Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Los fallidos amantes
2013-12-22 | 10:05:41
El amor es un arte. Lo supieron los grandes artistas, desde Ovidio hasta
Rimbaud, y lo supieron mejor los grandes amadores, desde Petronio hasta Don Juan. El hombre trata de enamorar a la mujer hablando.
La mujer –más inteligente- enamora al hombre oyendo. No es de extrañar por eso que Meñico Maldotado le haya dicho a Pirulina la noche de sus bodas: “Te voy a enseñar el arte del amor”.
Lo miró ella como estaba, al natural, y le preguntó: “¿Con ese pincelito tan pequeño me vas a enseñar?”. Poco sensible se mostró la joven. ¿Acaso quería brocha gorda?
Luego ella misma hizo una enumeración:
“Trato de amigos; declaración de amor; noviazgo; proposición de matrimonio; anillo de compromiso; petición de mano; un año de preparativos para la boda; matrimonio civil; ceremonia religiosa;
banquete nupcial: baile… Todo ¿para eso?”.
Y señaló con desdén la minimalista parte. El novio no se dio por aludido,
y procedió a colocarse en posición de consumar las nupcias. Pirulina le dijo entonces algo capaz de abatir la bandera del varón más esforzado. Le preguntó: “¿Ya estás ahí?”.
Al terminar el trance la muchacha le espetó a su maridito estas palabras: “Eres un pésimo amante”. Él replicó, molesto: “¿Cómo puedes decir eso después de sólo 10 segundos?”.
Ella encendió el televisor. “A ver si aquí hay algo que valga la pena –comentó-. Sólo una buena serie podría salvar la noche”.
Como se ve, el matrimonio de Pirulina y Maldotado no empezó bajo los mejores auspicios. Cuando regresaron del viaje de bodas ella le reclamó a su madre: “Me dijiste que ésa sería la noche más hermosa de mi vida, y ni siquiera había luna”.
“Hija mía –suspiró la señora-, no seas exigente. Mírate en este espejo”. “¿En cuál?” –buscó por las paredes Pirulina, que no tenía oído para el lenguaje figurado.
“Quiero decir –explicó la matronaque consideres la vida que he llevado con tu padre. Ha sido de constante sacrificio, y más ahora que los años se le han venido encima. El otro día, por ejemplo, no encontraba su aparato auditivo. Si no me he dado cuenta de que traía un supositorio
en el oído jamás habríamos sabido dónde lo puso”. “Cosas de la edad” –reflexionó Pirulina.
“La edad no importa –replicó la señora-, a menos que seas vino o queso. Pero ése no es el tema que tratábamos. Estábamos hablando de tu matrimonio. ¿Qué me dices de tu esposo?”. “Me preocupa mucho –declaró Pirulina-.
Aparte de sus insuficiencias físicas es un heterodoxo religioso. No cree en el infierno”.
“Despreocúpate –la tranquilizó la suegra-. Entre las dos lo convenceremos de que existe”.
“Además –continuó la muchacha- no disfruto la relación matrimonial”. Declaró la señora: En cuanto a la relación matrimonial yo la disfruté sólo fuera del matrimonio.
Pero no sigas mi ejemplo: la moderna ciencia médica ha determinado que el adulterio es causa de sordera en la mujer”.
“¿Qué?” –dijo Pirulina llevándose una mano a la oreja para oír mejor-.
No te oigo bien. Habla más fuerte”. “Lo que me temía –alzó la madre la mirada al cielo-. La nueva generación está siguiendo los pasos de la antigua. O tempora, o mores!”.
“Dime las cosas en español –se impacientó Pirulina-.
Recuerda que nunca me dejaste tomar clases de inglés. Precisamente acabo de pasar por tu culpa una vergüenza. Un norteamericano
me preguntó en el bar: “¿Hablas inglés?”. “Poquito” –le respondí. ¿Cuánto?”
–volvió a preguntar él. Y yo le dije:” 2 mil pesos”.
“Hija, hija –suspiró la señora-. ¿Qué ganas con esa vida que llevas?”. “No he hecho el cálculo, mamá –dijo la chica-, pero es bastante”.
“Piensa –le recordó la madre- que no vale arriesgar una eternidad de llamas por una hora de placer”.
“Estoy a salvo –repuso Pirulina-, porque a mí ningún hombre me dura una hora. Antes bien cuando estoy empezando apenas a calentar
motores mi galán ya aterrizó y guardó el aeroplano en el hangar”. “Lo mismo me pasaba a mí –evocó la señora-.
Yo hacía que en la noche tu padre, en vez de piyama, se pusiera un traje de jockey de carreras, por lo mucho que se apresuraba”…
He tratado de reproducir este diálogo tal como se registró. ¡Caramba, qué bonito es cuando una madre y su hija hablan de corazón a corazón!... FIN.

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