Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2013-03-03 | 20:16:10
El mayor castigo de un profeta es que sus profecías se cumplan. Hace unos cuantos días el suscrito que habla puso aquí estas palabras: “La buena noticia es que ahora sí hay Presidente. La mala noticia es que ahora sí hay Presidente”. Recordé la ineficiencia de los gobiernos de Fox y Calderón, e hice notar que Peña Nieto parecía haber recobrado el poder presidencial, cosa buena en un país caído en la anarquía y el desorden. Advertí al mismo tiempo, sin embargo, sobre los riesgos de que ese poder, ejercido sin limitaciones, nos hiciera volver a la época del presidencialismo autoritario. No pasó mucho tiempo sin que mi vaticinio se hiciera realidad. Con diferencia de un par de días se cumplieron por igual aquellas dos noticias: la buena y la mala. Elba Esther Gordillo fue detenida, y se restableció así, con aplauso general, el control que el Estado mexicano, representado por el Presidente, debe tener sobre un asunto de importancia primordial como es el de la educación, que los dos regímenes panistas dejaron culpablemente en manos de la lideresa. Pero inmediatamente después, el sábado último, se hizo algo que a mi juicio constituye un grave error de Peña Nieto: se liquidó de modo oficial y expreso la “sana distancia” entre el gobierno de la República y el PRI, distancia que con tan buen sentido del ejercicio democrático instauró Ernesto Zedillo. He aquí, entonces, que ha resucitado el viejo prigobierno. Volvemos a los pasados tiempos del Presidente como Gran Elector. Con esto la vida nacional sufre un retroceso de más de siete décadas. Se restablece el presidencialismo absolutista; retorna el centralismo político sin paliativos. Ninguna diferencia hay entre lo que es ahora Peña Nieto y lo que ayer fueron Alemán, Ruiz Cortines, Díaz Ordaz, Echeverría o José López Portillo. Otra vez se confunden en una sola entidad el Gobierno y el Partido. Y ni siquiera se cuidaron las formas para hacer que, al menos en apariencia, el PRI se mostrara como partido político independiente del poder presidencial. Lo sucedido constituye un grave tropiezo para México. El ímpetu modernizador que ha dejado ver el Presidente Peña Nieto en temas como el educativo, el fiscal y el energético se vuelve grave regresión en un campo más importante aún, el de la política, pues en un país como el nuestro de este factor dependen todos los demás. Se hablaba de un nuevo PRI. Ya no se hable más de eso: el PRI que veremos ahora, en el cual el Presidente tiene la última palabra, y la primera, es el mismo PRI de aquel pasado que suponíamos ya no podría regresar. Según las nuevas disposiciones del partido, aprobadas en forma sumaria y sumisa por los priistas, tocará al Presidente de la República decidir incluso quién será el alcalde del más apartado municipio. Así, el dirigente del partido, y el partido mismo, se convierten en meras entelequias, figuras de paja sin contenido ni verdad. Aquí vive el presidente, pero el que manda es el Presidente. Creíamos estar viendo hacia el futuro, y el pasado regresa con su ominosa carga de antidemocracia. Vinagre viejo en botellas jóvenes. Qué lástima… ¡Insensato columnista! Con tus sombrías palabras dejaste a la República sumida en la calígine del pesimismo. ¿Acaso eres Leopardi o Schopenhauer? Lo menos que puedes hacer ahora es apartar de ti la clámide y coturnos del augur que se goza en zahoriar catástrofes, y narrar algún vano chascarrillo que alivie la gravedumbre de tu peroración… Don Usurino Matatías, avaro consumado, hombre ignorante, les anunció a sus hijos que en su testamento le dejaba toda su fortuna a la universidad que sostenía su iglesia, la de la Tercera Venida. (No confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite el adulterio a sus feligreses a condición de que se cometa sólo en la posición del misionero). El hijo mayor, muchacho listo, le dijo al cicatero: “¿Cómo es posible, padre, que le deje su dinero a esa universidad? ¿No sabe usted que ahí los hombres y las mujeres se matriculan juntos?”. “Lo ignoraba en verdad” –vaciló el cutre. “¿Tampoco sabe –continuó el hijo- que las alumnas les entregan el currículo a los profesores?”. “¡No es posible!” –palideció el avaro. “¿Desconoce igualmente –continuó el muchacho- que los maestros les exigen a las estudiantes que antes de graduarse les enseñen las tesis?”. “¡Eso es una abominación! –clamó el avaro-. ¡Revocaré mi testamento! ¡Prefiero que ustedes se queden con el dinero antes que dárselo a esa infernal escuela donde privan el vicio y la depravación!”… FIN.
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