A partir de la semana que comienza los grupos parlamentarios de las dos cámaras del Congreso de la Unión iniciarán sus reuniones –por separado- para la negociación de sus respectivas agendas legislativas.
En los prolegómenos de cada periodo ordinario de sesiones –el que en puerta está, comenzará el próximo 1 de febrero-, las bancadas de todos los partidos políticos se reúnen para enlistar las iniciativas de reformas o de creación de nuevas leyes que consideran que deben ser fabricadas en el periodo que se avecina.
Ya lo decíamos: las agendas suelen ser, en la mayoría de las veces, una enumeración de buenos deseos, presentados con una envoltura lo suficientemente atractiva como para hacer que la gente crea invariablemente que será beneficiada.
Para infortunio del país no siempre ha sido así, porque suele ocurrir que son más los costos que beneficios los que tiene que cargar la mayoría de la población cada que el Congreso le endilga nuevas reformas. Por supuesto, hay argumentación que justifica todo. Los hechos, sin embargo, son los hechos.
La reforma hacendaria y fiscal es, inobjetablemente, la más sonada de estos días porque en boca de todos está.
Este sábado, por ejemplo, el coordinador de los perredistas en el Senado, Miguel Barbosa Huerta, dijo que la reforma hacendaria integral “deberá tener como eje el no incremento al IVA en medicinas y alimentos y, sí, en cambio, una regulación del ISR gradual y proporcional a los ingresos de la gente, además de la eliminación del Régimen de Consolidación Fiscal”.
Y apostillaba el perredista, en alusión a una declaración que hizo Luis Videgaray el jueves, desde su condición de secretario de Hacienda y Crédito Público: “Que paguen más los que más tienen’, como dijo el secretario de Hacienda, aunque esto, en la vía de los hechos, es una propuesta del PRD”.
La frase de Videgaray, que refrendó Barbosa, es un viejo cacareo de la izquierda. Como también el insistente reclamo aquel de que debe ser eliminado el Régimen de Consolidación Fiscal.
En realidad no habría mucho que buscarle en una reforma hacendaria, porque desde hace años el debate está vivo, actuante, entre tirios y troyanos. Y prácticamente se ha dicho todo.
Los autodenominados partidos de la izquierda han dicho que una reforma hacendaria tendría que hacer que se metan al río de la recaudación fiscal los más adinerados del país, quitándoles eso que ellos han dado en llamar canonjías, como regímenes de excepción.
La gente del PAN nunca ha visto en ello la solución, por la simple y sencilla razón de que una persona que invierte o arriesga su dinero, en cualquier parte del mundo afirman que se le debe ayudar con incentivos fiscales.
¿A cuáles impuestos habría que hacerlos más grandes?, es una pregunta histórica, que escuece todos los años en el debate parlamentario. ¿A los impuestos a la producción o a los del consumo?
Si se acomete a los de la producción, claro que respingarán los empresarios todos. Y si es a los del consumo, pues quienes repararán como caballos briosos son los consumidores. Y consumidores son la inmensa mayoría de la población.
No será un debate con respuestas prontas y fáciles. Acaso por ello los partidos políticos suelen abordarlo con pinzas. Para donde se hagan les lloverán mentadas de madre. Garantizado.
Desde que asumieron la Presidencia de la República, los diputados y senadores priístas, así como los hombres del gabinete económico, no han dejado de machacar a la población con esa frase muy propia de las izquierdas: que pague más quien gane más.
Hay, sin embargo, otros datos sobre los cuales el PRI y el nuevo gobierno sólo miran de reojo y procuran no mencionarlos. El dato de que el PRI piensa que la recaudación aumentará si se generaliza el IVA y se le aumenta a cuando menos el 19 por ciento, exceptuando una canasta básica en alimentos y medicinas.
El debate sobre el tema hacendario arreciará cuando los grupos parlamentarios den a conocer sus agendas legislativas. Y veremos si ese día el IVA vuelve a alcanzar a la mayoría, o si es el ISR el que vuelve a salir al quite…