Por Catón
Columna: De política y cosas peores
De política y cosas peores
2017-02-26 | 10:55:27
Un tipo estaba bebiendo desaforadamente en el bar. Su amigo le preguntó: “¿Por qué estás tomando así?”. Contestó el sujeto: “Mi esposa se fue con mi mejor amigo”. El recién llegado se desconcertó. Le dijo: “Creí que yo era tu mejor amigo”. “Lo eras -replicó el individuo-. Ahora tienes el segundo lugar”...

La periquita de Celiberia estaba flaca y consumida, pese a tener comida en abundancia. Por fin su dueña halló la causa: todos los días el perico de la casa de enfrente se cruzaba por un alambre de la luz, le hacía el amor a la lorita y luego se despachaba toda la comida. A fin de darle un escarmiento doña Celiberia peló el alambre eléctrico, y cuando el loro iba de regreso bajó el switch. Con eso el abusivo cotorro recibió una tremenda descarga que le erizó las plumas y lo dejó patidifuso. De nada sirvió el escarmiento. Al día siguiente llegó el pícaro loro otra vez. Se comió todo el alimento y luego le dijo a la periquita: “Hoy no vamos a follar, Polly. Ayer me dio una congestón”...

Iba a empezar la asamblea del sindicato, y Babalicas probaba el micrófono: “Bueno... Bueno... Probando, probando... Sí... Sí... Tres por tres siete; tres por tres siete...”. Desde abajo le dijo un compañero: “No seas indejo. Tres por tres son nueve, no siete”. “El indejo eres tú -replicó Babalucas-. No estoy multiplicando; estoy probando un micrófono”...

Estamos en el naufragio del Titanic. Todos los botes salvavidas habían sido bajados ya, y llenos de espantados pasajeros se alejaban del sitio del desastre para no ser sorbidos en el vórtice que causaría el inminente hundimiento del enorme navío. Quienes habían quedado a bordo se arremolinaban en la cubierta.

Se oían gemidos, imprecaciones, gritos, oraciones. De pronto el barco escoró, y todos fueron en desorden a la borda para saltar al agua. Desde el castillo de proa un gentleman inglés fumaba su pipa y miraba a la aterrorizada muchedumbre a través de su monóculo. “No se empujen, señores; no se empujen -le pidió, flemático-. Hay mar para todos”...

Capronio, hombre ruin y desconsiderado, compró a bajo precio mil latas de sardinas, pues le dijeron que estaban echadas a perder. Llegó el inspector de salud pública y abrió una. Le dijo a Capronio: “Esto no se puede comer. Las sardinas están perdidas”. “Ya lo sé -repuso el bellacón-. Pero no las quiero para comerlas. Las quiero para venderlas”...

Al agente viajero se le descompuso el coche en medio del campo y se vio obligado a pedir asilo a un granjero. Le rogó que le permitiera pasar la noche en su casa. “Sólo tengo una cama disponible -dijo el viejo-, y en ella se acuesta mi hija de 18 años. Podrá compartir la cama con ella. Pero pondré una almohada entre los dos. Si usted la brinca se las verá conmigo”.

Replicó el otro, muy digno: “No haré tal cosa, señor mío. Soy un caballero”. Cumplió su promesa, en efecto: toda la noche pasó sin que pasara nada. Al día siguiente el viajero caminaba con la chica por las inmediaciones de la granja. Un súbito golpe de viento le arrebató a la muchacha el sombrerito que lucía y lo arrojó al otro lado de una barda.

“No se apure usted, amable señorita -dijo el viajero-. Brincaré la barda y le traeré su sombrerito”. “¡Bah! -exclamó despectivamente la muchacha-. ¡No fue capaz de brincar una almohada, y va a saltar una barda!”...

En la clase de educación sexual el maestro le dijo al grupo: “Hoy nos vamos a ocupar de la masturbación. El onanismo o masturbación es una práctica que...”. En ese momento lo interrumpió Pepito. “Perdone, maestro -preguntó-. ¿Los que ya cogemos nos podemos retirar?”... FIN.







mirador

armando fuentes aguirre


Historias de la creación del mundo.

El Señor hizo el cielo.

Hizo el mar.

Hizo la tierra con sus montañas, sus desiertos, sus bosques y sus selvas, sus valles anchurosos.

Después llenó la tierra, el mar y el cielo con toda suerte de criaturas vivas: árboles y hierbas, aves y animales, y finalmente el hombre entre ellos.

Cuando concluyó le dijo Adán:

-Señor: te faltó una cosa.

-¿Qué me faltó? -se sorprendió el Creador.

-No hiciste el infierno.

Contestó el Señor:

-Yo soy Dios de bondad. El infierno lo crearán los hombres.

¡Hasta mañana!...



manganitas

por afa


“...Insiste Trump en su muro...”.

Ojalá lo empiece ya

y que lo acabe muy pronto,

a fin de que ese pen. tonto

no pueda venir acá.

 Entradas anteriores








| Cualquiera de los dos de política y cosas peores por catón Dulciflor, doncella núbil, estaba en vías de tomar estado. Quiero decir que se iba a casar. Importante institución es el matrimonio. Constituye el cimiento de la sociedad. Eso explica por qué actualmente la sociedad se mira tembleque y agrietada, como casa ruinosa con los cimientos quebrantados. Dice un antiguo dicho que el hombre se casa cuando quiere, y la mujer cuando puede. La historia de Dulciflor confirma ese apotegma. Inútilmente había buscado un hombre que aceptara el compromiso del casorio. Desesperaba ya de hallarlo cuando un buen día le salió un galán dispuesto a dejarse conducir al ara, si no del sacrificio sí del esponsalicio. Dulciflor, con la listeza propia de su sexo, le echó el lazo en menos tiempo del que tarda en persignarse un cura loco. La verdad es que el hombre no seduce, es seducido; no conquista, es conquistado. El matrimonio es un combate en el cual las batallas se libran después de que uno de los combatientes ya ganó la guerra. El hombre se resigna al matrimonio con tal de tener sexo, en tanto que la mujer se resigna al sexo con tal de tener matrimonio. Pero advierto que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Dulciflor, que contaba ya 25 años de edad, era virgen. Ni se lo alabo ni se lo reprocho: me limito a consignar el dato. Sabía, sin embargo, las cosas de la vida, tanto por sus lecturas como por sus conversaciones con amigas solteras y casadas -sobre todo solteras- de mayor experiencia que la suya. Además iba con frecuencia al cine, y las películas, que antes eran proyectadas en una sábana, suceden ahora casi todas entre sábanas. Por eso ya estaba preparada para la ocasión. Aun así le pidió consejo a su abuelita, señora que por haberse casado cuatro veces y enviudado otras tantas sabía mucho acerca de la condición matrimonial. Le dijo: “Abue: no sé qué ropa ponerme en mi noche de bodas. Tengo en mi trousseau un negligé tenue, vaporoso, que no deja nada a la imaginación; un brassiére mínimo que descubre en el realzado busto la insinuación de las areolas; un brevísimo pantie audazmente crotchless, de encaje transparente que no alcanza a velar la incitante sombra del llamado mons veneris; un liguero francés de seda negra, ymedias de igual color con raya, como aquéllas que se quitó Sophia Loren ante Marcello Mastroianni en la inmortal escena de striptease de la película “Ayer, hoy y mañana”. Pero tengo también un ajuar totalmente contrario a ése. Lo conforman una vieja bata de popelina beige que por arriba me tapa hasta las orejas y por abajo me cubre hasta las uñas de los pies; un anticuado corpiño de color salmón; unos calzones bombachos de los tiempos de Maricastaña capaces de abatirle el ánimo al más enhiesto amante, y unas medias de popotillo café de ésas a las que se les hace un nudo arriba para que no se bajen. Estoy en un dilema, abuela. No sé si ponerme aquella ropa sensual, provocativa, como diciéndole a mi novio: “Aquí me tienes, toda para ti. Que no quede comarca de mi cuerpo que no visites con tus manos, tus labios o tu lengua”, o vestir aquel atuendo púdico para decirle: “Soy casta. Soy honesta. Me son ajenas las cosas del amor”. ¿Cuál de los dos atavíos crees que debo ponerme en mi noche nupcial?”. “Mira, hija -le contestó al punto la abuela-. Ponte lo que te dé la gana. Al cabo de cualquier manera vas a marchar”. En la elección presidencial del próximo año el PAN postulará a Margarita Zavala o a Ricardo Anaya. El PRD, posiblemente, a Miguel Mancera. Y Morena, claro, a López Obrador. ¿A quién postulará el PRI? ¿A Videgaray? ¿A Osorio Chong? ¿A Nuño? ¿A Narro Robles? ¿A algún tapado? Que el PRI postule al que le dé la gana. Al cabo de cualquier modo va a marchar. FIN. mirador armando fuentes aguirre John Dee era respetado por su sabiduría, tanto que el rey le permitió negarse a participar en el debate a que convocó para dilucidar si el purgatorio era líquido, sólido o gaseoso. Cuando el filósofo iba por la calle los hombres se descubrían y las mujeres le hacían una profunda reverencia. Sin embargo apartaba la mano si un niño se la quería besar. Le decía: “Jamás beses otra mano que la de tu madre, que te dio la vida, o la de tu padre, que trabaja para darte el pan”. Aun así, objeto de la admiración de todos, John Dee tenía la sencillez de un campesino. Solía declarar: “Hay muchos que saben más que yo, y muy pocos que saben menos que yo”. Reconocía el saber de su esposa, pese a que era mujer de humilde condición, hija de un molinero y una lavandera. De ella decía: “Yo sé de los libros; ella sabe de la vida”. Quizá por eso John Dee era respetado. Tenía la suprema virtud de la humildad, que salva del supremo pecado, la soberbia. ¡Hasta mañana!... manganitas por afa “...Cachivache...”. Esa voz con doble hache tiene un sentido certero: es un pequeño agujero a punto de hacerse bache.


 Lo Más Visto
 Lo Último

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018

Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto

 

 

Reservados todos los derechos 2018