Por Catón
Columna: De política y cosas peores
El testamento
2014-08-03 | 09:41:43
La multitud, furiosa, iba a lapidar a la mujer adúltera. Jesús se puso frente a ella para protegerla, y dijo con voz admonitoria: “El que esté libre de culpa que lance la primera piedra”. De entre la multitud salió un pedrusco que golpeó a la mujer en la cabeza y la hizo rodar por tierra. Miró Jesús, severo, al hombre que había tirado la piedra y le preguntó: “¿Acaso estás libre de culpa?”. “No, Maestro -respondió el individuo-. Pero soy el marido de la fulana, y vieras qué coraje da que le pongan a uno el cuerno”...

El fiscal le pidió al testigo: “Repita las palabras que el acusado pronunció”. “No puedo -respondió, vacilante, el testigo-. No son palabras para decirlas ante gente decente”. “Muy bien -cedió el fiscal-. Entonces dígaselas al juez”...

La mamá del adolescente lo sorprendió haciendo en su cuarto cosas muy propias de su edad. “¡Onanito! -prorrumpió la señora, azorada-. ¿Qué significa esto?”. Respondió el muchacho con naturalidad: “Estoy haciendo la tarea de la clase de Educación Sexual”...

Babalucas llegó con botas blancas a la cacería en la nieve. Le pregunta el guía: “¿Por qué trae botas blancas?”. Explicó el tonto roque: “Para no dejar huellas”...

La joven abogada le contó a su esposo: “Ayudé a la señorita Solicia a hacer su testamento. Tiene 200 mil pesos. Le dará 100 mil al hombre que la haga conocer el amor, y con los otros 100 mil pagará su entierro por adelantado. Tú podrías ganarte ese dinero”. Fue el muchacho a la casa de la madura soltera. Como tardaba en regresar su esposa lo llamó por teléfono. Le dijo él: “Tardaré un poco de tiempo más, mi amor. La señorita Solicia ha decidido que la entierre el municipio”...

El juez le dijo al individuo: “Se le acusa de haber arrojado a su suegra por la ventana del segundo piso”. “En efecto, su señoría -reconoció con humildad el reo-. Eso hice”. “¡Es usted un desconsiderado! -clama el juzgador-. ¡Un inconsciente, un hombre falto de todo sentido de humanidad! ¿No pensó que alguien podía ir pasando en ese momento por la calle?”...

La esposa de Hwang dio a luz un bebé. Para sorpresa del señor el niño no salió con rasgos orientales: tenía ojitos redondos, tez clara y cabellos rubios. Le preguntó muy serio a su mujer: “¿Por qué el niño no tiene nada de oriental?”. “Quién sabe -respondió ella-. Debe haber sido un occidente”. (Nota: quiso decir “un accidente”)...

El oficial de paracaidismo instruyó a los reclutas: “Después de saltar cuenten hasta diez y tiren del cordón que abre el paracaídas”. Preguntó uno de los reclutas, joven tartamudo: “¿Has-has-hasta cua-cuánto de-de-debemos co-contar?”. Respondió el instructor: “En tu caso hasta dos”...

Galatea , mujer de busto generoso, se presentó con el cardiólogo a fin de que le practicara un examen. Descubierta la munificente región pectoral de Galatea el médico llamó a su enfermera y le pidió: “Tráigame dos estetoscopios, señorita. Esto lo tengo que oír en sonido estereofónico”...

El Padre Arsilio les preguntó a los niños: “¿Dónde está Dios?”. Contestó sin vacilar Pepito: “En el baño”. El buen sacerdote se asombró. “¿Por qué dices eso?”. Explicó Pepito: “Todos los días mi papá golpea la puerta del baño y dice: ‘¡Dios mío! ¿Todavía estás ahí?’”...

Alguien le preguntó a la recién casada: “¿Tu marido ronca?”. “No sé -respondió ella-. Sólo hemos estado casados tres días”...

Picio era tan feo que una sexoservidora le dijo: “En nuestra primera cita no”...

El doctor Ken Hosanna le informó a su paciente: “Me propongo darlo de alta mañana. Creo que ya está usted lo suficientemente bien como para ver su cuenta”...

Los escoceses, ya se sabe, tienen fama de ahorrativos. Un escocés compró dos billetes de la lotería, y uno de ellos ganó el premio mayor: un millón de libras esterlinas. “¡Dios mío! -gimió desolado el escocés-. ¿Qué caso tenía haber comprado el otro boleto?”...

Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, le confió a una amiga que don Sinople, su marido, se había sometido a un tratamiento para recobrar los perdidos ímpetus de la juventud. Le dijo a la amiga: “Un médico le aplicó una serie de inyecciones de glándulas de mono”. Preguntó la amiga, curiosa: “¿Y dio resultado el tratamiento?”. “Todavía no lo sé -contestó doña Panoplia-. Lo sabré cuando se baje del candil”... FIN.

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