El gobernador, Javier Duarte de Ochoa, está consciente que requiere de nuevos cambios en su equipo de trabajo, y está visto, que no tiene operadores de buen nivel para solucionar los graves problemas que confronta su administración.
Son personas que no reúnen el perfil y no tienen el grado para confrontar la problemática de una buena administración estatal. Tiene que olvidarse de compromisos y de obligados acuerdos con la vieja clase política, en la que por quedar bien con ellos, queda mal con las mayorías, y se corre el grave riesgo de afectar a su gobierno.
En esta crisis, los que menos funcionan son los amigos. Mucho menos aquellos que no saben decir que no, y que hay que reconocer a los que le dicen con veracidad desinteresada cuando el gobernante se equivoca. Debe escuchar las voces que piden un reajuste del gabinete.
Los problemas no se resuelven solos.
El engaño nacional que se sostuvo con la selección mexicana como una potencia futbolera, versión interesada de las televisoras fue desde un principio completamente falsa. Donde se culpa al director técnico de las derrotas sufridas cuando es la única persona que ni siquiera juega.
Es un ejemplo común más, de lo que ocurre en este despertar del pueblo secundando las protestas magisteriales. Cuando las bases rebasan a sus líderes y se les cae la máscara del supuesto control y manejo de sus agremiados.
Urgen los cambios y acciones que permitan la tranquilidad que se requiere en la entidad veracruzana.

Peña Nieto de ¿Izquierda?

Que paguen impuestos los que más ganan, la misma medida para los que especulan y juegan en la bolsa, fin a los privilegios de los regímenes especiales que tenían los grandes corporativos empresariales, es lo que propone la reforma hacendaria de Peña Nieto.
Si alguien de derecha pensara que el presidente priista iba a ser de izquierda en su reforma fiscal no se lo imaginaba. Sus medidas para no afectar a los pobres e instalar la seguridad social como un derecho humano, pensión a los adultos mayores y un seguro de desempleo lo coloca como mandatario emanado de un partido socialista.

El primer periodista asesinado

El tema del periodista asesinado Manuel Buendía volvió ser noticia por la previa liberación de su presunto autor intelectual, José Antonio Zorrilla, quien en aquel entonces era director de la Federal de Seguridad, entidad que dependía de la Secretaría de Gobernación.
Tanto el funcionario acusado como el columnista político mantenían una estrecha relación, al grado que el primero, fue el que sufragó los gastos del sepelio. Su captura ocurrió cinco años después del crimen y esta fue realizada de manera personal por el entonces procurador General de la República, licenciado Ignacio Morales Lechuga, quien aparecía en los noticieros portando en su mano una pistola como si hubiera un violento enfrentamiento a tiros entre el justiciero y el supuesto asesino intelectual.
En muchas ocasiones, las columnas políticas que se publicaban en el periódico Excélsior tenía como fuente precisamente datos confidenciales de la Federal de Seguridad. En el restaurant “La Calesa de Londres” era el sitio donde se intercambiaba esta privilegiada información. El periodista practicaba el tiro en las instalaciones de los guardias presidenciales y tenía como compañero precisamente a Pepe Toño Zorrilla, de allí que nadie se imaginaba como iba a terminar esa estrecha amistad.