Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Malos e innecesarios
2017-04-13 | 10:21:28
Candorio, tímido mancebo, le dio unos besitos en la mejilla a Pirulina, muchacha sabidora. Le dijo: “Son unas cucharaditas de amor”. “¿Qué? -replicó ella, impaciente-. ¿Te sucede algo en la pala?”...

Preguntó la maestra: “La palabra locomotora ¿es masculina o femenina?”. “¡Masculina!” -respondió sin vacilar Pepito-. “Te equivocas -lo corrigió la profesora-. Locomotora es palabra femenina”. Opuso Pepito: “¿Y qué el pito no cuenta?”...

Babalucas salió de su casa luciendo un elegante esmoquin. El vecino quiso saber: “¿A dónde vas tan de etiqueta?”. Contestó, orgulloso, el badulaque: “A la graduación de mis lentes”...

Un borrachín le dijo al cantinero: “Necesito tu ayuda, mi estimado. No puedo hallarme los cigarros”. El de la cantina le buscó en los bolsillos del saco, encontró la cajetilla y se la dio. Un minuto después le dijo el temulento: “Necesito tu ayuda nuevamente, distinguido. No puedo encontrar mi encendedor”.

El hombre le buscó en los bolsillos del chaleco, halló el encendedor y se lo entregó. Al ir a pagar la cuenta solicitó el beodo: “Ayúdame de nuevo, amigo. No puedo hallarme la cartera”. El cantinero le hurgó en los bolsillos del pantalón, sacó la cartera y se la puso en las manos.

El azumbrado pagó y se encaminó al mingitorio. A poco apareció en la puerta del baño y le gritó al cantinero: “¡Hey! ¡Otra vez estoy necesitando tu ayuda!”...

En esto las opiniones se dividen. Hay quienes piensan que los políticos son un mal necesario. Otros, en cambio, consideran que son un mal innecesario. Lo cierto es que en México los políticos pesan onerosamente sobre la economía del resto de los mexicanos.

Reciben mucho y no dan nada. Y si acaso dan algo eso que dan no sirve, o sirve poco, a la comunidad. Se me dirá que lo mismo sucede en todas las naciones. Cierto: no hay en el mundo quien no hable mal y piense peor de los políticos.

Pero en México la política constituye para los ciudadanos una carga especialmente difícil de llevar. Somos un país pobre con partidos políticos muy ricos. Quienes detentan poder lo ejercen para su beneficio, y no para el bien de la comunidad.

No sirven nada, pero se sirven mucho. De la ley hacen letra muerta; de ahí los casos de corrupción rampante que vemos un día sí y otro también; de ahí la grosera impunidad que padecemos.

México es un gran país, pues resiste el saqueo cotidiano que sufre por causa de los malos políticos y de esos partidos que más que partidos son negocios para medro de unos cuantos. Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado.

En la merienda de los jueves se hablaba del amor. Narró doña Pasita: “La primera vez que mi mamá vio a mi papá se enamoró perdidamente de él”. “¡Qué bonito! -se emocionó una de las asistentes-. Y seguramente él también se enamoró de ella”. “Quién sabe -respondió Pasita-. Nunca más lo volvió a ver”...

El padre Arsilio empezó su sermón: “Este día voy a hablar del adulterio”. Una señora que estaba con su esposo dijo: “¡Carajo! ¡A ver si no te viene con el chisme!”...

Rosilita estaba haciendo la tarea. “Papi -preguntó-, ¿cuál es la capital de Suecia?”. “No sé” -dijo el señor. “Y ¿cuál es el río más grande de América?”. “Lo ignoro”. “¿Qué ejemplo podemos poner de paquidermo?”. “Tampoco lo sé” -repitió el papá. En eso intervino la esposa: “Hijita: tu papá está leyendo su periódico”. “Déjala que pregunte, mujer -dijo el señor-. De otra manera no va a aprender nada”...

Llegó al casino de juego una estupenda morenaza de opulenta parte posterior. Se dirigió a la mesa donde se jugaba póquer y levantándose la falda se sentó sobre el tapete y pidió cartas. El croupier, imperturbable, le dijo: “Lo siento mucho, señorita. Eso no se puede apostar aquí”. FIN.


mirador

armando fuentes aguirre






San Virila sabía mucho porque había vivido mucho. Les ofreció a los legos del convento que le daría una hermosa cruz a aquel de ellos que buscara mejor la santidad.

Uno empezó a buscarla practicando asiduas devociones. Antes de la hora de maitines estaba ya de rodillas con los brazos abiertos, pronunciando en voz alta una y otra vez el nombre del Altísimo. Día y noche lo invocaba: hora tras hora le decía oraciones.

Una mañana San Virila lo llamó y le entregó un madero.

-¿Qué es esto, padre? -preguntó el joven.

-Es tu cruz -respondió el santo.

-Padre -replicó el lego, desconcertado-, ésta no es una cruz. No tiene brazos.

-La cruz -le dijo San Virila- está hecha de amor a Dios y de amor a sus criaturas. El amor divino nos hace alzar la vista a lo alto. Eso es lo vertical que hay en la cruz. Pero no hemos de olvidar a los hombres que sufren y que nos necesitan. Ese es el brazo horizontal; sin él la cruz no está completa. Tú, que ya amas a Dios, ve a buscar a tus hermanos y sírvelos en el amor.

El lego supo que San Virila decía la verdad, y fue a buscar en el mundo de los hombres el otro brazo de su cruz

¡Hasta mañana!...


manganitas

por afa


“...No come pescado el pueblo...”

Dicen los observadores

que el precio es tan elevado

que no comen el pescado

ni los mismos pescadores.

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