al
bien común, sobre todo al bien de los más
necesitados. Me pregunto si las numerosas
reformas emprendidas -y consumadas- por
el nuevo régimen tienden a conseguir ese
bien, o si propiciarán únicamente que “los
pocos mucho” sean más pocos aún y sigan
teniendo más y más. Es una pregunta que,
me temo, no tendrá contestación.
Tres señoras llegaron a una farmacia.
Iban a comprar preservativos. Pidió la primera:
“Deme un paquete de seis”. Y explicó
a sus amigas en voz baja: “Mi marido es de
lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y
sábado”.
Solicitó la segunda: “A mí me da un paquete
de nueve”. Y explicó también en tono
de confidencia: “Mi esposo es de lunes, martes,
miércoles, jueves y viernes; dos veces el
sábado y dos veces el domingo”.
Pidió la tercera: “A mí deme un paquete
de 12”. “¿12?” -exclamaron con asombro las
otras. “Sí -suspiró la señora-. Enero, febrero,
marzo, abril...”... FIN.

mirador
››Armando Fuentes
Aguirre
“Mejorando lo presente”.
“No agraviando”.
Tanto en el campo como en las
ciudades oímos todavía esas dos expresiones
coloquiales.
-Fulanita es muy chula -dice un
campesino en presencia de mi esposa.
Y añade inclinándo ante ella:
-Mejorando lo presente.
-Tengo un amigo... -empieza a contar
el señor a quien acabo de conocer.
Y de inmediato hace la salvedad:
-No agraviando.
¿Existen en otro idioma expresiones
equivalentes a ésas, de tan
refinada cortesía mexicana? ¿Tiene
otro pueblo ese comedimiento, esa
sutil delicadeza de salvar el mérito
del presente cuando se elogia el del
ausente?
Quizá sólo en nuestro país se ve tan
exquisita urbanidad.
(No agraviando).
¡Hasta mañana!
manganitas
››Por Afa
“Buscan a un gobernador delincuente”.
Observadores muy duchos
-todavía hay de esos hombresexigen
que se den nombres,
pues de ese género hay muchos.

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