Por un lado se responsabiliza por la ola de violencia que se vive en Veracruz a una lucha de cárteles, es decir, a señalar por el gobernador Miguel Angel Yunes en constantes declaraciones, se trata de un enfrentamiento entre cárteles de la droga. Los grupos delincuenciales chocan unos con otros, y se detonan las ejecuciones, levantones y desapariciones que han invadido al estado.
Y eso está bien si como parte de una cruda realidad se debe tomar como algo natural en una convulsionada sociedad en donde pareciera que la carnada es la población y los depredadores de la delincuencia organizada se destrozan por apoderarse de ella. Se podría decir que hasta cierto punto el gobernante y las autoridades incluso federales que han abordado el tema tienen razón.
Pero como dirían algunos ciudadanos comunes, como lo es el comentario popular y que se resumiría en una expresión: “Sí está bien, y nosotros qué ?-….” Y efectivamente, ¿ qué culpa tiene la ciudadanía para quedar en medio de la vorágine y los ríos de sangre que escurren por toda la geografía veracruzana. ¿ Qué necesidad hay que a cualquier hora del día se tengan que topar con embolsados o maniatados que han sido ejecutados por quién sabe cuántas razones? Y sean depositados como bolsas de basura en las esquinas.
También se preguntan: ¿Qué acaso la población necesita mantenerse asida al miedo porque en cualquier momento, en cualquier lugar, en la calle más transitada incluso, detonen disparos y caiga un hombre mujer o hasta menores de edad porque “andaban en malos pasos”?
Todo esto hace rehenes a los veracruzanos para que se viva en la constante zozobra?}. Pero tras lo ocurrido con el alcalde electo de Hidalgotitlán, Santana Cruz Bahena surgen varias preguntas, y es que si el propio edil en funciones, Octavio López Castillejos exclama “es un tema verdaderamente escalofriante” cuanto impacto y terror deben causar entonces entre los habitantes no solo de ese mediano municipio sino de toda la zona sur de Veracruz que es, desde hace mucho y en mayor medida, azotada por la imparable violencia.
Pues bien, el propio munícipe no solo reafirma los dichos de la población sobre que se trataba de más de un centenar de hombres armados, sino que reconoce que los seis policías municipales nada hubieran podido hacer. Y aunque no existe aún la información lo más seguro es que hayan corrido a refugiarse. O sometidos con la sola evidente superioridad.
Si Veracruz está sometido por grupos delincuenciales se entiende, si hay enfrentamientos por células diversas derivadas de los Zetas, Cartel del Golfo, Jalisco Nueva Generación, sean estos u otros, incluso que se han proclamado con diversos narco mensajes, hasta allí se puede deducir que es una encarnizada lucha por la o las plazas en la entidad. También podría hasta otorgar la atenuante que el fenómeno es nacional.
Pero de eso a que un grupo de decenas de encapuchados a bordo de decenas de camionetas irrumpa en el centro de ese lugar como lo fue en Hidalgotitlán, cercaran calles, ordenaran cerrar comercios, y durante casi una hora hicieran su operativo para acribillar al presidente municipal electo, es más que “escalofriante” como dice el alcalde Castillejos, se podría decir, es “aterrador” de películas gringas de acción, de grandes comandos armados.
El alcalde rechazó en una entrevista realizada el martes, un día después de los hechos, que se trata de autodefensas” como lo señalaron los pobladores, pues es ilógico pensar que se trate de este tipo de grupos, debido a que los auto defensas se autoproclaman, tienen nombre y apellido de a quién defienden o las razones por las que surgen.
Si el asesinato fue porque el alcalde seguramente iba en contra de los intereses que enarbolan los asesinos que participaron, si la línea de investigación arroja narcotráfico, robo de combustible, o incluso, porque no haya pactado o cedido a la exigencia de cuotas de los criminales, todo eso debe hacerse a un lado.
La situación es más grave. Que un grupo de esas dimensiones, armados en esa magnitud, y contar con un parque vehicular tan amplio para realizar una incursión de esa naturaleza sin que ninguna corporación municipal, estatal o federal, ni siquiera haber sumado fuerzas de los destacamentos de sus alrededores para contrarrestar la presencia de los agresores, habla de algo más que extraño.
Son pues, muchas preguntas en el aire. El hecho de que el propio alcalde informado durante ese tiempo del asunto, no haya pedido ayuda, como cualquier autoridad lo hubiera hecho al Ejército o la Marina incluso.
La presencia de un grupo armado rebasa cualquier límite de delincuencia organizada o común, debe ser considerado incluso como si se tratara de una guerrilla, pero parece que hasta el momento, nadie quiere darle semejante dimensión. Y se han dado a la tarea de cuidar el domicilio del asesinado alcalde con decenas de patrullas estatales, lejos de que otro tanto ande buscando a ese grupo que por su tamaño no podría ocultarse muy fácilmente sin ser visto o poder seguirles la pista.
SI hay voluntad política los gobiernos ya sea estatal o federal deberán demostrarla con la captura de los autores de esa escena “escalofriante” como le llamó el edil en funciones de Hidalgotitlán por encima de las razones que hayan tenido para ultimar a la futura autoridad municipal.